CRÓNICAS DEL PILDE: LA ABADESA

POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID).

Los pensamientos de la abadesa iban y venían por su pasado. La vega del Pilde junto al monasterio se había convertido, tras el capítulo general de Hugo de Fosses de 1140, en el lugar de las monjas premonstratenses tras la separación del monasterio dúplice de la Vid y su marcha de su parcela junto a los monjes y la protección del abad.

Las monjas observaban a su abadesa mientras su mirada se perdía hacia la torre de Alcoba o en la dirección del río, hacia Peñaranda.

Aún les resultaba chocante su forma de hablar cuando se dirigía a ellas, en aquel castellano retocado en las erres, con su acento de juventud en Narbona antes de viajar a la corte castellana.

Pequeños huertos de hortalizas, cereal, alguna viña, gallinas y un corral donde guardaban por derecho una oveja de cada rebaño que pasara por las tierras era su trabajo diario, fuera de la contemplación y el rezo. Aún faltaban años para que supieran lo que eran las patatas y los tomates.

La hija de Aimerico II y viuda del conde castellano Manrique Pérez de Lara, que murió en la batalla de Huete, según el obituario de la Catedral de Burgos, Ermesenda, falleció el 7 de enero de 1177. Pasó sus últimos días en un monasterio femenino de la orden premonstratense que había fundado en la localidad de Brazacorta después de que el de La Vid, que había sido un monasterio dúplice, se convirtiera en uno solamente para monjes.

Y desde el número once de una calle que la intenta recordar la imagino en una estampa de esta villa.

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