LA ESCUELA DEL PASTOR
Ene 23 2024

POR SILVESTRE DE LA CALLE GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE GUIJO DE SANTA BÁRBARA (CÁCERES)

Antonio Jiménez García (1810-1898), más conocido como El Abuelo Viejo, fue un pastor de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) que hizo una escuela.

Puede parecer extraño que un pastor de un pequeño pueblecito situado en la comarca de La Vera, al noreste de la provincia de Cáceres y en las estribaciones occidentales de la vertiente meridional de la Sierra de Gredos, tuviese los conocimientos y recursos necesarios para conseguir tal hazaña pero, como veremos en este artículo, así fue.

BREVE INTRODUCCIÓN: GUIJO DE SANTA BÁRBARA EN EL SIGLO XIX.

A comienzos del siglo XIX, lo que hoy conocemos como Guijo de Santa Bárbara era una pequeña aldea o barrio conocido como El Guijo de Jarandilla al pertenecer a la Villa de Jarandilla de la cual se independizó el 27 de agosto de 1816.

Se trataba de un pequeño núcleo de población cuyos habitantes basaban su economía en la ganadería y la agricultura.

Poco a poco, el pueblo fue prosperando y la población comenzó a aumentar llevándose a cabo a mediados del siglo XIX ciertos proyectos como la construcción de edificios fundamentales como el Ayuntamiento, la Cárcel y el Matadero (1841) y de infraestructuras básicas para el sector agropecuario como el Puente de la Máquina sobre la Garganta de Jaranda.

Sin embargo, el pueblo carecía de ciertos servicios e infraestructuras básicas como una escuela o una carretera.

Había maestro pero no un lugar en el que se pudiesen dar las clases de manera digna y respecto a la carretera, la única manera de acceder al pueblo era a pie o a lomos de caballerías salvo por el Camino Real que era apto para la circulación de carros tirados por bueyes y mulas siempre y cuando las lluvias no lo transformaban en un lodazal impracticable.

A finales del siglo XIX y gracias en gran medida a Antonio Jiménez García, todo eso había cambiado. Guijo era un próspero pueblecito serrano que basaba su economía en la agricultura y la ganadería, contando con algunas pequeñas industrias (almazara, molinos, tejar), panaderías, carnicerías, tiendas de comestibles y con servicios e infraestructuras propios de un pueblo moderno como colegio y una buena carretera.

La propia Reina Regente María Cristina de Habsburgo diría en 1902 que «El Guijo es una aldea modelo».

ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA. DE PASTOR A DIPUTADO.

Antonio Jiménez García nació en 1810 en el seno de una familia de ganaderos y agricultores siendo el primogénito de Alonso Jiménez Ovejero (1788-1822) y Francisca García Jiménez (1790-1864).

El matrimonio residía en una casa situada en la Calle del Lavadero que, aunque bastante reformada, aún se conserva.

Desde niño, Antonio estuvo vinculado a la actividad agropecuaria. Como cualquier niño del pueblo, a los 6 ó 7 años ya tenía que ayudar a realizar las faenas más sencillas o hacerse cargo del careo de las chivas en las cercanías de la majada para ir aprendiendo poco a poco los secretos del oficio y con 9 ó 10 años, ser capaz de realizar las mismas tareas que los adultos y sin ayuda alguna, yendo de careo con las cabras a la sierra o regando las patatas en el huerto.

A los 12 años, Antonio pasó de golpe de ser un zagal como otro cualquiera del pueblo, a convertirse en cabeza de familia ante la repentina muerte de su padre.

Desde ese momento tuvo que encargarse de mantener a su madre y a sus cuatro hermanos así como a su abuela paterna María Teresa Ovejero Gómez (1759-1831) con la que vivía.

Además del cuidado de las cabras, parte fundamental del sustento familiar, Antonio tenía que encargarse del cultivo de la tierra que proporcionaba alimento necesario tanto a las personas como a los animales.

Antonio tenía una gran inquietud por aprender a leer y a escribir y como no podía asistir a las clases que daba el maestro pagado por el Ayuntamiento, acudía por las noches a casa del cura Fray Pedro Merchán Vidal para poder aprender.

Era un alumno aplicado y viendo su buena disposición y la difícil situación que atravesaba la familia, fray Pedro intercedió para que Antonio se convirtiese pronto en escribiente del Ayuntamiento, siendo posteriormente nombrado secretario municipal ya con un generoso sueldo.

A los 19 años, Antonio contrajo matrimonio con Josefa Lorencia Santos García, dos años menor que él, con la que tuvo 10 hijos llamados Antonio Modesto, Rufina, Casimira, Trinidad, María Asunción Micaela, Felipa, Manuel, Víctor, Decoroso Valentín y Anacleta Elvira.

Rufina y Decoroso Valentín fallecieron antes de cumplir un mes de vida pero el resto llegaron a la edad adulta.

Con tan sólo 23 años, Antonio dejó de ser secretario municipal al ser elegido alcalde, lo que suponía perder el importante sueldo que percibía y teniendo que mantener a su creciente familia gracias a su oficio de pastor, aunque con más propiedad deberíamos hablar ya de un agricultor y ganadero bastante importante.

Además, en Guijo de Santa Bárbara, la palabra pastor solían reservarse para aquellos que se dedicaban al cuidado de las ovejas o borregas. Aunque en ocasiones eran los propios dueños quienes se encargaban del pastoreo, solían contratar pastores asalariados o criados.

Además de cabras, tuvo vacas, ovejas, caballos, cerdos… dedicándose durante décadas a la cría y compraventa de ganado y de fincas rústicas aprovechando en este último caso las desamortizaciones de Mendizábal y de Madoz. También fue un importante productor y exportador de vino, aceite, jamones, embutidos y quesos además de ser propietario de un molino y una tahona o panadería.

Así Antonio compró fincas como La Huerta del Monge  en Guijo de Santa Bárbara, El Convento En Jarandilla de La Vera, El Centenillo  y Las Barcas en Talayuela y El Molino del Pozo del Rey en Valverde de La Vera.

Sin embargo, la finca más importante de todas la que compró fue El Baldío de Jaranda de Guijo de Santa Bárbara, propiedad perteneciente a la Comunidad de Pueblos de Plasencia, la cual fue adquirida en 1859 por 45.100 reales para luego dividirla en acciones y cedérselas a vecinos del pueblo.

Antonio compaginó su intensa actividad empresarial con la política y gracias a él se comenzó a construir en 1841 el magnífico edificio conocido como el Ayuntamiento Viejo, que además de contar en su planta principal con las dependencias municipales, albergaba en la planta baja los locales del matadero municipal y la cárcel o calabozo.

Siendo regidor (concejal) del Ayuntamiento, sus gestiones fueron fundamentales para que se redactase y aprobase en 1844 el Acuerdo de Aguas y Pastos entre Guijo y Jarandilla que llevaba décadas ocasionando graves problemas entre los agricultores y ganaderos de ambas villas, antaño una sola pero ya en aquel momento dos pueblos con jurisdicción propia y una relación siempre tensa.

Pero su carrera política no tuvo solamente importancia local y comarcal sino que entre 1864 y 1866 fue diputado provincial de Cáceres por el partido judicial de Jarandilla de La Vera.

Formó parte de la Comisión de Hacienda y en sus intervenciones en las sesiones de la diputación siempre manifestaba su preocupación por dos temas:

La mejora de las comunicaciones y la educación.

Consideraba que Extremadura, región con grandes riquezas agropecuarias, necesitaba buenas vías de comunicación como carreteras y vías férreas para permitir la exportación de sus productos al resto del mundo y, en definitiva, para progresar.

En ese momento, en las zonas llanas de Extremadura se realizaba el transporte en carros tirados por mulas y bueyes mientras que en las zonas montañosas se tenían que utilizar bestias de carga.

El analfabetismo era un grave problema en Extremadura, sobre todo entre la población femenina y Antonio opinaba que las madres, principales educadoras de los niños durante los primeros años de vida, debían tener acceso a una educación digna y no limitarse simplemente a ser buenas mujeres de su casa como se decía entonces.

Cuando en 1866, Antonio Jiménez García se retiró de la vida política, era ya un «anciano» de 56 años. A esa edad, la mayoría de los hombres del pueblo se limitaban a trabajar lo mínimo para subsistir cultivando algún huertecillo o cuidando algún pequeño hatajo de cabras de los hijos y cuando superaban los 60 años, ya se dedicaban únicamente a pasear, tomar el sol en la plaza, ir a Misa los domingos y tomarse un chato de vino en la taberna.

Esa vida no era para Antonio que, por esas fechas seguía siendo pastor, haciéndose cargo personalmente de su piara de borregas (rebaño de ovejas) formado por más de un centenar de hembras reproductoras, los carneros y el recrío correspondiente.

Se trataba de ovejas de «raza entrefina» fruto del cruce secular entre ovejas merinas de tipo serrano y sementales entrefinos, dando como resultado unos animales muy rústicos y adaptados a la vida en la sierra, destinándose a la producción de carne y lana, ordeñándose únicamente en contadas ocasiones para hacer algo de queso para el consumo familiar.

Pese a su avanzada edad y buena posición económica, Antonio prefería hacerse cargo personalmente de sus ovejas pues en 1872 los contadores de La Sierra al hacer el cuento de agostadero para saber la cantidad que tenían que pagar cada ganadero que pastase en La Sierra, se equivocaron y contaron 92 borregos como ovejas adultas y Antonio tuvo que pagar 235 reales más de lo que debía por lo que luego se los tuvieron que devolver.

Mientras estaba de careo con las ovejas, Antonio aprovechaba para pensar en lo que había conseguido a lo largo de su vida y de lo que le quedaba aún por hacer. También leía algún libro o periódico que llevaba en su morral y veía que España progresaba y Guijo seguía anclado en el pasado en muchos aspectos.

Él no podía permitir eso. Se había propuesto que Guijo de Santa Bárbara tuviese escuela y carretera y así sería.

LA ESCUELA EN GUIJO DE SANTA BÁRBARA.

Por un magnífico documento fechado en 1845 y conocido como El Manuscrito del Seminario de Plasencia, Guijo de Santa Bárbara contaba con escuela a mediados del siglo XIX:

«Hay un maestro de primeras letras que percibe 450 reales de los que 300 son pagados por el Ayuntamiento.»

«Hay una escuela para ambos sexos a la que concurren treinta niños y diez niñas. Se enseña a leer y escribir, principios de aritmética y religión. El maestro está dotado de 450 reales retribución mensual y semanal de los niños que concurren.»

Esto no quiere decir que el maestro dispusiese de un edificio digno para impartir sus clases sino que se tenía que arreglar con algún local cedido por el Ayuntamiento, alguna casa alquilada o cualquier otro sitio donde los niños pudiesen estar resguardados de las inclemencias meteorológicas puesto que acudían a la escuela sólo en los días de mal tiempo en los que no iban al campo a ayudar a sus padres. Las niñas faltaban muchísimo porque tenían que colaborar desde pequeñas en el cuidado de sus hermanos pequeños y en las tareas domésticas.

En la década de 1870, Antonio comenzó a realizar las gestiones pertinentes para que Guijo pudiese tener un edificio digno para hacer varias escuelas o aulas.

La situación política y económica del país no eran ni mucho menos las más adecuadas para emprender proyecto algunos y menos una escuela en un pequeño pueblo de pastores de la provincia de Cáceres, pero Antonio no se daría por vencido.

Aunque alejado de la esfera política, Antonio seguiría siendo hasta el final de sus ideas una persona muy influyente puesto que la Reina Isabel II le nombró el 29 de noviembre de 1864, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, título meramente honorífico y no hereditario que se concedía determinadas personas que habían destacado por prestar servicios al país.

Antonio conservaba todavía contactos importantes en el mundo de la política y además era un hombre listo que siempre había conseguido sacar partido de las dificultades y coyunturas del convulso siglo XIX en España.

Antonio comenzó las gestiones para poder construir Las Escuelas.

Durante varios años tuvo que enviar muchas cartas y realizar muchos viajes, gestiones y solicitudes pues los alcaldes y concejales de la época no tenían tanta experiencia a la hora de tratar con políticos de renombre y el Ayuntamiento carecía de los fondos necesarios para la construcción de la escuela pues la desamortización de Madoz había provocado la venta de la Dehesa Boyal de la que se obtenían los fondos para sufragar cualquier gasto municipal.

Por ello, Antonio decidió ceder una porción de terreno de su Huerta del Monge, situada en aquel momento a las afueras de la población, para que se pudiesen construir las Escuelas y, como el Ayuntamiento no tenía fondos, Antonio correría también con todos los gastos.

Tanto el Ayuntamiento como los vecinos recibieron la noticia con gran alegría y entusiasmo la noticia y en 1888 se colocó la primera piedra del edificio, celebrando tal acontecimiento por todo lo alto y encargando el Ayuntamiento a D. Quintín Moreno y Poblador, secretario municipal y maestro, que escribiese un discurso para dirigírselo a la población.

En un extenso discurso escrito de manera sencillamente sublime, Don Quintín explicó al pueblo la importancia que tendría para el pueblo la construcción de Las Escuelas, un edificio digno para que los niños pudiesen aprender en un lugar confortable y donde, además de aprender a leer y a escribir, se les enseñaría religión.

Sin mencionar en ningún momento el nombre de Antonio Jiménez García, Quintín Moreno Poblador hizo varias alusiones a él:

Convencido de las incalculables ventajas que la instrucción reporta a los pueblos, y ambicionando para este en que por primera vez abrió sus ojos al mundo todo género de felicidades, UNO DE VUESTROS CONVECINOS, que no designaré porque se resentiría su extrema modestia, ha desarrollado en su mente y abriga en su corazón el vivísimo deseo de realizar el plan que ligeramente y a grandes rasgos voy a describiros.

Describió el señor Moreno cómo sería el edificio que comenzaba a construirse.

Contaría con dos plantas, encontrándose en la inferior las aulas o escuelas: una para niños, otra para niñas y otra para párvulos, además de disponer de una biblioteca y de un depósito de ropa de cama para dar abrigo a los pobres.

A clase no sólo acudirían los niños sino que también habría clases para adultos y conferencias de diversa índole los domingos creando así una especie de escuela dominical.

Funcionaría en el edificio un banco hipotecario para dar créditos a las 40 familias más pobres y a los matrimonios jóvenes de la Villa. Para ello, Antonio donaría 1000 duros y poder así comenzar a realizar los préstamos que tendrían un interés inferior al 8% destinando el dinero obtenido al mantenimiento del edificio.

En la planta superior, se construirían tres viviendas para los maestros y junto a la escuela habría un huerto para el sustento de éstos.

Terminó D. Quintín su discurso diciendo lo siguiente a los vecinos:

Entrados, pues, como estáis del elevado objeto de este modesto edificio en el que hoy habéis colocado la primera piedra, réstame solo encareceros que bendigáis al Señor que ha infundido en el alma del fundador tan filantrópica idea, superior tal vez a los recursos de que puede disponer, y en las vuestras el deseo de ser sus colaboradores.

Durante dos años, los albañiles del pueblo, entre los que sobresalía por su gran maestría Juan Vicente Benito, natural de la localidad pontevedresa de O Rosal pero afincado en Guijo de Santa Bárbara desde 1867, trabajaron con gran ahínco en la obra de Las Escuelas. Por fin, en 1880 quedaron terminadas, colocando una placa conmemorativa.

Antonio había conseguido a sus 70 años, uno de sus mayores sueños.

Guijo de Santa Bárbara ya tenía unas Escuelas como Dios manda y de las disfrutarían los niños y maestros.

Los primeros maestros o profesores de instrucción primaria como entonces se llamaban, fueron precisamente D. Quintín Moreno y Poblador y su esposa Doña Felipa Jiménez Santos, hija de Antonio Jiménez García para quien era una inmensa alegría haber podido conseguir que una de sus hijas estudiase aunque al mismo tiempo se dedicase al campo pues fue propietaria de extensos olivares y dueña de la denominada Prensa de Abajo, edificio en el que funcionaban una prensa o almazara, un molino harinero, un molino de pienso, una tahona o panadería y una minicentral hidroeléctrica o «Fábrica de la Luz».

OTROS PROYECTOS DE ANTONIO.

Antonio ya sí que era un anciano de 70 años que lo que tenía que hacer era descansar y esperar pacientemente el final de su vida pero la lógica a la hora de analizar la vida de este guijeño, no sirve.

Seguía muy pendiente de la explotación agropecuaria, de su molino, su panadería y otras muchas cosas pero lo que tenía que ver con gran pena era cómo para salir y entrar del Guijo había que hacerlo por estrechos y tortuosos caminos así es que comenzó a realizar las gestiones pertinentes para que en 1886, Guijo de Santa Bárbara tuviese por fin una carretera digna que lo comunicase con Jarandilla y el resto del mundo.

Hombre profundamente religioso, sus últimos años los pasó centrados en colaborar activamente con la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro pues, aunque lo había hecho durante toda su vida, ahora tenía más tiempo.

Colaboró en el sostenimiento económico de la Parroquia, en la restauración del Retablo del Altar Mayor, arregló el desván de la sacristía, construyó un pósito de grano para asegurar la disponibilidad de la semilla para la siembra a los labradores y el grano necesario para abastecer de harina a los pobres, restituyó la Cofradía del Santísimo Sacramento y Pasión a  la que dotó de 4 acciones del Baldío de Jaranda para mantener el culto al Santísimo…

A finales de la década de 1870 adquirió una preciosa imagen de Nuestra Señora de las Angustias y en 1881 construyó junto al cementerio de la localidad una pequeña capilla para albergar la imagen y que los vecinos pudiesen venerarla.

En 1894 la ermita fue ampliada hasta darle su aspecto actual aunque esta vez ya estuvo más pendiente de las gestiones pertinentes Antonio Modesto Jiménez Santos, primogénito de Antonio como ya dijimos, aunque siguiendo en todo momento las órdenes y consejos de su anciano padre.

Esta importante labor de colaboración con la parroquia unida a la construcción a sus expensas de una escuela para enseñar a los niños la religión católica, apostólica y romana, llegó a odios del mismísimo Papa León XIII quien, en 1894, otorgó una indulgencia plenaria perpetua para el perdón de sus pecados a Antonio Jiménez García y a sus descendientes hasta la tercera generación.

El 23 de enero de 1898, Antonio Jiménez García falleció tras una larga vida de trabajo y sacrificio buscando siempre el bienestar de sus vecinos habiendo conseguido que la aldea en la que nació se convirtiese en una próspera villa.

Sin embargo, nunca olvidó sus orígenes como pastor y así quiso reflejarlo en su lápida.

En su testamento, Antonio se acordó de los pobres del pueblo diciendo que el día de su entierro se repartiese pan entre ellos y también se acordó de los niños de sus amadas escuelas quienes por asistir a su entierro, sus testamentarios deberían gratificarles de la manera que considerasen más oportuna.

EL LEGADO DE ANTONIO.

La muerte de Antonio no supuso en absoluto el final de sus ideas que serían además recordadas por todos los vecinos.

En 1902, publicó su obra Estudio Clínico de la Epidemia de Fiebre Tifoidea acaecida en Guijo de Santa Bárbara en 1899 precedida de la topografía médica de la villa, el médico D. José González Castro quien dijo:

Las escuelas son tres: una de niños y otra de niñas que se proveen por oposición y otra de párvulos, cuya provisión incumbe al ayuntamiento.

Las tres escuelas ocupan un magnífico edificio con casa para los tres profesores en el piso principal, estando el bajo dedicado a escuelas.

Es un edificio de construcción muy reciente, que levantó a sus expensas el filántropo D. Antonio Jiménez García. 

Los locales de las clases son amplios, con luz del mediodía que penetra por grandes ventanales; están bien decorados y poseen abundante y novísimo menaje.

Debo hacer constar que, según el censo de población, este pueblo no tiene obligación de sostener escuelas de esta categoría, y espontáneamente ha elevado este en beneficio de la enseñanza.

Aneja a la escuela de los niños está la biblioteca popular, a cargo del profesor y cedida por el ministerio de Fomento. Es bastante completa, si bien faltan muchas obras que debieran reclamarse del citado ministerio.

Se daba gran importancia a la educación y formación de los adultos como Antonio Jiménez García había querido y como D. Quintín Moreno Poblador expresó en su famoso discurso, por lo que el Doctor Castro, en su obra antes citada, dijo lo siguiente:

» Dos años después de escrito este Estudio, se crearon conferencias populares de higiene, moral, agricultura, derecho usual etc…»

Las conferencias tenían lugar en la propia escuela a cargo del cura párroco D. Juan Mateos Muñoz, del maestro D. César Sánchez Mariscal, del secretario D. Hipólito Parrón Mateos y del citado médico D. José González Castro.

Cuando se tuvo constancia de este hecho, el escritor Ramiro de Maeztu publicó un artículo en El Imparcial alabando la iniciativa que en Guijo de Santa Bárbara y en otros pueblos de España se estaban llevando a cabo por gentes sencillas.

Don José González Castro, al hablar de las conferencias de Guijo de Santa Bárbara en su obra ya citada, dice lo siguiente:

«Dichas conferencias continúan con entusiasmo, viéndose muy concurridas».

El artículo publicado por Ramiro de Maeztu fue leído por el Conde de Romanones quien informó de tal hecho a la Reina Regente María Cristina de Habsburgo que mediante Real Decreto de 21 de enero de 1902 agradeció la labor llevada a cabo por los señores de Guijo de Santa Bárbara antes citados y teniendo un especial reconocimiento a título póstumo para Don Antonio Jiménez García y Don Quintín Moreno y Poblador.

EVOLUCIÓN DE LAS ESCUELAS. DE 1880 A NUESTROS DÍAS.

El pueblo estuvo muy agradecido desde un principio a Antonio Jiménez García y tras su muerte, el Ayuntamiento encargó al gran pintor Francisco Martín Rivera dos retratos para colocarlos en las Escuelas: uno de Antonio y otro de su esposa.

Inicialmente, el retrato de Antonio se colocó en la Escuela de Niños y el de Josefa en la Escuela de Niñas.

El magnífico edificio construido por Antonio Jiménez García sirvió durante varias décadas para que los niños y niñas de Guijo de Santa Bárbara pudiesen asistir a clase en un edificio digno y bien equipado aprendiendo a leer, a escribir, a manejar las «cuatro reglas» y otras muchas cosas.

También los adultos de finales del siglo XIX y principios del XX que no sabían leer ni escribir por no haber podido asistir a la escuela, aprendieron a hacerlo y en pocos años, el analfabetismo desapareció totalmente en Guijo de Santa Bárbara.

Por su parte, las viviendas de la planta superior sirvieron de morada a numerosos maestros y sus familias así como a secretarios del ayuntamiento, viniendo al mundo en ellas no pocos niños.

Se trataba de viviendas amplias, bien iluminadas y ventiladas y con las comodidades propias de las casas de la época contando como hemos dicho cada maestro con un pequeño huerto para cultivar verduras y hortalizas para su sustento.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el edificio fue deteriorándose y aunque el Ayuntamiento hacía las pertinentes reformas, llegó un momento en el que las renovaciones eran constantes, por lo que a comienzos de la década de 1960 se decidió construir un nuevo edificio escolar en lo que eran los antiguos huertos de los maestros.

Junto al patio del nuevo edificio escolar, se construyó un edificio que tenía dos viviendas independientes para los maestros.

Siguiendo la costumbre habitual en la época, el edificio recibió el nombre de la patrona del municipio, conservándolo hasta nuestros días: Colegio de Educación Infantil y Primaria «Santa Bárbara».

Ciertamente, tal vez fuese más adecuado que recibiese el nombre del fundador, aunque es algo que no nos corresponde decidir a nosotros…

Al mismo tiempo, se aprovechó este hecho para construir en el solar ocupado por las antiguas escuelas el ayuntamiento actual, ya que el antiguo, construido cuando Antonio Jiménez García era alcalde como ya dijimos anteriormente, había quedado obsoleto.

Al hacer todas estas obras, la placa conmemorativa de la inauguración de Las Escuelas, decidió trasladarse a la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias donde permaneció varias décadas hasta que, finalmente, se colocó en la fachada del Ayuntamiento aunque tal vez fuese más oportuno colocarse en el actual Colegio.

La antigua biblioteca siguió estando vinculada a la Escuela hasta que finalmente pasó a depender del Ayuntamiento siendo actualmente conocida como Agencia de Lectura «El Abuelo Viejo» en honor al fundador.

Aunque a lo largo del tiempo ha ocupado diversos locales municipales, hoy se encuentra en el piso superior del edificio que anteriormente fue la casa de los maestros y que hoy alberga en la planta baja el comedor del Centro de Día y en la superior la biblioteca.

A MODO DE EPÍLOGO.

En su larga vida, ya que 88 años en el siglo XIX era vivir muchos años, Antonio vio cambiar mucho la pequeña aldea en la que nació, pasando de ser un barrio de Jarandilla habitado por unas 70 familias a una importante villa de 840 habitantes que contaba numerosos servicios conseguidos en buena medida gracias a él.

Jamás olvidó su pasado como pastor pero al final de sus días, su mayor orgullo era ver a sus nietos, bisnietos y demás niños del pueblo, ir a la escuela cada mañana.

Pasados 144 años de la inauguración de aquellas primeras escuelas guijeñas y 126 años después del fallecimiento de Antonio Jiménez García «El Abuelo Viejo», nos toca a los guijeños de hoy seguir recordando su gran hazaña.

Como Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara, me toca a mí en gran medida encargarme de mantener viva la memoria de este filántropo y además con el inmenso orgullo de ser su descendiente directo como se puede comprobar en la siguiente sucesión genealógica.

Antonio Jiménez García (1810-1898)

Trinidad Jiménez Santos (1837-1913)

Josefa Esteban Jiménez (1869-1951)

Marceliana Jiménez Esteban (1893-1985)

Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022)

Alonso de la Calle Hidalgo (n.1952)

Silvestre de la Calle García (n.1988)

Alonso de la Calle Hidalgo

FUENTE: https://elcuadernodesilvestre.blogspot.com/2024/01/la-escuela-del-pastor.html

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