POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Las normas más elementales sobre la eficacia aconsejan que para formar un equipo eficaz se cuente con los mejores. Pero la realidad nos dice que lo usual es que los equipos y sus jerarquías, en cualquier actividad, se formen y se constituyan siguiendo el esquema de la “pirámide sin sombras”. Esto es: cada nivel que sostiene la estructura piramidal se sustenta en uno inferior más mediocre e ineficaz, pero con menores expectativas de brillar con luz propia, no ensombreciendo, por tanto, al nivel superior. Esto conlleva que quien promociona a alguien al grado de su mayor incompetencia es porque ya él mismo lo alcanzó previamente, y se ve obligado a sobrevivir sobre un lecho de incompetencia múltiple, que es en lo que acaba convirtiéndose la “pirámide sin sombras”, circunstancia que no deja de tener sus riesgos pues a los ineptos, como a las escopetas, los carga el diablo, y cualquier momento es bueno para que se disparen de forma estrepitosa e inoportuna.
El bolero que compuso Armando Manzanero, y cuya letra dice aquello de “esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú”, nos puede definir el síndrome que padecen quienes más que gozar con el deseo propio de “estar”, lo hacen con el hecho de que otros “no estén”, aunque aguanten el chaparrón. Esa es la pasión del mediocre prepotente por ningunear a los demás. Se justifica diciendo que hace lo que tiene que hacer, aunque le cabrea sobremanera que otros digan lo que tienen que decir, sobre todo si no forman parte de “su” personal pirámide sin sombras.
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