POR JUAN INFANTE MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPEÑAS DE JAÉN (JAÉN)
(Mi colaboración con Diario JAÉN la dedico, en esta ocasión al «XX Aniversario de las Fiestas Realengas»).
Este año hemos celebrado, en Valdepeñas de Jaén, el vigésimo aniversario de las Fiestas Realengas. Una idea del ayuntamiento presidido por la entonces alcaldesa, Mari Paz del Moral, a propuesta de Marian Velasco Valenzuela, desde la concejalía de Turismo y Desarrollo Local. Las fiestas tenían como principales objetivos: la promoción turística de la localidad, el desarrollo económico, la implicación de la población y la recuperación de la cultura y la historia de Valdepeñas.
Veinte años después podemos afirmar que los objetivos se han cumplido y que estas fiestas, junto con la feria grande de septiembre, en honor del Cristo de Chircales, son las más populares y las que congregan a más visitantes.
Todo empezó el día 19 de abril de 1558 cuando el rey Felipe II nos concede el Privilegio de Villa. En este documento se cuenta que “Hernán Ximénez y Lucas de Medina, en nombre del Concejo, justicias y regidores, oficiales y hombres buenos de Valdepeñas, aldea y jurisdicción de la ciudad de Jaén”, presentan un suplicatorio al rey para que “hiciese merced al dicho lugar de eximirlo y apartarlo de la dicha ciudad y lo hiciese villa y diese jurisdicción civil y criminal”. Como agradecimiento y compensación para la obtención de este privilegio, Valdepeñas ofreció al Rey un millón y trescientos setenta mil maravedíes, destinados a “la guarda y provisión de las fronteras de estos reinos y de África, y paga de las galeras y otras cosas muy importantes”.
Valdepeñas adquiere jurisdicción propia y deja de pertenecer a Jaén, y entre las concesiones concedidas, destacan: poder disponer de “horca y picota, cuchillo, cárcel y cepo, y todas otras insignias de jurisdicción que tienen las demás ciudades y villas del reino”, facultad a los alcaldes “para que puedan tener vara de justicia y conocer de todos los pleitos y causas criminales y civiles de cualquier cantidad y calidad” que sucedan en el término y denominar, como villa a Valdepeñas.
Los valdepeñeros y valdepeñeras de hogaño emulan y encarnan a sus paisanos de antaño y del mismo modo, sus calles, plazas, bares, comercios y molino, cambian sus hábitos y formas contemporáneas.