POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Amanece en la villa oscense de BOLEA en esta fría mañana con la sierra Caballera a sus espaldas decorada con algunos jirones de nieve que ha dejado a su paso la borrasca “Louis”, y con una bandada de grullas sobrevolándola en su cíclico viaje hacia el norte. El pico de Gratal aún conserva a sus pies algunos almendros en flor y es testigo mudo de cómo los campos de cereal van tomando color gracias a las recientes lluvias y las temperaturas amables de estos días de atrás.
Hacia el norte también nos dirigimos nosotros camino de Caldearenas, en la comarca pirenaica del Serrablo, donde disfrutamos siguiendo el curso del río Gállego de la senda de Izarbe, con multicolores rocas y atrapasueños que se integran extrañamente en el paisaje gracias al arte de Maribel Rey, quien se sirve de la naturaleza como si de un lienzo se tratara, hasta La Paridera, antigua borda hoy convertida en Centro de Interpretación de la vida pastoril, y modelo constructivo de piedra seca.
Algunos kilómetros más adelante, reponemos fuerzas en Broto, ya en pleno parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, y nos extasiamos en presencia de su, hoy sí, caudalosa cascada de Sorrosal, que vierte en el río Ara.
Y con la mochila cargada de emociones y de paisajes espectaculares regresamos a Bolea para disfrutar de su paisanaje. Que mañana será otro día.