VALDEDIÓS Y LA VIDA MONÁSTICA

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARIONDA (ASTURIAS).

Vista general de Valdediós (concejo de Villaviciosa) con el Monasterio de Santa María y el templo altomedieval dedicado a San Salvador, representativo de la arquitectura prerrománica asturiana.
Iglesia conocida popularmente como «El Conventín», con más de 1.100 años.

(La editorial «Asturias Actual» acaba de publicar el libro digital gratuito «Valdediós, Historia y Arte», cuyo contenido en más de 1.000 páginas puede el lector o lectora visualizar escaneando el código QR que adjunto.

Cuando se me ha pedido mi colaboración desinteresada para este libro les remití el artículo que aquí reproduzco, el cual aparece en el citado libro a partir de la página 94, junto al de otros eminentes historiadores y estudiosos de este muy querido lugar con más de mil años de historia).

================= VALDEDIÓS Y LA VIDA MONÁSTICA =================

Como es bien sabido fue el día 27 de noviembre del año 1200 cuando el rey Alfonso IX de León y su esposa Berenguela cedieron a los monjes del Císter la heredad de “Boiges” o “Boides” con la intención de fundar allí un monasterio dedicado a Santa María, exactamente en el lugar al que los monjes le dieron el nombre de “Vallis Dei” -(el Valle de Dios, Valdediós)- dando inicio las obras de la iglesia de la abadía el 18 de mayo del año 1218 bajo la dirección del maestro Galterio, siendo abad del monasterio Juan IV.

Hasta la orden conocida como Desamortización de Mendizábal en el año 1835 pasaron más de seis siglos de vida monástica en el célebre e insigne cenobio valisdeyense.

En los venerables muros de Valdediós quedaron plasmadas las habituales técnicas constructivas del Císter, siempre presididas por el ascetismo, bien diferentes a las de los cánones románicos de los benedictinos y casi opuestas a la de los cluniacenses, cuya exuberancia decorativa era palpable en sus monasterios, de modo que la reforma cisterciense se asentó bajo la ascesis y la pobreza constructiva de san Bernardo.

De entrada hay que reconocer que para nosotros -hombres y mujeres del siglo XXI- no deja de sorprendernos aquella forma de vida monacal en la que se dedicaban las veinticuatro horas del día al rezo, el trabajo y el silencio.

Desde que se levantaban -sobre las 4 horas de la madrugada- para comenzar el Oficio Divino, hasta el rezo de Completas y canto de la Salve sobre las 21,30 horas, toda su vida giraba en torno a la entrega a Dios, a modo del incienso que se eleva en su presencia.

La celebración diaria de la Eucaristía -junto con las horas canónicas- era el centro de las vidas de tantos centenares de monjes que habitaron el santo lugar de Valdediós.

Desde la Edad Media -en la Europa cristiana- las horas canónicas son una división del tiempo hoy llamada Liturgia de las Horas: Maitines (antes de amanecer), Laudes (al amanecer), Prima (sobre las 6), Tercia (sobre las 9), Sexta (sobre las 12), Nona (sobre las 15) y Completas (sobre las 21 horas).

Eran “horas mayores” y de obligada asistencia a la iglesia: Maitines, Laudes y Vísperas.

Desde los medievales relojes de sol hasta hoy siguen sonando las campanas monásticas en los cada vez menos conventos y abadías, especialmente en Europa.

Cuando se escriben estas líneas -en el año 2024- quedan en el mundo unos ciento sesenta y cinco monasterios cistercienses de la estricta observancia (conocidos como trapenses u orden de La Trapa, por su fundación como reforma de la orden del Císter en 1664 en la abadía de Ntra. Sra. de la Trappe, en la baja Normandía francesa, retornando a la genuina regla de san Benito).

Unos dos mil monjes y mil setecientas monjas quedan en el mundo bajo esta orden monástica concreta.

Es el Monasterio de Valdediós un lugar del que manan a manos llenas la historia, el arte, la cultura, el paisaje y -especialmente- una religiosidad que da sentido a todo el conjunto monástico, el cual parece detenido en el tiempo, como si el “Cistercium” de san Bernardo siguiese haciéndose eco desde el hondón de los siglos.

Valdediós sigue siendo memoria de miles de vocaciones religiosas, tanto en tiempos monacales como en los años en los que estuvo dedicado a Seminario Diocesano (1923-1951).

Recorriendo diversos lugares del monasterio durante mis estancias en Valdediós tras la restauración de la vida monástica bajo el prior Jorge Gibert Tarruell -desde el año 1992 hasta 2009- pude contemplar con detenimiento el renovado conjunto arquitectónico que mira a sus dos claustros y a la iglesia principal, sin poder dejar de hacer de alguna manera presentes a tantos como lo habitaron durante siglos.

Como los monjes cantaron en comunidad tantos miles de veces en una de sus múltiples estrofas, venimos en recordar con ellos:

“Alabado sea el nombre del Señor, de la salida del sol hasta su ocaso”.

Los hechos de todo tipo vividos entre los muros del Monasterio de Valdediós son para muchos muestras de vida y de entrega total a Dios.

Actualmente la cada vez más reducida vida monástica tiene como misión ante el mundo afirmar no solo el mensaje de la Salvación (que para el monje -o monja- es esencial), sino también los valores humanos más fundamentales que el mundo necesita recuperar con urgencia.

La integridad personal, la profundidad, la paz interior, la autenticidad, la capacidad de disfrutar de la creación de Dios y de dar gracias son parte de los cimientos morales de este tipo de vida -antes y ahora-, porque descubren su identidad cuando aceptan su lugar y su camino en medio de las personas y de las cosas, en su situación histórica que no tenemos por qué comprender completamente.

Decía que la Liturgia de las Horas en la Orden Cisterciense se realiza según las Horas transmitidas por la Regla de S. Benito, y me parece oportuno concluir esta participación -solicitada por Asturias Actual- con uno de los himnos litúrgicos de su Oficio Monástico.

Sea memoria viva de tantos que pasaron buena parte de sus vidas entre los venerables muros de este sagrado recinto de Santa María de Valdediós.

“Señor, tú no abandonas al que busca la lumbre de tu rostro,

aquel que con fe viva y valentía siembra en la espera.

Creemos en tu nombre, confiamos en tu misericordia.

Alcázar y refugio en el peligro, roca y victoria.

Guardamos tus decretos y queremos vivir en el amor,

unidos en la fuerza que redime: Cristo, el Señor.

Recibe, Padre santo, nuestras vidas como incienso de ofrenda

que sube en la alabanza de la tarde en tu presencia”.

Aquí acabaron durmiendo en la tierra el sueño eterno de la paz, y en el cielo -como prístina Ave Fénix- asociados a Cristo triunfante y glorioso, entonan ante el Cordero uno de los cánticos del Apocalipsis:

“Gracias te damos, Señor Dios Omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar”.

En Valdediós creyeron, trabajaron y entregaron sus vidas con la memoria de las palabras de san Pablo a los corintios:

“En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de la trompeta, los muertos despertarán”.

FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

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