SAN PEDRO ECHA LAS LLAVES AL CIELO…

POR JUAN PEDRO RECIO CUESTA, CRONISTA OFICIAL DE TORNAVACAS (CÁCERES)

Este, 29 de junio, se ha celebrado a San Pablo y a San Pedro. Este último, como otros muchos santos, tiene un símbolo asociado: las llaves. La tradición dice que Jesús concedió las llaves del Reino de los Cielos a San Pedro, por ser este uno de sus apóstoles más cercanos. Estas llaves, dentro de la iconografía de la Iglesia católica, tienen una gran importancia al representarse en escudos papales, en alusiones a San Pedro dentro de las iglesias…

Y estas llaves y San Pedro, guardan relación con el dicho al que dedicamos estas líneas: “San Pedro echa las llaves al cielo”, es una frase que está relacionada con la recolección de la cereza y que se la escuchamos decir a nuestros mayores, aún hoy día, con frecuencia. Quiere decir que a partir del 29 de junio, el día de San Pedro trae consigo el fin de las lluvias que, principalmente en forma de tormenta, aún son usuales durante el mes de junio, y una mayor seguridad meteorológica que no dañe el fruto. Y es que, los días entre San Juan (24) y San Pedro (29), también eran y son temidos por ser usual producirse en ellos fuertes tormentas, como la que tuvo lugar ayer día 28 de junio y que perjudicó, aún más, a la cereza que todavía queda por recolectar.

Pero entendamos este dicho en su contexto. Hasta hace muy poco tiempo, cuando “San Pedro echaba las llaves al cielo”, era cuando, al menos en Tornavacas y en otras zonas del Valle del Jerte que se encuentran a similar altitud, comenzaba a recolectarse gran parte de la cereza. Variedades que hoy ni siquiera ya existen (como la Mollar) o que están en serio peligro de extinción (como la Pico Colorado), eran recolectadas de esa fecha en adelante.

Hoy, cualquiera que tenga contacto con el mundo de la cereza, es consciente de que algo está cambiando y que ese dicho relativo a San Pedro, actualmente, parece no tener sentido. ¿Y ello a que se debe? Si analizamos la tendencia general de lo que llevamos tan solo de siglo XXI (ni siquiera 25 años), las campañas de recolección cada vez son más habituales que vengan adelantadas por los inusuales días de calor que se vienen registrando en febrero, marzo o abril, que adelantan el proceso de floración, cuajado y desarrollo del fruto. Por tanto, cada vez es más inusual que las campañas se extiendan hasta los primeros días del mes de agosto como hasta hace poco tiempo así sucedía en poblaciones como Tornavacas y otras zonas del valle de similar altitud.

Por otra parte, este adelanto de la época de recolección trae consigo mayores riesgos en lo relativo a los fenómenos meteorológicos. Junio, como mes de primavera que en gran parte es y que es donde actualmente se concentra el grueso de la recolección, suele traer varios días de lluvias y eso perjudica notablemente a las variedades que en este mes se recolectan. También, la masiva implantación de variedades de tiempo medio y de gran calibre como Lapins o Summerland (ambas originarias de Canadá), cuya recolección se concentra en 15 o 20 días, ha traído consigo problemas de absorción de tal volumen de cereza por parte de los mercados, produciéndose sensibles bajadas de los precios (o puntuales paralizaciones de la recolección) en los días que más kilos se recolectan. Y no digamos ya el gran problema que representan plagas propias de un mundo globalizado e hiperconectado como el que vivimos (caso de la Drosophila suzukii, mosca asiática invasora) que han alterado el ecosistema tradicional de la comarca y los microorganismos e insectos típicos de nuestra zona. Por no hablar ya del agua, en una comarca en la que “nunca ha faltado el agua” (ni falta, hasta ahora), pero que cada vez es más usual, en verano, ver mermado el cauce del río Jerte y de las gargantas que en este desembocan.

Por tanto, el mundo de las cerezas en el Valle del Jerte ha conocido importantísimos cambios en lo poco que llevamos de siglo XXI y cualquiera que esté leyendo estas líneas que tenga el más mínimo conocimiento de la cereza, sabe que esta tiene por delante una serie de retos o problemas que hay que solucionar ya si se quiere que esta siga siendo el motor económico de la comarca.

Mientras tanto, en este escenario de cambios pero también de incertidumbres, las variedades incluidas dentro de la Denominación de Origen Picota del Jerte, de seguir esta tendencia, pronto serán objeto de museo, cuando deberían ser potenciadas mucho más por todos los agentes implicados en la cereza, puesto que son una de las señas de identidad de la producción cerecera de la comarca. VAN, Summerland, Lapins…son variedades de cereza que son cultivadas en otras partes de España y del mundo, pero Ambrunés, Navalinda o Pico Negro, no. La tendencia de pérdida de importancia de la Picota de hace unas décadas para acá es ya una realidad, cuando tan solo hace 30 años (entre Ambrunés y Pico Colorado), en 1994, el total de kilos recolectados sobrepasaba los 9 millones y, en la actualidad, no llega a los 4.

¿Volverá a tener sentido el dicho de “San Pedro echa las llaves al cielo” y su relación con la campaña de la cereza? El tiempo lo dirá.

FUENTE: J.P.R.C.

 

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