POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
En cada pueblo que llegamos, una casa principal nos saluda. Es la evidencia de tiempos de riqueza y lujo, hoy perdidos en la memoria y casi borrados por el olvido. Pero en todos hay escrita una historia, una intriga que conviene rescatar.
Vamos a recorrer la provincia, un viernes más, a pesar del frío y la lluvia que por todas partes nos acosa. No es momento de quedarse en casa, cuando tantas cosas bonitas nos están esperando. Cosas y casas, porque hoy nuestro viaje se va a la Alcarria, a buscar casonas, palacios, casas principales y eminencias urbanas. Hay muchas por la comarca, pero aquí vamos a recordar, y a admirar, las más sobresalientes.
En Albares, la casa solariega de los Alcalá-Galiano se sitúa en el costado de poniente de la plaza de la iglesia. Recientemente restaurado, este palacio sencillo ofrece en su fachada, enfoscada, una portada elegante de vano adintelado escoltado de sillares almohadillados. Sobre ella, el balcón, en cuyo remate se ve tallada sobre la pieza caliza la simbología heráldica de la familia, que es una cruz sobre un ancla, en memoria de algunos antepasados marineros. Hoy es casa particular.
En Almonacid de Zorita, el palacio de los Condes de San Rafael se sitúa fuera de las murallas de la villa, a poniente del caserío, en el camino del Convento de monjas. Es obra del siglo XVIII, con buena portada de complicadas molduras, escudos heráldicos tallados, muchas ventanas con buenas rejas y muros de aparejo de piedra y ladrillo. Una torre esquinera con chapitel le confiere un aire señorial y español muy característico. Su interior está magníficamente conservado y es de uso particular. También en este pueblo se conserva, hoy ocupado por un centro cultural, el palacio de los Condes de Saceda, que estos donaron para ser ocupado por convento de la Compañía de Jesús. Es obra del siglo XVII, todo él construido de sillería con numerosos ventanales cubiertos de magníficas rejas de forja popular, muy trabajadas. Su interior guarda aún ecos del paso de la Compañía de Jesús, y muestra salones amplios, escaleras de madera y otros detalles de la época en que fue construido.
Un interesante palacio hay en Chiloeches. En un extremo de la población se alza el palacio de los marqueses de Chiloeches, un perfecto edificio del siglo XVII, con amplia fachada al sur, precedida de jardines que se cierran, como el palacio, por alta cerca de ladrillo y sillería. La fachada tiene una severa portalada de piedra tallada con escudo heráldico en su parte superior. Es el típico caserón palacio rural, en el que anejas a la vivienda de los aristócratas estaban las dependencias de los criados, los almacenes de grano, aperos, etc. Hoy se conserva en perfectas condiciones, tal y como fue construido hace más de tres siglos.
De Illana debemos decir algo. Al menos dos hermosos palacios le quedan a Illana en el interior de su casco urbano. Uno de ellos, el mejor, perteneció a don Juan de Goyeneche y Gastón, marqués de Belzunce, gran promotor industrial, que instaló en el pueblo a principios del siglo XVIII unos talleres de fabricación de tejidos. Con la traza de Churriguera, su arquitecto personal, levantó en el centro del pueblo este edificio del que hoy por desgracia apenas queda la fachada. En ella se ven la portada de múltiples molduras, rematada por gran balcón de similar estructura, con unos quiebros moldurados en las esquinas, y encima de este el escudo de armas del fundador, minuciosamente tallado.
El otro palacio es el llamado de don Miguel Palomar, y cuya titularidad real correspondería a una familia de hidalgos emparentada con don Juan de Goyeneche. Ello se explica al analizar el escudo que, de gran tamaño, y tallado finamente en piedra caliza, remata la puerta de acceso. Este escudo es uno de los más hermosos ejemplares de la heráldica civil alcarreña.
La puerta que remata es también muy curiosa, pues se abre por ancho portón de vano moldurado, pilastras con relieves de sillar, frontón roto en su punta para albergar el escudo, y pirámides con bolas en los extremos que culminan las pilastras. Un señorial conjunto que da empaque a la plazuela que preside.
En Budia existen numerosas construcciones, del siglo XVIII, en las que el vano de entrada está decorado con sillares almohadillados. Algunas llevan sobre la clave un símbolo religioso, un cáliz, o custodia, con letras alusivas a Jesucristo, y la fecha. Destacan entre todos los palacios o casonas la Casa de los Condes de Romanones, edificio noble con abundancia de ventanas enrejadas y gran portalón de moldurada sillería coronado de escudo nobiliario. Otra es la llamada Casa del Duende, a la que ya han quitado el escudo de armas, y otra aún la casona de los López Hidalgo, que ha perdido en parte su carácter, pero que muestra el bello escudo tallado de este apellido, procedente del Señorío de Molina.
En Brihuega, la casa de los Gómez, en la calle de las Armas, luce una fachada fastuosa, de complicada ornamentación barroca. En otra casa de la calle Cozagón Alta aparece un escudo con los emblemas del Santo Oficio, perteneciente a algún clérigo que, en siglos pasados, ocuparía el cargo de familiar de esta institución en la villa alcarreña. Aún puede verse otro escudo nobiliario en un edificio de la Plaza del Coso, que perteneció a los Brihuega del Río, administradores de la Real Fábrica de Paños briocense.
En Tendilla, en su calle mayor, no debemos dejar de admirar el edificio que denominamos como Palacio de los López de Cogolludo por ser éstos los apellidos que figuran en la cartela que escolta al escudo de armas que preside su fachada, y que es de suponer corresponda a los propietarios del mismo en la época de su construcción. Es una obra sencilla, pero muy hermosa y equilibrada, de arquitectura barroca, con portón de almohadillados sillares, cargado de un gran balcón noble cuyo vano también se decora de almohadillado, y bajo un frontón rematado en pináculos alberga al escudo armero de la familia constructora. Su interior está intacto, tal cual era en el siglo XVIII en que se construyó, con escalera noble, cúpula sobresaliente que la ilumina, grandes salones con muebles antiguos y pinturas representando a los sucesivos propietarios, mas un romántico jardín en la parte posterior que se riega con las aguas del cercano arroyo.
Anejo al palacio está el oratorio o capilla de la Sagrada Familia, obra erigida por el secretario real de Hacienda don Juan de la Plaza Solano, nacido en Yélamos de Arriba, y muerto en Madrid en 1739. Propietario a la sazón del palacio, tras construir la capilla dejó a su hermana la facultad de establecer un mayorazgo para que en él se incluyera el patronato de este oratorio. Se trata de un edificio de fastuosa fachada con líneas barrocas en las que se incluye gran portada de curioso remate, y un gran ventanal que ilumina la nave interior, única, muy amplia, con breve crucero cubierto de alta cúpula hemiesférica, repleto el ámbito de complicados adornos en yeso policromado, propios del más rebuscado estilo barroco.