POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
El Palacio de los Barrantes-Cervantes, sede de la Fundación Obra Pía de los Pizarro en Trujillo (Cáceres), organiza y acoge el próximo viernes 17 de mayo, a las 20:00 h, la inauguración de la exposición y la presentación del libro, que su autor Adolfo García Jiménez ha nominado “Trujillo, alma y luz”. Exposición que estará abierta hasta el 9 de junio. Hace meses que Adolfo me invitó que hiciera los textos para la exposición y el libro. Tengo que decir que he disfrutado en su composición. Dejó aquí un adelanto:
“La calidez humana de Adolfo, su pasión y buen hacer por la ciudad en la que nació y vive, presenta un caminar fotográfico desde el corazón y los pulmones que late y respiran en el padrón de la Villa. Paisaje, colores y sabores. Alma que goza habitando en los zaguanes donde descansa la memoria, los recuerdos y los días. Allí, en la Villa, el lenguaje fotográfico, la creación y sensibilidad de Adolfo transmite para el espectador emociones de forma sencilla, atractiva y bella.
“Trujillo, alma y luz” evoca linajes del pasado, conquistadores y colonizadores que pregonan, cantean y repujan artísticos blasones y escudos. La Villa, ciudad medieval, que exhiben las fotografías de Adolfo son puertas que se abren. Torres y miradores. Arrobos místicos en el verdor de la hiedra. Ruinas rehabilitadas que han dado una segunda vida. Rezos que van y vienen en clausuras donde se proyecta la sombra de Dios. Campanarios que alaban, lloran, llaman y alegran las fiestas. Todo, absolutamente todo, captado y transmitido. Instantes que con precisión el autor estudia, calculando el encuadre propicio que ofrecen las arterias del corazón de las estrechas calles de la Villa.
Atardeceres dorados, balanceo morado de buganvillas. Amapolas que se desangran. Brumas que saben a incienso. Sombras y penumbras. Lluvia que llora empapando las piedras. Arco iris alegrando los cielos. Cigüeñas que emprenden el vuelo. Sinfonía de pájaros. Luz que en sus bostezos ensancha con alborozo los brazos del viento. Lunas grandes, redondas que traen los sueños. Contrastes y recuerdos que asombran y labran el tiempo. Amaneceres que renacen a la vida.
Todo hecho desde el caminar de los días. Desde la espera de la liturgia del prodigio hondo de la primavera. Bajo las notas ardientes del verano que derraman las siestas. En la luz tamizada del otoño. En el relente y escalofríos que producen las madrugadas de invierno. Adolfo ha esperado el azul cielo de lo serenamente bello. Nubes de color corinto en sus atardeceres. Mañanas limpias y cadenciosas. Mediodías fogosos. Noches tibias, borrando penas y preguntas.
Todo en una ciudad que calla en su hermosura. En las fotografías, en cada una de ellas, están la sensibilidad y el buen oficio de Adolfo. Sus fotografías son pura poesía que alegra la vida”.