PROBLEMA LINGÜÍSTICO DE ALTURA- LA AERONÁUTICA EN 1924

POR BIZÉN D’O RÍO MARTÍNEZ , CRONISTA OFICIAL DE COMARCA DE LA HOYA (HUESCA) 

La política aeronáutica que era estrenada en España el año 1923 resultó ser como un importante revulsivo  para la industria española, ya que se iniciaba una renovación que llegaría hasta 1926, es decir, un programa aeronaval de tres años en los que se pretendió renovar la fuerza aérea con un montante de 105 millones para las nuevas escuadrillas y 70 millones para instalaciones fijas, tratando de poner fin a la penuria financiera que había sido la norma desde la creación del arma de aviación en 1911.

Si la Primera Guerra Mundial había propiciado una rápida sustitución de importaciones que afectó lógicamente a aeroplanos y motores, la Paz de Versalles abría una nueva etapa que se prolongaría hasta 1922 en que se volvería a las compras en el extranjero aprovechando los bajos precios internacionales, no obstante, a partir de 1923 se reactiva la producción nacional, que al hacer la inclusión de estructuras metálicas, en los aparatos, motivaría la constitución de “Construcciones Aeronáuticas S.A. ( CASA)”, Aunque oficialmente nació en el mes de marzo de 1923, cuando quedó constituida la empresa Construcciones Aeronáuticas, Sociedad Anónima (CASA), figurando como accionistas la Sociedad Electromecánica de Cataluña con el 34%, José Tartiere y Lenegre con el 8%, José Ortiz Echagüe con el 6% y el Estado con el 52%, no iniciaría sus trabajos hasta mayo de 1924, en que se inauguró la factoría de Getafe, construyendo bajo licencia aviones Breguet. El primer pedido abarcó 26 Breguet 19 y la producción total de este tipo alcanzó finalmente los 400 ejemplares.

Un tiempo en el cual, la navegación aérea había introducido en todos los idiomas un gran número de palabras nuevas y en muchos casos antes de adoptarse un término en definitiva, habían sido varios los empleados para expresar la misma idea, siguiendo claro está las preferencias de todo inventor y de su equipo. No es de extrañar pues, que en 1924 en que hubo un gran aumento de de la aeronáutica, se planteara el problema para la designación del pequeño avión ligero, de poca potencia, que se había comenzado a ver surcando los cielos. Como era lógico y dado el carácter de español de a pie, las opiniones de dividieron entre dos vocablos : “Avioneta y Motoavieta”.

El primero lógicamente era el diminutivo de Avión, derivado directamente, como camioneta de camión, bicicleta de biciclo, etc. 

El segundo significaba literalmente avieta con motor, precisamente porque el nombre avieta primitivamente fue aplicado a los Aparatos con los que se pretendió volar por medio de la sola fuerza del piloto, claro que, luego se adoptó en general para los aviones sin motor, ya que resultaba del todo insuficiente para describirlos la palabra “planeador”, pues el vuelo a vela era algo mas que un simple planeo.

Parece ser que fueron abundantes los análisis que se hicieron de estas dos palabras. Hubo numerosos partidarios de la palabra “avioneta”, alegando que el avión ligero no era sino un pequeño aeroplano esencialmente igual a los grandes aparatos, con los mismos medios de sustentación, propulsión, arranque y aterrizaje. Sin embargo hubo quienes consideraban que no podía negarse que los modelos de aviones minúsculos, con motores de escasa potencia, eran una derivación directa e inmediata de las avietas, mas o menos veleras, de los concursos de vuelo sin motor. Por esta razón, numerosos  fueron los que preferían la palabra “motoavieta”, porque  la encontraron mas justificada.

No debe de olvidarse que fueron muchos los modelos de pequeños aviones que resultaron económicos y que no eran a fin de cuentas mas que unos aeroplanos ordinarios que se habían realizado con una escala reducida. Como ejemplo se puede citar el biplano “Pichoff” que se hizo famoso y fue bautizado con el nombre de “avioneta”. Siendo tras los numerosos concursos de vuelo a vela, cuando surgieron las auténticas “motoavietas”, por adaptación a los veleros de unos motores con una potencia inferior y muy general a los que montaban los aviones ligeros construidos hasta entonces.

La polémica, como siempre estaba servida, pero no fue óbice para que en aquella plaza del pueblo altoaragonés tres abuelos sentados tomando el sol, ante un ronroneo que se escuchaba, dijera uno: viene un vión; otro dijera: será un parato; y el tercero apostillara: suena a roplano.

FUENTE: EL CRONISTA

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