FULGENCIO SAURA MIRA, CRONISTA OFICIAL DE ALCANTARILLA Y FORTUNA.
“Hasta San Antón, Pascuas son” dice el refranero popular, lo que significa que el periodo navideño se prorroga hasta la festividad del santo patrono de los animales. San Antonio Abad nace en Egipto el año 251 de Cristo, desarrolla una vida de asceta y penitencia en el desierto realizando milagros y fallece el 356. Se trata de un gran santo eremita que huye de la situación cómoda para hundirse en la soledad de la cueva en el monte Pispar, donde habita veinte años, asediado por numerosas tentaciones que logra superar con paciencia, pues que este estado de angustia en su lucha contra los enemigos del alma queda plasmado por El Bosco en su tríptico de las Tentaciones de San Antonio, formando parte de las colecciones del Prado.
Lo de protector de los animales es por su aproximación a ellos como manera de convivir en soledad antes de formar parte de una comunidad, en especial con el cerdo al que le `presta atención adecuada y con el que se representa en la iconografía dedicada al santo, aunque ello se entronca con la tradición medieval que había en los hospitales de darles libertad para pastar por sus alrededores, pues quedaban al amparo de su santo protector.
Es por ello que a lo largo de ese tiempo la figura del santo cobra potencia y costumbre entre los pueblos y ciudades en relación con los animales necesitados de la protección del mismo, mediante la liturgia de la bendición de aquellos unido a la de los panes, que ya es tradición en nuestros pueblos y barrios, en Castilla se trata de la bendición del gorrino, y aún se habla de las “ Vueltas de San Antón” con la habitual carrera del mismo y la pitanza final. Tiene su significado popular ya que se ofrecían al santo esos “ panecillos”, a modo de pastas apetitosas que llenan los puestos junto a las ermitas del santo, y además se consideraba bueno guardarlos junto al monedero durante el año para incrementar la fortuna. Y es que como se sabe el santo se alimentaba del pan que un cuervo le llevaba en la gruta donde moraba, ello se puede relacionar con la llamada gastronomía sacra en distintas épocas.
La presencia en Fortuna de una ermita dedicada a San Antonio Abad, sita al borde del pueblo en una encrucijada de caminos hacia la Garapacha y los Baños, es síntoma de la gran devoción al santo que guarda en su interior: una imagen procedente de la escuela de Olot con su una iconografía adecuada que aún en su sencillez conserva su belleza. Es sin duda lugar donde se termina la peregrinación del santo una vez que en la Plaza de la Cruz, cada 17 de enero se acercan los vecinos y de los pueblos con sus animales de compañía para ser bendecidos por el sacerdote, lo que no dejaba de tener su tipismo y gracia en esa escena de la gente portando su animal doméstico para la protección divina, a la vez que adquirir el pan anhelado al que se refiere Mesonero Romanos en sus temas madrileños, tan de signo popular.
La tradición da prestancia en Fortuna en esta fecha, a la ya dieciochesca costumbre de alimentar un cochinillo entre los vecinos, dejándole en libertad por las calles para finalmente ser sorteado en el pueblo, ello con todo el boato posible y la felicidad de la población. Se trata del “ cochinillo de san Antón” que se espera en estas fechas, donde la villa da realce a la romería del santo que es llevado desde la Plaza de la Cruz a su ermita, una ermita humilde que custodia a su Cristo la noche sublime de Pasión, ermita acostumbrada a la soledad y ese tiempo de gloria en sus momentos cumbres de fervores a san Antonio Abad. Sin duda que habría de recuperar esta vieja tradición en su esplendor como secuencia de un momento de identidad de la villa, en esta efeméride.
FUENTE: EL CRONISTA