POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ).
El interior de la alcazaba árabe de Mérida atesora una de las construcciones más singulares a la que la población no tardaría en denominar como “los baños de la reina mora”. La entrada a estas rampas de acceso hasta el aljibe, están flanqueadas por varias pilastras visigodas, reutilizadas como jambas o dinteles. De bella factura, están profusamente decoradas, con roleos de vid alejandrinos, de largos tallos que se entrelazan formando roleos.
La construcción, fechada entre los siglos VI-IX, es de estilo musulmán y su edificación tendría lugar durante el Emirato de Córdoba con fecha fundacional en el 835 (Abderramán II). Se trata de una de las construcciones más antiguas de la P. Ibérica y que toma como referente otros edificios islámicos del norte de África. El recinto, y lógicamente las murallas exteriores, son erigidos a base de una ingente cantidad de sillares de granito, las “cupae” o cubiertas de enterramientos romanos junto con otros muchos elementos visigodos.
El cambio de temperatura en el exterior contrasta poderosamente con el frescor y la humedad reinantes en este sombrío aljibe. Es el sitio idóneo donde crece silencioso el helecho “culantrillo” que se aferra a las hendiduras de los viejos sillares romanos. Un grupo de pequeños peces rojos se sumergen la las vivificantes y frescas aguas del Guadiana, como una emanación del Guadiana bajo el dique romano, a escasos metros de la muralla y que la tradición popular convirtió en escenario imaginario, sacado muy seguramente, de los relatos de algún viajero de habla inglesa.
FUENTE: CRONISTA J.L.P.L.