POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID).
No hace falta ir a Italia para visitar una ciudad eterna. Ni para decir que has estado en la capital del antiguo Imperio Romano. A poco más de legua y media de Brazacorta se encuentra Clunia, por un camino del destierro y de tierra, pasando por el pueblo de don Diego Marín, Coruña del Conde, nuestro pionero de la aeronáutica que allá por 1796 se descalabró después de tirarse desde la peña más alta del castillo y recorrer 431 varas castellanas hasta llegar a un llano más allá del rio Arandilla. Hasta Soria pasando por el Burgo quería llegar nuestro aviador si no se le hubiera soltado un perno de sus plumíferas alas. Clunia ya era páramo cuando ocurrió este vuelo pero fue durante unas semanas la capital del Imperio Romano al ser nombrado allí César, Servio Sulpicio Galva. De ahí lo de Clunia Sulpicia. Esto ocurrió en junio del 68 d.c. pero el emperador apenas llegó a enero del 69. «Matadme si de ello depende el bien de Roma» y vaya si lo mataron.
Pero ya sabéis que Clunia tiene otra celebración y es la romería de varios pueblos cercanos en distintas fechas. Brazacorta va a Clunia el primer sábado de mayo… y es mañana. Llevo varios años sin poder ir pero seguiré recordando lo que viví hace años en una de esas romerías, junto a la ermita de la Virgen de Castro, en el altozano donde una vez hubo una urbe de 30.000 personas… con sus termas, con su teatro… con sus Lex Romana, y donde el recuerdo me hace ver, como en melancólicos mosaicos, estampas donde hay gentes que ya no están pero que siguen peregrinando en el corazón de los que quedan…
«ORA PRONOBIS…
Y sucedió.
Y me fui de romería (de la Virgen de Castro)…
Y escuché a los abuelos decir “Ora pro nobis” tras una cruz.
Y le pregunté a uno qué significaba eso de “ora pro nobis”, y me dijo extrañado… joer, es lo que siempre se dice.
Y alguien le comentó al cura que si el rosario que cantaban a la puerta de Clunia, frente a un bar, no lo podían hacer dentro del bar.
Y comimos “ como animales” (expresión de mi amigo Mariano).
Y bebimos, según costumbre, vino en un plato de plata donde había bebido medio pueblo.
Y jugamos al mus cuatro partidas… y ganamos y perdimos…
Y como no había rosquillas borrachas, cogieron unas muy secas y las mojaron en vino.
Y bebimos más vino a discreción que ponía el ayuntamiento.
Y me enrollé (palabra textual de mi mujer) con la guarda de las ruinas, pero sólo hablamos de historia…
Y entre el vino, el pacharán, y otras bebidas nos cogimos un melocotón…
Y entre nubes y solana saltaba la tuta mientras pasaba la tarde…
Y volvimos al pueblo, y nos comimos chuletas, pancetas y morcillas.
Y estuvimos en el bar hasta las tantas y cogimos el melocotón que había sobrado…
Y le dimos mi hija y yo, los regalos a su madre (tiesto incluido que se ha hecho más de cuatrocientos kilómetros)
Y llegué a Madrid, después de chupar caravana…
Y aquí estoy, mirando el calendario y viendo dónde está San Isidro.
Y echando ya de menos… todo lo anterior…»