POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA

El otoño trae consigo una recolección de frutos variados, cultivos y cosechas silvestres que en esos miles de hectáreas ofrecen con la generosidad de siempre el rico e inmenso glosario de la micología que hoy constituye un campo respetable en la economía del mundo rural al que se llega desde todas las latitudes en busca de esos ricos y variados productos.

Las tierras de nuestro norte y oeste de la provincia junto al vecino Tras os Montes cuenta con una micología de primerísima categoría, destacando como siempre suele ocurrir lugares como San Vitero. Rabanales ha levantado la bandera de la castaña que deja poner en guardia sobre estos árboles que están comenzando a entrar de manera de decidida y muy fuerte en el campo de la economía además del viejo recuerdo romántico de la castaña de la esquina. No sé si habrá en algún ayuntamiento un censo del número de castaños de su término pero cuando están comenzando a entrar productos de fuera a base de la castaña, no está nada de sobra tener la atención debida a este árbol que con un mínimo de cuidados ofrece sus frutos.

Ayer se guardaban para las matanzas y las navidades, hoy forman parte de producto diario. Rabanales se ha constituido en el centro de este producto que afortunadamente ha entrado gracias a la decisión clara y oportuna de determinadas comarcas en el comercio general.

Con la fecha de los Santos y la llamada de las matanzas con San Martín, la castaña se convertía en nuestro mundo rural en una compañía inseparable durante todo el invierno y todas las tierras del sur de nuestra provincia estuvieron abastecidas desde Sanabria y Aliste.

La castaña estaba siempre presente en el vocabulario vulgar pero siempre con ese doble sentido de la gracia o la picardía.

Y cocidas o asadas nunca podremos olvidar las castañas pilongas que la abuela nos regalaba cuando le hacíamos algún mandado después de llegar de la escuela. Según parece la castaña ha vuelto a la vida de los mercados, lo que hace falta es que se cuide.

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