MATA (BOSQUE) DE FAYES (HAYAS) DE SOLLOZAN (RIOSA)
Feb 20 2024

POR JOSÉ LUIS CABO SARIEGO, CRONISTA OFICIAL DE RIOSA (ASTURIAS)   

La «Mata de fayes de Sollozán», se halla situada en el Valle de Llamo (Riosa), cerca del pueblo de Llamo – al noroeste del mismo -, en la falda de la vertiente oriental de la Sierra L´Aramo. Está delimitada por el oeste por la «Pena La Carbayosa», contra la que se estrella; esta peña es lo que los habitantes de la zona denominan una «llucia» -roca lisa casi vertical -, sobre la que se encuentra otra mata de «fayes» -hayas – que recibe el nombre de «Mata la Carbayosa»; y por el este, por los prados de «Sollozán». Es un hayedo con ejemplares centenarios, hasta incluso nos atrevemos a decir que, algunos de ellos, podrían ser milenarios.

Se puede acceder a la misma, bien desde el pueblo de Llamo, por el antiguo camino de iglesia, que comunicaba el pueblo con la capital del Concejo, primero Felguera hasta 1880 y, después, La Vega, a partir de ese año. Avanzamos en dirección noroeste hasta llegar a la altura del prado llamado «La Torna», situado en la parte inferior del camino. En este punto es preciso desviarse hacía el oeste,  por los prados de «Sollozán», hasta llegar a la mata. También, se puede acceder, de forma más directa desde la carretera de La Vega a Llamo (RI-6). A la altura de la portilla de acceso  desde la carretera al prado «La Torna», a unos 700 m. antes de Llamo, nos introducimos por la «saltaera» existente al lado de la portilla continuando por un sendero ascendente que atraviesa la conducción de agua para Oviedo procedente del manantial de los Gueyos del Río Llamo hasta llegar, en la parte superior de la finca, a las inmediaciones de la cuadra, donde otra «saltaera», nos lleva al antiguo camino de Iglesia de La Vega a Llamo. Caminamos por él en dirección sur, unos cincuenta metros y nos desviamos a la derecha por la portilla de los prados de «Sollozán». Se asienta sobre un terreno irregular y, en su mayor parte, en el que predominan las piedras de caliza.

La «Mata de Sollozán»  no es de grandes dimensiones, sin embargo, el recorrido por su interior no es nada fácil, precisamente debido a la existencia de rocas calizas caídas por toda ella durante cientos de años procedentes de la ladera oriental de la Sierra L´Aramo, sobre todo en su parte más alta, la más cercana a la «Cueva el Moro», donde la pendiente se acentúa, solamente, en la parte más baja, existen algunas zonas de pequeños valles  en los que es más fácil transitar.

Conocimos este hermoso lugar en verano, cuando fuimos a visitar la «Cueva el Moro» a la que se refiere el ingeniero belga, D. Alfonso Dory, cuando publica la memoria titulada “Las minas antiguas de cobre y cobalto del Aramo” en la Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería de Madrid (1 de noviembre de 1893), sobre  el descubrimiento de la antiguas Minas Prehistóricas de cobre en Texeo por parte de su compatriota, el también ingeniero, D. Alejandro Van Straalen en  el mes de septiembre del año 1888.

Cuando vistamos la mata por primera vez, como comentábamos,  era verano y nos causó una gran impresión por lo que pensamos que en la seronda (otoño), su aspecto  sería aún más espectacular, con el suelo rocoso en el que hunden sus raíces los imponentes ejemplares de fayes, cubierto de un manto de hojas de color ocre, que contrasta con el verdor, de los helechos (falso helecho macho /dryopteris affinis- en Riosa benceyes-), (el helecho lengua de ciervo o escolopendra (Asplenium scolopendrium..); el helecho  polystichum lonchitis (L.); el falso acebo (ruscus aculeatus); laureola (daphane laureola); distintas variedades de setas …; la hiedra común (hedera helix); sanalotodo (hipericum androsaemun); el «mofo» (musgo), de varias clase, que cubre las rocas y algunos árboles o el colorido tan característico y variado de las hojas de les fayes -hayas- en las altas copas de los árboles.

El noventa por ciento o más de los árboles que conforman este bosque son hayas (fagus sylvatica), sin embargo, también conviven con ellas otras especies, como algún tilo (tilia platyphyllos), ablanos (corylus avellana), acebos – carrascos- (ilex aquifolium), espino albar (crataegus monogyna), saucos (sambucus nigra)…, pero de forma testimonial. En el limite del bosque, también encontramos algún ejemplar de fresno (fraxinus excelsior) y de roble (quercus robur).

Por otra parte,  quiero dejar constancia de que a la entrada de la «Cueva el Moro» localizamos una planta  difícil de encontrar en otros parajes de la Sierra L´Aramo, me refiero al rabo de lobo. Orobanche minor (jopo, matalegumbre, espárrago de lobo, hierba tora u orobanca)

Evidentemente, los paisajes que podemos contemplar nunca nos defraudan. Todos los años, cuando visitamos este extraordinario paraje, en esta época, siempre regresamos con «las pilas cargadas» y con todos las imágenes grabadas en la retina.

La explosión cromática es tal que podría ser el tema de cualquier poeta o pintor de renombre. Nos gustaría que así fuera, porque, de esta forma, todo el mundo sería testigo de su extraordinaria belleza.

Al filtrarse los rayos del sol  entre las hojas de las hayas se produce un espectáculo de luz y color que querríamos guardarlo para siempre como una de las sensaciones más agradables que perciben nuestros sentidos.

Es difícil de plasmar en palabras todo lo que vemos y sentimos. La combinación de luces y sombras que se produce al penetrar los rayos del sol a través del follaje es de extraordinaria belleza, acentuada más, si cabe, por el viento, permitiendo el paso de los rayos del sol, o no, al moverse las hojas.

Entre las muchas sensaciones que hemos de destacar, está el silencio. Dentro de este precioso bosque, es absoluto, solamente se oye el canto de algún que otro pájaro como el pito real -«picatorneru» – o el ladrido de algún corzo, no a mucha distancia, y por encima de las altas copas, el vuelo majestuoso y a la vez acrobático, de una pareja de «pardones», con sus típicos chillidos. Además, según caminamos, se oye el crujir de las hojas secas y el rumor del viento en las altas copas de las hayas.

Seguro que, escondidos en las oquedades o disfrazado como uno de los enormes y retorcidos troncos de las viejas hayas, nos vigila de cerca algún duende que vela porque la pureza de este bosque no se destruya. Esa es la sensación. ¿Esos troncos retorcidos que vemos, podrían ser el disfraz de un «busgosu», que nos vigila y podría cobrar vida en cualquier momento?. («El Busgosu» es el señor del bosque y de los animales por antonomasia. Un ser mitológico que se encarga de protegerlos y vigilar tanto la flora como la fauna de su entorno. Habita en cuevas, oculto a los ojos de los hombres. Su cuerpo es velludo y asemeja al de los faunos, ya que también tiene cuernos en la cabeza y patas con pezuñas»).

Es tan extraordinario el contorno que nos rodea que, sin darnos cuenta, vamos sacando fotos y más fotos, es imposible no plasmar tanta hermosura. La mata de Sollozán tiene muchos rincones mágicos, si uno es fascinante el otro más.

Queremos compartir con todos vosotros toda esta belleza y, si fuera posible, trasmitiros todas las sensaciones que percibimos al contemplar este paraíso.

Al final, para completar la mañana, ascendimos hasta la parte más alta de la mata, donde se estrella con la caliza («Pena La Carbayosa»), para poder visitar la «Cueva El Moro» a la que antes nos referimos, recordando, así, otra faceta de la historia de Riosa.

VER REPORTAJE FOTOGRÁFICO EN: https://jlcabocronistariosa.blogspot.com/2024/02/mata-bosque-de-fayes-hayas-de-sollozan.html

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