POR DAVID GÓMEZ DE MORA, CRONISTA OFICIAL DE LA PERALEJA, DE PIQUERAS DEL CASTILLO, VALDEPINO DE HUETE, SACEDA DEL RIO Y CARECENILLA (CUENCA)
Mucha gente desconoce que el primer genocidio de la historia moderna está directamente arraigado con la Revolución Francesa. Un episodio del pasado de Francia, que paulatinamente está comenzando a conocerse mucho mejor, debido a que no será hasta hace unas décadas, cuando saldrán a la luz diferentes trabajos, en los que se reflejará con testimonios escritos y pruebas de peso, muchas de las barbaridades cometidas contra una región del país galo, con motivo del levantamiento en armas de una parte de su campesinado.
El pueblo llano coaligado con la nobleza local y el clero de la región, acabó defendiendo las consignas religiosas, que los liberales estaban censurando por toda la nación, y que como sabemos, bebían de las políticas emanadas de aquella ilustración, que pasaban por desestructurar socialmente toda una población que estaba notablemente arraigada a su credo religioso, y donde para poder suprimirlo, el republicanismo arrasará con todo aquello que fuese contrario a los nuevos ideales.
Tengamos en cuenta que los cambios acaecidos durante esos primeros años desde el estallido del conflicto sociopolítico de 1789, no se habían traducido en ningún tipo de consecuencias o mejoras positivas que permitiesen manifestar un avance social y económico en buena parte del país.
Mientras tanto, el discurso de odio hacia la iglesia francesa, iba extendiéndose como la pólvora, especialmente hacia el clero refractario, el cual como sabemos se opuso a jurar una constitución que omitía el valor de la religión.
A todo este escenario de fondo, hay que añadirle la resistencia de la población rural de la región de la Vendée. Para una parte importante de la cual, aquellas nuevas ideas de la revolución, únicamente se estaban traduciendo en más miseria, y poco después en ríos de sangre, con motivo de todo tipo de atrocidades cometidos contra sus habitantes, al efectuarse continuos crímenes contras menores, mujeres y gentes de todas las edades, simplemente, por ser habitantes de aquella región.
Insignia portada por los realistas durante la guerra de la Vendée
Las fuentes escritas de la época son testimonios de una macabra realidad, que apreciamos en las referencias que se han conservado, estando un bien tiempo relegadas al olvido, hasta que finalmente, emergerán a la luz, gracias a un minucioso trabajo de investigación, que representará la base historiográfica de esta realidad oculta, y que radica en la tesis de Reynald Secher.
Cabe recordar que durante el estadillo de aquella guerra civil, y extendida a lo largo de una serie de años entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios del área rural, se vivirán un amplio conjunto de trágicos desenlaces, en los que la represión y desproporción de las actuaciones por parte del bando liberal, fueron una tónica constante.
La persecución contra un sector de la población que defendía los valores tradicionales del catolicismo, además de su derecho al mantenimiento de sus costumbres, alcanzará una escala nunca vista hasta la fecha.
Hay que pensar que la situación de miseria en la que se estaban viendo involucradas aquellas personas desde hacía mucho tiempo, se deberá contextualizar con la negativa de querer colaborar en las levas que los obligaban a luchar contra compañeros de idéntica corriente ideológica, además de como se ha indicado: la importancia que tenía para estas personas la preservación de su credo religioso, y que obviamente estaba en consonancia con el modelo tradicional de monarquía que hasta la fecha había imperado. No sería por ello un error el afirmar que la Vendée representaba un caladero de adeptos al movimiento de resistencia, y que paulatinamente se convirtió en una pesadilla y hueso duro de roer para los liberales franceses que desde París controlaban la nación.
Las consecuencias de aquella barbarie según algunas fuentes, se tradujeron en la muerte de más de 100.000 campesinos, incrementándose especialmente tras las carnicerías de las conocidas como “Columnas Infernales” del bando republicano, en donde ya nada se miraba. Los testimonios y fuentes históricas que se han conservado sobre estos trágicos sucesos, son realmente estremecedores.
Por desgracia, como cuando se tratan todo este tipo de cuestiones, la polémica siempre está servida, de ahí que incluso encontremos un creciente número de investigadores que minimizan la letalidad de estas sangrías humanas.
Para el lector más curioso y que desee profundizar en esta cuestión, nos remitimos a la base del estudio donde se toca el núcleo de la temática: La Vendée-Vengé, Le génocide franco-français (del profesor Reynald Secher -1986-); o el interesante libro escrito en castellano por Alberto Barcena Pérez (2016): La guerra de la Vendée. Una cruzada en la Revolución, en el que se aportan datos preciosos que reflejan el desarrollo de un genocidio encubierto hace más de doscientos años atrás en las tierras de nuestro país vecino.