POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
En México, cuando escuchamos esa palabra, se nos viene a la mente esa comida que se obtiene tras derretir la grasa del cerdo, en otras palabras, consiste en una fritura de la piel del cerdo con o sin carne.
También se utiliza para designar las armaduras de las piernas. Y para ejemplo, la imagen número dos, donde podemos observar una daga y un par de chicharrones (guardias brillantes) pertenecientes a un gladiador descubierto en Pompeya. Los chicharrones de bronce representan a Júpiter y Neptuno y la daga está decorada con marfil.
Por otra parte, al menos en Zacatecas, le llamamos «chicharrones» a los calcetines que están tan sucios por tantas puestas.
Asimismo, aquí en Zacatecas, en plena guerra de independencia, hizo de las suyas el padre José Francisco Álvarez, mejor conocido con el mote de «El Cura Chicharronero”, ya que tenía la horrorosa manía de quemar los cuerpos de sus enemigos insurgentes. Se le atribuye la frase de «¡Atízenle, atízenle hasta que huela a chicharrón!». Este tristemente célebre personaje se encuentra plasmado en el mural de historia de Zacatecas del Palacio de Gobierno, realizado por Antonio Pintor en 1970.
Existen más acepciones pero con esas son suficientes por el día de hoy.