POR TITO ORTIZ, CRONISTA OFICIAL DE GRANADA
La margen izquierda del Darro, frente al barrio del Sacromonte, siempre fue lugar donde guarecerse del inclemente calor granadino. Aunque actualmente no es frecuentado como entonces, en el siglo XIX y gran parte del XX, los nativos buscaron refugio a la sombra de su vegetación, y saciar la sed en cualquiera de sus tres fuentes. El muy acreditado líquido elemento que mana en el lugar, ha sido cantado en poemas y coplillas, y de el se abastecieron durante decenios, bastantes casas nobles y plebellas de la ciudad, pues no eran pocos los aguadores, que a lomos de sus borriquillos y mulos, la transportaban en enormes cántaras, que una vez en el domicilio abonado, escanciaban en jarras que se tapaban con tapete de croché, en las moradas de acomodo. Muchos granadinos se buscaron la vida, llevando agua del avellano, a domicilio. Otros la pregonaban por calles y plazas, vendiéndola a una perragorda el vaso, y los que no, ya tenían ubicación fija, como María, bajo las carteleras de los cines en Plaza Nueva, o Manuel, a la entrada del Arco de Las Cucharas.
¡Fresquita, como la nieve!, que así la cantó Antonio Molina. Todos los días a la fuente costumbre ha habido hasta hace bien poco, de acercarse a diario a la fuente, a por una botella de agua para beber en casa, incluso alguno hay que todavía se prodiga en ese peregrinar. No son pocos los que le han atribuído algunas propiedades, como evitar ardores, deshacer piedras del riñón, incluso efectos beneficiosos en la vesícula. Sea como fuere, ya el hecho de ir andando y darse el paseo desde casa, eso ya tiene efectos muy laudatorios en todos los sentidos, incluído el de la vista, dado que el lugar lo merece, aunque en ocasiones haya estado dejado de la mano de nuestros munícipes. El sitio, ha sido propicio para robar ese primer beso, en citas amorosas de adolescente, salón de lectura al aire libre, ver el regreso del Cristo de Los Gitanos, espacio de rabonas escolares de alumnos/as del Ave María, incluso en los sesenta y algo más, se podía ver a muchos granadinos ir a lavar el coche con tan preciada agua. Sín olvidar personajes populares adictos confesos al líquido elemento, como El Diamante Rubio, que bajaba del monte con su damajuana, o el mismísmo, Bernardo Sánchez, el último verdugo, que con su andar parsimonioso, y educado saludo tocando el ala de su sombrero, su capa española, o la pelliza con cuello de piel,- según la época – platicaba con los presentes, mientras el cansino chorrillo le llenaba su garrafa, iniciando después el regreso a su casa albaycinera, ascendiendo por la Calderería.
La Cofradía
Semejante espacio, a la vera del río que daba oro, con tres manantiales de rica agua, y la sombra de su vegetación autóctona, entre la que destacaban los avellanos, estaba predestinado a ser la sede oficial de, una güasona cofradía intelectual del XIX, que recibió la del fruto y que al parecer capitaneó hasta su voluntaria muerte, Ángel Ganivet. Aunque no son menos dignos el resto de cofrades, agitadores culturales de la época, que encontraban en el paraje, junto a las fuentes, el púlpito propicio, para tomarle el pulso a la ciudad y sus miserias, sín los oídos morbosos de esos parásitos, que en el local de turno desde una mesa a discreta distancia, te observan, escuchan y anotan. Los hermanos Ruiz de Almodóvar, fueron puntales de esa tertulia, junto a, Antonio Joaquín Afán de Rivera, Nicolás María López, o Francisco Seco de Lucena, solo por poner un ejemplo, de una intelectualidad bulliciosa, en una época monolítica, en la que poner sobre el tapete cualquier signo de progreso, o estética artística renovadora, bien podía reportar una condena al obstracismo literario, o un duelo al amanecer a primera sangre, sobre todo en una ciudad de provincias como ésta, en la que todavía se recurría a sacar los santos a la calle, para terminar con la pertinaz sequía.
Marina Heredia
Cuando el profesor, Jaime Heredia, «El Parrón», comunicó al claustro la buena nueva, de que había llegado al mundo su promogénita, de inmediato, los profesores Alejandro Víctor García, Francisco Manuel Díaz, Pepe Heredia Maya, Fernando Miranda y la profesora Calixta, Arcadio Ortega, Miguel José Hagerty, gitano nacido en Chicago de familia hirlandesa, Emilio Puche Cañas, Jesús Conde, y así hasta ciento un profesores/as, se fueron concentrando sin necesidad de nuevas tecnologías, en la sede claustral de «La Trastienda», en la placeta de Cuchilleros, al abrigo de vino de Huétor del tonel, y jamón treveleño, y de ésta forma se decidió día y hora del bautizo de la criatura. Como Jesús fue bautizado por su primo en las aguas del Jordán, la niña tomó el Sacramento en las aguas del Darro, bajo el barrio de los suyos, arropada por las tres fuentes del avellano y del Tajo del Polllero. Testigo de excepción, su bisabuela, «La Parrona», matriarca ejemplar de toda una extirpe gitana, que a pesar de contar con casi un siglo, tuvo el genio necesario, como para arrancarse al son de las palmas, haciendo sonar su faltriquera. Las aguas del Darro y del avellano son tan generosas, y a la niña le sentaron también, que hoy es conocida en todo el mundo como, Marina Heredia.
FUENTE: EL CRONISTA