RICOTEÑOS EN CATALUÑA
Ene 20 2024

POR FULGENCIO SAURA MIRA, CRONISTA DE ALCANTARILLA Y FORTUNA (MURCIA) 

Ricote, un pueblo, un paisaje, un valle morisco de palmerales y casas blancas en el horizonte, lomas pardas y sierras azules de viejas trashumancias. Ricote, un pueblo con hombres rústicos, pegados a la tierra de limoneros y olivares recios, como el tronco milenario de su paisaje fértil. Y la pleita entre sus caminos que se encaraman a la montaña, medio de su subsistencia en épocas de hambre y sequías.

Era el tiempo del esparto y del pequeño taller para sobrevivir, haciendo lías, sogas y cordeles, para diversos usos, una vez que desde el collazo se iban desgranando los manojos y atados con vencejo, prestos a ser entregados a los esparteros.

Y vaya que se hacían obras de arte, desde sillas a zapatos; pues curtidos estaban estos hombres que buscaban el medio de llevar la comida a su familia. Personas creyentes que aguantaban carros y carretas, en sus horas de hambruna, que valía hasta recoger las bolas de orugas de las procesionarias, sitas en los pinos y si que conocemos sus efectos, al corretear de muchacho por el valle de la Alberca.

Y estos hombres, nacidos en esta tierra robusta, que deja llantos de penuria en la esquina de su cementerio, que recuerda el ‘enterraor’, supieron ser hombres de bien y saborear los improperio de ser llamados ‘charniegos’, ‘senny’ o cualquier otra cosa por el nacido en Cataluña, por el solo hecho de buscar la soldada necesaria para sus familias, en la ciudad tan importante, que el adjetivo de ‘xarnego’ recibe en el lenguaje vernáculo, una tilde de desprecio para quien acudía a trabajar en la Ciudad Condal. Cita de una importante industria, que luego se fue incrementándose con el buen laborar de los españoles, que iban a tan imponente urbe, que para este sencillo labrador, de un apartado pueblo, se revelaba como de cuento de las mil y una noches.

Lo que sucede es que, en aquellos años de 1920 a 1950 del siglo XX, en los pueblos apenas se podía vivir con los exiguos medios que había, manteniéndose en un límite que se resolvía esporádicamente con las temporadas de vendimia y poco más. Había que salir del callejón de gallina y tocino, y huir a la gran urbe, megalópolis, capaz de hechizar con tanto adelanto y arte, como era Barcelona, soñada y válvula de escape para los que se veían aturdidos por el desaliento. Años difíciles que hacían renacer ilusiones perdidas a familias capaces de vencer obstáculos y lanzarse alguna aventura gloriosa. Lo hicieron muchas familias de Ricote que supieron rehacerse y cumplir con el deber de mejorar en bien de la misma.

Desde estas líneas damos homenaje a familias ricotíes que se marcharon a Cataluña, en aras del progreso, matrimonios que supieron romper escollos y salir adelante en un país distinto, donde habían de comenzar sus vidas, llevándose lo imprescindible. La historia de cada una de estas familias sabe de sus inquietudes, trabajos primerizos, para encontrar un hogar, una actividad de desarrollo y, finalmente, una continuidad en el oficio y en la desconocida urbe.

FUENTE: https://www.laopiniondemurcia.es/municipios/2024/01/20/ricotenos-cataluna-97047357.html

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