DE PEDRO MONTOLIÚ, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE MADRID
Sobre la mesa de trabajo de Pedro Montoliú siempre hay decenas de libros de Madrid. “Intento leer más de doscientos para cada trabajo que realizo”, confiesa el madrileño, miembro del cuerpo de Cronistas Oficiales de la Villa de Madrid. Montoliú, de 69 años, acaba de presentar la reedición de Madrid bajo la dictadura: 1947-1959 (La Librería, 2023). Una obra que viene a sumarse a su ingente trabajo de conocimiento y mapeo de la historia madrileña a lo largo del siglo XX.
Este periodista, miembro fundacional del diario El País, premio Mesonero Romanos y director de la desaparecida revista La Esfera, ha dedicado más de media vida a desentrañar las facetas más desconocidas de los madrileños. La obra que acaba de aparecer es importante porque narra la transformación de Madrid en trece años capitales.
“Son casi una etapa cerrada”, dice. Su relato comienza con una ciudad destrozada en un país expulsado de la ONU, prosigue con la difícil lucha de los españoles por salir de la etapa tan negra que había supuesto la guerra y la posguerra y se cierra con la transformación total de la capital, la salida a flote en lo económico y el restablecimiento de relaciones con otros países gracias al apoyo de Estados Unidos.
“Madrid sufrió en estos trece años una total transformación urbanística y social, perdió buena parte de su identidad y renunció a su esencia de mediana ciudad para convertirse en una gran urbe, si bien este fuerte crecimiento se hizo de manera anárquica, sin medios ni planificación, lo que lastraría el desarrollo de la ciudad hasta finales del siglo XX”, comenta Montoliú. “Ninguna ciudad del mundo puede pasar de 68 a 697 kilómetros cuadrados de superficie y de un millón a dos millones de habitantes en tan corto periodo de tiempo y ser capaz de asimilarlo”. Madrid tampoco pudo, máxime en un momento social y político tan convulso como el que España vivió.
Falta de equipamientos
Es también la evolución de una ciudad, sus comercios y sobre todo sus habitantes. Así lo cuenta Montoliú: “Ese cambio tan brusco hizo que la ciudad no pudiera asimilarlo y se encontrara con infinidad de problemas, entre ellos la falta de equipamientos e infraestructuras”. Esta época va a marcar, de hecho, el desarrollo de Madrid durante el resto del siglo XX.
Madrid en la década de los cincuenta va a crecer de forma anárquica, “no se hizo de una forma planeada”. El plan general que existía, se incumple de forma sistemática, donde deberían ir zonas verdes que había previstas, se crean viviendas, y las zonas residenciales se dedican a industria, como cuenta espléndidamente en este ensayo de más de seiscientas páginas. “Fue un absoluto desastre, puesto que se incumplieron todas las normas urbanísticas, y lo que primaba era la especulación, el ganar dinero”, recuerda Montoliú de este periodo, esencial para el Madrid que conocemos hoy en día.
Negocio redondo: la especulación
Estas empresas constructoras, que habian ganado mucho dinero con el mercado negro en los primeros años de la posguerra, “hicieron un negocio redondo, porque el Estado les apoyaba en todo lo que hicieran, siempre y cuando construyeran viviendas”. El problema de la vivienda se convierte en el principal problema de la sociedad, es entonces cuando la dictadura debe de dar todas las facilidades a estas empresas, que crean infinidad de barrios, muchos de ellos ni siquiera con accesos viables o mínimos equipamientos.
“La situación se arregla de forma temporal, pero eso crea unos problemas gravísimos de transporte, de circulación, de falta de equipamientos, de falta de escuelas, de falta de todo”, analiza Montoliú de estos años, que luego se arrastran a lo largo de décadas. “Aunque los diferentes ayuntamientos posteriores intentan paliarlo, cuesta mucho. De hecho, prácticamente al final del siglo XX no se ha podido hacer un cierto reequilibrio”. Por ejemplo, si se analizan los equipamientos que hay en el norte y en el sur, sigue primando el primero sobre el segundo. Todo esto, según analiza Montoliú, viene de esta década.
Chabolismo y clase media
Son los años en los que comienza a erradicarse el chabolismo que impregnaba Madrid. Montoliú da algunos datos fundamentales para entender la situación, que narra de manera descarnada en su obra, yendo a recortes de prensa y declaraciones de la época: “El número de chabolas llega a ser de 50.000. La situación de la vivienda en aquel momento era dramática. Hubo un estudio en 1951 que decía que de las 321.000 viviendas que había, un 18% no tenía agua corriente, un 22% no tenía inodoro, el 71% no tenía ducha o baño, el 81% no tenía teléfono, el 82% no tenía calefacción y el 84% no disponía de gas. Es decir, la situación de la vivienda era muy grave”.
Y entonces se crean decenas de barrios, el propio Gobierno empieza a hablar del Gran Madrid, “porque quiere crear 64.000 viviendas en ocho poblados satélites, en Peñagrande, en Manoteras, en Canillas, en Vicálvaro, en Palomeras, en Villaverde, en Carabanchel y en San Blas”. Son los llamados poblados de absorción, que están separados de la almendra central y que no tienen ni carretera ni servicios.
“Y ahí surgen barrios como el Niño Jesús, la Estrella, Quintana, Los Ángeles o la Concepción, que son necesarios para atender a la clase media”, señala el estudioso madrileño, también autor de obras referenciales como Madrid: Villa y Corte. “Porque en este momento, en esos años, es cuando surge la clase media en España. Esa clase media que poco a poco ha logrado superar la guerra y la posguerra.
Ellos son quienes empiezan a comprar su primera lavadora, el frigorífico, y comienzan a pensar en poder ir de vacaciones a la playa”. A esa clase media, como bien indica, hay que darle una vivienda ya de mejor calidad que la del poblado de absorción o las famosas U.V.A. (Unidad Vecinal de Absorción), “aunque muchos de ellos van a ser auténticas colmenas”.
«Con Franco se vivía mejor»
Montoliú recuerda cómo este periodo es visto por gran parte de la sociedad como un momento de bienestar. Algo que se difumina si se analiza con datos y con la perspectiva que da el tiempo. “Evidentemente, para los madrileños que han salido de una guerra horrible, y después de una posguerra durísima, de unos años que yo llamo de represión, que van de 1939 a 1946, esta etapa que analizo supone un cambio radical”, reflexiona, mientras habla de cómo la sociedad madrileña empieza a ver la luz, “una luz que no pensaban que iban a ver”.
La situación económica mejora, hay trabajo, y existe la posibilidad de acceder a una vivienda, aunque sea mala. “Esto supuso una mejora importante. Y es lo que muchos utilizaron para aquello de con Franco se vivía mejor. Evidentemente, no vivían mejor. No era verdad, porque había un montón de problemas. Sin embargo, el gobierno supo vender sus logros”, continúa explicando. Es una etapa de novedades en Madrid: la gente sale a la calle y se encuentra con que en vez de tener un puesto callejero donde debía realizar la compra, ahora puede ir a un autoservicio o a un supermercado.
“Y entra en unos establecimientos como Galerías Preciados o como Sepu, y ve las primeras escaleras mecánicas. Sus hijos empiezan a hablar de que van a reunirse en una boite y que a través de las bases americanas aparecen los pantalones vaqueros, los perritos calientes y los christmas”. Pero al mismo tiempo que esto se produce, existe el consultorio de Elena Francis o las charlas del padre Marcos. “Hay por un lado un avance y por el otro una situación más tradicional, que sigue existiendo en la sociedad madrileña”, destaca.
El siglo XX madrileño
Madrid bajo la dictadura, finalmente, se suma a una serie de obras que a lo largo de más de tres décadas, resumen un trabajo titánico de Montoliú. “De mi etapa del siglo XX ya he publicado ocho libros. Esta primavera saldrá el dedicado a la República, que lo he entregado hace dos semanas. Y entonces solo me queda uno, que es Madrid en democracia, con el que llevo un año trabajando. Mi idea es haber acabado en 2027”, resume Montoliú de 36 años entregados a un estudio pormenorizado, año a año, del siglo XX madrileño, comenzando desde la pérdida de las colonias, en 1898, y llegando hasta los atentados de Atocha, en 2004.
Una investigación que nos permite a todos los que no hemos vivido ese periodo, conocer de primera mano lo que estaba pasando. Con una mirada, además, reflexiva y que toma perspectiva de todo lo vivido. Un esfuerzo que bucea en nuestra memoria y la de la ciudad. Un Madrid que no vive al margen de sus cambios.