Me arrepiento de cosas que hice; aprendí de ellas, sí, mas ¿a qué precio? Es imposible volver atrás, aún así me arrepiento y no siempre por una mala práctica; como Titus Andronicus, el general romano-shakesperiano, también me arrepiento de acciones buenas, de alto costo y utilidad cero.
Espinosa consideró que al arrepentimiento sólo puede seguir el suicidio: no quise hacer lo que hice, mis actos fueron incoherentes con mis principios, así que me pego un tiro de mierda.
No obstante, rehén de mis debilidades, carezco de la dignidad de un líder que ante un error grave se hace el harakiri. «Qué bello es vivir», de Frank Capra, inspirada en «Cuentos de Navidad», de Dickens, nos disuade de inmolarnos por desesperación.
«Everything Everywhere All at Once» («Todo a la vez en todas partes»), Oscar a la mejor película de 2023, trata de viajes concéntricos y universos paralelos, donde uno comete un error y lo repara en otra dimensión, antes de cometerlo; el aprendizaje perfecto: uno no la caga, digamos, da un paso atrás y aprovecha otra magnitud del espacio-tiempo para repetir la escena hasta que salga bien y alcance el nivel óptimo.
En mi caso, cuando gestiono de puta pena mi precaria libertad, dejo una marca en mi conciencia para, en una situación similar en el futuro, proceder de mejor manera; llamo al orden a mi ética y a mi genética, prevengo a mis sucesores y otros yo. A eso llamo arrepentirme.