LA CASA DE CASTRIL
Jun 05 2024

POR TITO ORTIZ, CRONISTA OFICIAL DE GRANADA.

Museo Arqueológico

Dicen algunos vecinos, que todavía hoy, después de más de cinco siglos, se sigue apareciendo por la casa y sus contornos, aquella doncella vestida de blanco. Vaga sin descanso eterno, buscando a su joven amante, aquel que su padre hizo ahorcar colgado del balcón, y que posteriormente emparedó cegando el ventanal. Y en recuerdo de los gritos que el doncel, exhalaba pidiendo justicia antes de morir, el padre de la muchacha hizo grabar en la fachada la frase: “Esperándola, del cielo”. En clara alusión a quién ya pendía del invernáculo, colgado de una soga. 

La Casa de Castril, tiene ésta y otras historias, aunque hoy la traemos a nuestras páginas, porque en su corazón, contiene estancia, donde resguardarse de los rigores del calor. Es su patio una joya arquitectónica, de belleza abrumadora, cuyas arcadas nos permiten guarecernos de sol y lluvia a nuestro antojo. Y en el caso del verano, disfrutar de un lugar junto al Darro y la Iglesia de San Pedro, donde no notar los rayos del sol y sus consecuencias en el termómetro. 

Hernando de Zafra 

Se dice que fue un discípulo del gran, Diego de Siloé, quién en 1539 tuvo la oportunidad de levantar en tan bello lugar, éste palacio renacentista, que, a los pies mismos de La Alhambra, destaca por su belleza y hospitalidad, cosa – ésta última – que no todos consiguieron en la época a la que nos referimos. Sebastián Alcántara, supo dotar al edificio en su parte externa de la personalidad y el rengo de su moradores, mientras que, en el interior, consiguió hacer habitables y disfrutables todas sus estancias, pero, sobre todo, el patio, que a medida que la tierra se mueve en derredor del sol, va dejando espacio para que los seres humanos se refugien siempre que lo hagan en el sentido de las agujas del reloj. El que fuera secretario de los reyes católicos, Hernando de Zafra, fue entre otros, su morador y señor de los contornos, como bien rezan conventos y calles adyacentes, y disfrutador por lo tanto, de éste patio, paraíso urbano de Granada, en el que sólo rige la norma del sonido de su fuente, saciadora a través de los siglos, de la sed de justicia y agua de una población enamorada de la vecina de enfrente, La Alhambra. 

Museo 

El mismo año en que se funda la hermandad decana de la semana santa de Granada, y con ella se reinicia desde el Albayzín el Vía Crucis legendario, se hace la ciudad con ésta Casa Palacio para disponer en ella el museo arqueológico, aunque la historia comenzó en el siglo XIX, y compartió el espacio con el Museo de Bellas Artes, hasta que, en la década de los cincuenta del pasado siglo, éste subió más alto, en concreto, hasta el Palacio de Carlos V. El Museo Arqueológico y Etnológico granadino, posee importantes testimonios del Paleolítico y el Neolítico, con restos de las civilizaciones, Ibera, fenicia, romana y árabe. La singularidad de sus piezas, lo hacen de un gran atractivo, no siempre bien promocionado, en ocasiones, por qué no decirlo, porque la ubicación de tan importante legado, requiere hoy día de unas condiciones climáticas y de conservación, que éstos edificios no permiten, por muy bonitos e importantes que sean. 

Joaquina Eguaras 

A tres años del siglo veinte nació Joaquina en el norte español, aunque el traslado de su padre a Granada, la convierte en “greñúa” con tan sólo dos años. Es, por lo tanto, una de las nuestras, que como veremos, se adelantó a su tiempo, y supo poner su granito de arena para hacer de ésta ciudad una urbe más moderna y culta, a pesar de todas las dificultades que tuvo que salvar, de ésta parroquia inmovilista, por desidia y naturaleza. Eguaras Ibáñez, fue una de las primeras mujeres en llegar a la Universidad, – en concreto, la segunda -y no solo terminar sus estudios, sino complementarlos y convertirse en la primera mujer profesora de nuestra institución, heredera de la de Jusuf I. Conocedora del árabe y el hebreo, pero sobre todo de nuestro pasado histórico, no pudieron encontrar mejor responsable para el Museo arqueológico. Joaquina fue, además, una dinamizadora excelente de la actividad cultural de Granada con carácter internacional, una genial granadina nacida en Navarra, que disfrutó antes que nosotros, del fresquito que hace en éste patio de la casa de Castril, y de uno de sus tesoros más preciados: Su oculto jardin

FUENTE: T.O.

 

 

 

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