MIEDO A LOS JUDÍOS

POR MARÍA DEL CARMEN CALDERÓN BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CABEZA LA VACA (BADAJOZ) 

Nuestros mayores en el pueblo contaban a nuestros padres y éstos a nosotros después, que los judíos escupían y no eran de mucho fiar. Lo primero he podido comprobar en su «propia tierra» que es una costumbre que tienen, sobre todo expresan con ello, su odio o el odio que deberían tener a ciertas personas, no judías, claro, ni de religión ni de tradición cultural ni tampoco de forma racial. Parece ser cierta la costumbre ancestral de escupir a las personas porque no es solo algo que se cuente, también es algo que se ve, sobre todo en los judíos más tradicionales que portan la levita que los caracteriza.

La segunda cuestión, la que expresaba el convencimiento ancestral de que los judíos eran malos habría de entenderla de dos hechos.

En primer lugar, la religión judía no prohibía la usura, la católica sí, era pecado. Por tanto, los judíos, grandes mercaderes y banqueros, campaban a sus anchas poniendo impuestos y usura en sus transacciones comerciales. Tales prácticas abominaban al pueblo, lógicamente. En segundo lugar porque la memoria histórica a largo plazo, la historia que se recuerda y transmite ancestralmente, oralmente y, no tan oralmente, porque quedan testimonios escritos al respecto, reflejaban a este colectivo como un colectivo hostil y agresivo, «ladino» se decía, de poco fiar, traicionero y cruel.

La base estaba en crónicas como la que se transcribe seguidamente, tratándose del martirio y crucifixión de un niño cristiano, que tristemente se hiciera famoso, no por ser el único, -en toda Europa hay testimonios de estas prácticas-, sino porque parece ser que fue el motivo que  encendió los ánimos de los cristianos y de la Corona para intentar resolver el problema que suponían en España los judíos. Hablamos del proceso del Santo Niño de la Guardia, que venía a recordar prácticas judías allá por el año 1491:

“Celebrábase tranquilamente por los cristianos la Navidad de 1468 cuando vino a turbar su quietud la irritante nueva de que los judíos de la Aljama de Sepúlveda, aconsejados por su rabino, Salomón Picho, habíanse apoderado de un niño cristiano, y llevándole a un muy secreto lugar, cometido en él todo
linaje de injurias y violencias. Al fin, poniéndole en una cruz, habíanle dado muerte, a semejanza de la que al Salvador impusieron sus antepasados. Divulgado en tal forma el hecho, llegó luego a conocimiento del Obispo de Segovia, Don Juan Arias Dávila, judeoconverso, hijo del Contador Mayor de Enrique IV.

Fiel a la política de los neófitos, apretó don Juan en el castigo de tal manera que, conducidos a Segovia los acusados, fueron hasta dieciséis entregados a las llamas, y puestos los restantes en la horca, después de ser arrastrados. No satisfizo, sin embargo, tan duro castigo a los moradores de Sepúlveda. Así, tomando las armas, al saber que el obispado se contentaba con tan poco, dieron de rebato sobre la judería, inmolando en sus propias casas a la mayor parte de sus moradores. Salváronse algunos en la fuga; pero al buscar asilo en las cercanas villas y aldeas, llevaban delante de sí la fama de su crimen, que despertaba en todas partes análogas sospechas y acusaciones”.

Del proceso se hace eco el cronista Diego de Colmenares en su Historia de Segovia, en 1637. Tenemos también el tema en las comedias históricas de Lope de Vega, en El niño inocente y en La imagen de Cristo (de José de Cañizares), autógrafo e inédita. Estudio crítico y transcripción de Manuel
Romero de Castilla
, obra publicada Madrid por los Hermanos de la Doctrina Cristiana, en 1943. En su segunda edición llevaría como título Singular suceso en el reinado de los Reyes Católicos, lo publica en Madrid Ediciones Rubí, en el año 1946. Recientemente José Antonio Ramos Rubio lo refiere en su Historia de los Reyes Católicos. Su presencia y protagonismo en Extremadura, 2024.

Este suceso quizás fuese la gota que colmase el vaso y preparase los ánimos para que el día 31 de Marzo de 1492, fuese expedido el decreto de expulsión de los judíos, dando tres meses para la conversión o la expulsión, la expatriación se habría realizado no como imperativo con expropiación sino con el valor de sus bienes, que no habría de satisfacerse ni en plata ni en oro, ni tampoco en mercancías reservadas. Ante las protestas, otro edicto se emite prorrogando el plazo más allá en nueve días tras el límite en principio fijado.

Como eran magos de las finanzas, gracias a sus operaciones de crédito, consiguen salvar buena parte de sus fortunas, pero no todos, muchos quedaron en la ruina y marchan a Portugal, sobre todo, hecho que a la postre sería nefasto a la hora de conseguir privilegios de noblezas por cartas de hidalguía, ya que la limpieza de sangre exigía estar limpios de sangre de moros y judíos en varias generaciones. Todo el que procediese de Portugal, era mirado con lupa, porque hacia allí fue el grueso poblacional que decidió marchar y no acatar las condiciones que el Gobierno les imponía.

La historia del Santo Niño de la Guardia se relata en este grabado de la época. Hurto del niño a la puerta de la Iglesia de Toledo Delante de testigos falsos ante Pilatos Le azotan cruelmente atado a una columna Coronanle de espinas Lo presentan a Pilatos diciéndole Ecce Homo Lleva la cruz a cuestas Le sacan el corazón a la vista de su madre Son conocidos por los resplandores de la Hostia Consagrada Los prehenden en la Iglesia de la Guardia Buscan el cuerpo donde lo enterraron y no lo encuentran Son castigados por el Santo Tribunal

FUENTE: https://cabeza-la-vaca.blogspot.com/2024/06/miedo-los-judios.html

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