INTERVIENE GUSTAVO ADOLFO FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE GRADO (ASTURIAS)
Ante la proyección de fotografías antiguas y los relatos del coordinador municipal de Cultura, Gustavo Adolfo Fernández, no fue difícil regresar ayer a la villa de Grado de hace décadas. Aquella de El Infierno, donde cuentan que se fundaron las festividades de Santiago y Santa Ana, y donde se conservan imágenes antiguas de la presentación de la candidatura de UCD a las primeras elecciones, por ejemplo.
Algunas de esas instantáneas son las que Fernández compartió con los usuarios de la residencia del ERA de Grado. En una charla sobre sidrerías y llagares como Casa Sindo que, en su día “también tenía bolera”.
«Con este tipo de actividades rompemos con la rutina diaria del centro y, como además muchos de los mayores son de Grado, les sirve para trabajar lo que llamamos reminiscencias. Para Gustavo seguro que también es enriquecedor», destacó Nuria Gil, trabajadora social de la residencia, que cuenta actualmente con 77 usuarios.
«Casa Tarrazo, luego bar Hevia, era salón baile también y tenía algo de pensión», explicó Fernández. «Yo iba al colegio y luego comía allí», apostilló una de las usuarias. Casa Tarrazo también hizo sidra en su día, ubicada en la calle que entonces se llamaba Gumersindo Azcarate.
También La Bolera, “que era de otro Tarrazo”, se dedicó a la elaboración de sidra en la década de los veinte y treinta del pasado siglo. «Y se jugaban a los bolos una caja de sidra», recordaron los participantes de la charla. Lo que muchos no sabían era de la existencia de una fábrica de sidra achampanada entre 1913 y 1927.
«Era de la familia de Pepín Fernández, el de Galerías Preciado. La sidra se llamaba ‘La reina de Asturias’. Antes, en el mismo sitio estuvo la fábrica de bayonetas que dio origen a la fábrica de armas de Trubia. Y luego Cafés Areces. Tres de las industrias más grandes de este pueblo estuvieron ahí en Peñaflor, donde ahora hay un supermercado. Es una buena metáfora de Grado», destacó el coordinador cultural.
Lo que quedó patente es que la cultura sidrera fue muy importante para los moscones. «Ya no solo como consumidores, sino como vendedores y exportadores». Entre 1901 y 1947, Fernández estima unos 38 fabricantes distintos «que hacían, por ejemplo, unos 25.000 litros para vender». Ahora quedan unos cuantos cosecheros, pero ya ningún llagar profesional en Grado.
Encantados con la visita, los mayores de la residencia atendieron a la investigación de Fernández, apuntándole algunos nombres de la villa. También se fueron con deberes: estar atentos por si hallaran alguna botella de sidra ‘La reina de Asturias’ que se pudiera donar al museo etnográfico.