POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Pintura al óleo sobre lienzo (1,70 x 1,37 m), atribuido al círculo del pintor hispalense Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), figura relevante de la pintura barroca española. Situado debajo del coro de la capilla del convento del Santo Cristo del Pasmo (religiosas clarisas franciscanas de Montijo). Composición, restaurada en 1991, se dispone en forma de aspa, representando a Cristo yacente sobre un lienzo luminoso de amplios pliegues, y reclinado en las rodillas de su madre, que abre los brazos con la mirada fija de manera serena en los cielos, entre interrogativa y resignada. De las piadosas mujeres, que lloran afligidas a la izquierda de la obra, sobresale María Magdalena sosteniendo y besando la llaga de la mano de Cristo. En un segundo plano, el pintor, sobre el fondo oscuro de la escena, efigia a dos varones que habían intervenido en el descendimiento: José de Arimatea y Nicodemo, junto a él San Juan, el discípulo amado con manto rojo.
Se ha creído que este cuadro fue venerado en el primitivo retablo mayor o sobre el testero del templo, dedicado precisamente, como el beaterio, a Ntra. Señora de los Remedios o de la Piedad, pero también puede relacionarse con el Descendimiento del Señor que figura en la herencia de don Miguel Olías y Zabala, regidor perpetúo de Badajoz y superintendente general de la pagaduría de juros y mercedes.
RELACIÓN CON LA ESCUELA DE MURILLO. A comienzos de diciembre del año 2017 visité la exposición “Murillo y los capuchinos de Sevilla”, que acogió el Museo de Bellas Artes con motivo de celebrarse el IV centenario del nacimiento del universal Murillo.
En ella me encontré con “La Piedad” que formó parte del amplio programa icnográfico del convento de Capuchinos de Sevilla, que sobrevivió a la invasión francesa y a la desamortización del cenobio. Una obra de marcadas y equilibradas líneas diagonales, en la que Cristo aparece muerto en el regazo de la Virgen, que mira implorante al cielo. Dos ángeles, posiblemente inspirados en las habituales estampas de la época, sostienen la mano de Cristo y lloran su muerte, Eros y Thanatos (instintos de la vida y la muerte) a los pies del cuerpo muerto de Jesús.
La concatenación de ambas obras (Montijo y Sevilla) hablan de una vinculación entre uno y otro lienzo, pues el programa pictórico del Hijo muerto (Cristo) y su Madre (Virgen María) es muy similar en ambos cuadros, así como la disposición del lienzo luminoso que sostiene el cuerpo descendido del crucificado. La obra realizada por Murillo que está en el Museo de Bellas Artes de Sevilla fue realizada entre 1668-1669.
En la investigación, que aún no he dado por concluida, pudiera estar la procedencia del Descendimiento de las clarisas de Montijo en el cura de la Orden de Santiago, don Rodrigo Alfonso Barrena Gragera (bautizado el 27/VI/1648, hijo de Fernando González Barrena y de Marina Sánchez Gragera), que fue prior electo del convento del Señor Santiago de la espada (fundado en 1405) de la ciudad de Sevilla (situado en el tramo final de la hoy calle de San Vicente, esquina con la calle Guadalquivir) que regresó a Montijo para ser cura párroco de San Pedro Apóstol, Comisario y Notario del Santo Oficio.
¿Tal vez fue algunos de los discípulos de Murillo, (Meneses Osorio, Juan Simón Gutiérrez, Esteban Márquez de Velasco y Sebastián Gómez) el que se inspiró en el modelo de su maestro para pintar el Descendimiento montijano?
Don Rodrigo Alfonso Barrena Gragera -pariente del capitán de caballos don Toribio Mateo Gragera, abuelo del I conde de la Torre del Fresno-, presidió la misa conventual celebrada el 8/X/1704 en la que se leyó el Decreto de la fundación del monasterio de clarisas. ¿Sería él el comitente para la obra que estamos referenciando dada su vinculación con la ciudad de Sevilla y el conocimiento de los artistas del momento como Murillo, Meneses Osorio y el escultor Pedro Roldán?.