REFLEXIONES DE ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS).
Mis lectores, amigos y antiguos alumnos, recordarán mis múltiples alusiones a las enseñanzas, que en mi vida universitaria y posterior a ella, recibí del doctor don Domingo Martínez de La Peña y González.
Los maestros académicos nos pueden marcar intelectualmente y de hecho él así lo hizo con muchos de sus alumnos y también, como no, conmigo. Cuando nos encontramos en alguno de los almuerzos conmemorativos de nuestra licenciatura, siempre surge su excelsa figura, haciéndose presente, entre la gratitud, el aprecio y la admiración de los allí presentes. El doctor Martínez de La Peña, jamás pasó desapercibido. Su caballerosidad extrema, su talento de reconocido prestigio académico, su saber estar y sobre todo su plena dedicación al Patrimonio Histórico-Artístico Insular, hizo de él un imprescindible a la hora de guiarnos en nuestra vida laboral.
Mis amigos Juan Sebastián López García, Carmelo José Ojeda Rodríguez, Santiago Calzada Negrín, César Ubierna Expósito. Mis amigas: María del Carmen Martínez Pérez, Helena Bonal Caballero, Teresa Santana, María Amparo Santos Perdomo y muchos otros que también recuerdo, pero que no nombro para no hacer interminable el párrafo, somos deudores de sus enseñanzas, no sólo las impartidas en el interior del aula, sino en aquellas visitas guiadas por la geografía archipelágica, en donde con suma paciencia y perseverancia nos explicaba, una y otra vez, las singularidades de nuestra arquitectura como parte claramente manifiesta de una forma peculiar de entender a la primera de las Artes.
Con él y a través de la calle del Agua, La Carrera, Herradores, etc., en el ámbito urbano de San Cristóbal de La Laguna, aprendimos a leer muros y tapiales, descubriendo en ellos arrepentimientos, correcciones y sobre todo adecuaciones a las necesidades de sus propietarios. Me explico: una edificación en sí y a simple vista nos puede parecer uniforme y toda ella contemporánea a un momento determinado de la Historia. ¡Craso error! haría exclamar al buen profesor, don Domingo. Para sobre la marcha espetarnos: ¡Fíjate bien en la piel del edificio! ¡No te precipites en tu juicio! Bajo el encalado o enfoscado, hay mil y un detalles prestos a ser analizados por un verdadero especialista y no un mero técnico cantamañanas.
Comprobando las irregularidades de la dermis arquitectónica, atisbábamos ciertas arrugas o imperfecciones, que a viva voz nos decían que allí había habido un vano que daba forma a una puerta, ventana o postigo. Otras veces el tapial había recrecido por mor de marcar mayor privacidad a los jardines, huertas y fincas que existían tras ellos. También habían casas que sufrían cambios estilísticos, simplemente para adaptarse a una moda. En muchos pueblos y ciudades canarias, la burguesía, siempre tan dada a aparentar, elevaron las fachadas, ocultando los tejados a dos o más aguas, ya que éstos podrían traducirse como excesivamente rústicos, antiguados. En cambio, un frontis de los llamados pantalla daban cierto aire de nobleza urbanita.
Todas estas modificaciones y otras pueden ser por notorias claramente evidentes. Las que no lo son tanto, las podemos advertir en las labores de carpintería, que en fachadas suelen estar presentes en puertas y ventanas. Aunque en la arquitectura tradicional canaria se pueden extender a balcones, con o sin ajimeces y, también en sus aleros, cornisas, canes y pies derechos. De forma recurrente allí donde la cantería era costosa, las gárgolas o vierte aguas también se realizaban mayormente en madera del país (Tea de pino canario).
Dicho todo ello, escribimos a continuación sobre una experiencia personal, ocurrida hace sólo un par de semanas, mientras nos perdíamos por las calles del barrio teldense de Los Llanos de San Gregorio y, concretamente, por la zona de Arauz. Confieso mi ausencia del lugar, desde hace un par de años, tal vez algo más. Lo primero que advertí fue la degradación arquitectónica allí existente. Un buen número de casas, hogares familiares, se encontraban cerrados a cal y canto y no solamente de forma literal. Parece ser que el miedo a los okupas, llevan a muchos de sus propietarios a tapiar todos los huecos por donde éstos podrías hacerse con el edificio. Otras muchas viviendas, simplemente estaban viejitas y desvencijadas, ya que el tiempo no pasa en balde ni para ellas ni para nosotros.
Los antiguos almacenes de empaquetados de tomates, no eran ajenos a la temporalidad, unos daba pena verlos y otros habían corrido mejor suerte convirtiéndose en lofts o si lo prefieren en viviendas unifamiliares amplias y abiertas, sin divisiones aparentes en su interior, más allá de pequeños tabiques, alguno de ellos de cristal. Los talleres de mecánica, tan populares en los años cuarenta, cincuenta, sesenta y hasta setenta (siglo XX), en esa zona de Telde, ya formaban parte de la historia urbana. Nada era igual, las gentes no eran las mismas y el aspecto general dejaba mucho que desear.
Entonces detuve mi vista sobre aquellas edificaciones que mostraban signos de rehabilitación o puesta al día. Noté que algunas eran verdaderos aciertos de puesta al día. Casas modernistas e historicistas, la mayor parte de ellas de una sola planta, mostraban el buen gusto y acomodo de sus dueños, ya que sin suprimir ningún elemento constructivo-decorativo remozaron sus fachadas, restaurándolas. Deseosos de guardar las tipologías de las que eran acreedoras las mismas, invirtieron tiempo y dinero en la recuperación de las labores de carpintería y cuando éstas eran irrecuperables por su mal estado, hicieron copia fidedignas de las originales, de forma y manera que todo quedara armoniosa y perfectamente compuesto. Otros con peor gusto y dudosa legalidad se dedicaron a abrir puertas, ventanas y hasta entradas de garaje. Sustituyendo la noble madera por el más contemporáneo PVC o aluminio de todos los colores del Arco Iris. Unos pocos, imitaron la madera, otros se lanzaron por el blanco, los más audaces pusieron a su carpintería el color dorado, el bronce, y cuantos más habían en el catálogo. Los arreglos, que por supuesto no tienen nada que ver con la restauración de edificios con Historia, parece ser que respondían a una mayor utilidad para sus iluminados propietarios.
El popurrí de obras de mejoras es tal que no hay calle que no se salve de diez, quince atentados al buen gusto. Unos cuantos, seguramente los que pidieron los debidos permisos a Urbanismo, están exentos de la anarquía existente y de las críticas de este Cronista. Las fachadas fueron transformadas según proyecto, dándole un nuevo aspecto de acuerdo con los cánones de la arquitectura actual. Mas otros caen en una especie de arquitectura híbrida en donde todo cabe: huecos de puertas y ventanas reducidos pero en cuya parte superior se conservan molduras de escayola-yeso-cemento propias del modernismo, en divorcio constante con lo que bajo ellas se escupe. Ya no digamos cuando algún propietario decidido a dejar constancia de sus anhelos canarii y como si de un viacrucis se tratara, colocan en la fachada pintaderas y demás señales de la cultura aborigen, la que valoramos tanto que no seríamos capaces de someterla a tal degradación.
La ciudad de Telde fue conocida en el pasado por tener el mayor numero de carpinteros y ebanistas de toda la Isla de Gran Canaria y tal vez del archipiélago. Los artesonados de edificios eclesiásticos y privados, levantaron exclamaciones de sorpresas y excelsas valoraciones. Estos maestros de la madera no solamente contribuyeron a techos y pisos, balcones y corredores-galerías de nuestras construcciones tradicionales, sino que con el tiempo se adaptaron a otras formas y modos. Hoy asistimos a un declive total de la profesión, ya los artesanos carpinteros de valía van mermando en aras a una mayor producción industrial en donde las maquinas hacen la labor de las antiguas gubias.
Volviendo al comienzo del artículo, manifestaremos como hace cuarenta y cinco años lo hacía, nuestro profesor el doctor Martínez de La Peña y González, que viendo las hechuras de una puerta o ventana se podía deducir el ambiente socio económico y cultural del momento en que fueron hechas. Llamo aquí la atención de los técnicos de Urbanismo y Patrimonio Histórico para que no se tomen tan a la ligera dar permisos, a cuantos los piden para sustituir la carpintería tradicional (con sus diferentes estilos) por una actual anodina, fría y por lo tanto sin mayor valor. En el sector de San Juan, San Francisco y Los Llanos de San Gregorio existen verdaderas joyas de carpintería, esmeradamente trabajadas por una pléyade de artesanos que sabían y entendían de su oficio. Hay puertas que sólo con mirarlas nos rememoran tiempos pasados, ya sea aquellas lisas conformadas por meros tablones verticales, las de cartelones o las historicistas y modernistas en donde los diseños son más complicados y representan la influencia de otros lares. en alguna que otra construcción alto burguesa encontramos señas del modernismo japonizante, otros arábigos y alguno que otro muestras claras del Art Decó y el racionalismo más puro y exigente.
No estaría de más que como ya hiciera nuestro buen amigo y admirado escultor don Máximo Riol, se llevara a cabo una recopilación de puertas y ventanas características de nuestra arquitectura. Él, en su momento, se lo encargó como trabajo de final de curso a sus alumnos y, gracias a ellos, la Casa-Museo León y Castillo posee una valiosa colección, en donde se muestran medio centenar o más de esas labores lignarias, muchas de ellas verdaderas reliquias que parlan de nuestro pasado.
FUENTE: https://teldeactualidad.com/art/160636/valores-historicos-de-la-carpinteria-de-exteriores