DE ENRIQUE DE AGUINAGA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE MADRID, PARA SIGFREDO HILLERS
Nov 14 2014
Enrique de Aguinaga.
Enrique de Aguinaga.

Contestación a la discrepancia de Sigfredo Hillers, en elmunicipio.es, sobre el “supuesto” abrazo de José Antonio Primo de Rivera al presidente del Tribunal Popular que le condenó a muerte.

Por Enrique de Aguinaga para elmunicipio.es:

Querido Sigfredo Hillers:

Vale más quintaesencias que farragos (Baltasar Gracián)

Siempre he procurado ser fiel a este principio, practicando el periodismo de precisión y la taxonomía, frente a la elucubración y el revoltijo. Así lo declaro porque, según me cuentan, me has dedicado, por medio de internet, una filipica, a proposito de una frase de un artículo mio.

Veámoslo metódicamente:

1. ARTÍCULO. Te refieres, sin identificarlo, a un artículo mio que, de entrada, calificas como estupendo y muy emotivo (muchísimas gracias, querido Sigfredo, por tu generosidad).

Por fin, no sin esfuerzo, debido a la debilidad de mi memoria nonagenaria, he localizado el artículo como “Ser y estar de José Antonio” que primero fue ponencia en las Escuelas de Verano de Plataforma 2003 (Burgos, julio, 2011) y luego texto para el nonato Boletín de la Plataforma (2012). No te refieres, como se podría suponer, a “El abrazo”, publicado en “La Razón” (7 octubre 2003).

Te refieres concretamente a un párrafo de “Ser y estar de José Antonio” (5 líneas entre 473) al que, por tu cuenta, has añadido la palabra nacional y que dice:

Leída la sentencia de muerte, inmediatamente José Antonio avanza hacia el estrado, abraza al presidente del tribunal, Eduardo Iglesias del Portal, con el cual había tenido relación en el foro en Madrid, el uno como abogado el otro como fiscal, y le pide perdón por lo que habrá sufrido por su culpa. El abrazo de José Antonio es el inmenso monumento a la conciliación de España.

2. DOS DISCREPANCIAS. A la vista de aquel párrafo y solo de aquel párrafo de mi artículo, manifiestas dos discrepancias y solo dos discrepancias:

1. No existió el abrazo de José Antonio.

2. De haber existido, con el abrazo no comienza la reconciliación nacional.

3. EL ABRAZO. No soy yo quien declara la existencia del abrazo.

Es José Luis Saenz de Heredia en un artículo de 1968 titulado “El aturdimiento de los predispuestos” que en 1981 confirma en Televisión Española, en el programa “La clave”. Saenz de Heredia publica por vez primera la carta que las hijas de Eduardo Iglesias (María, Teresa y Dolores) dirigen desde Méjico, a Miguel Primo de Rivera, a la sazón embajador de España en la Gran Bretaña, pidiendo su intercesión para que su padre, allí exiliado, pueda repatriarse normalmente. En esta carta, las hijas de Eduardo Iglesias escriben:

Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que al terminarse y comunicarse la sentencia, su hermano José Antonio subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su culpa estaba pasando, pues no sé si sabrá que mi padre y él eran buenos amigos.

Saenz de Heredia añade:

Tengo también la carta que Miguel escribió contestando y dando fe de ser cierto cuanto ellas le decían. Y tengo también las que escribió a Madrid para conseguir y obtener la repatriación.

Con este testimonio, para mi incuestionable, con sucesivas referencias y largas conversaciones (he tomado contacto con un nieto de Eduardo Iglesias), conociendo la calidad humana de José Luis Saenz de Heredia, con el que tanto he querido, escribí treinta y cinco años después “El abrazo”.

No son, pues, suposiciones deducidas de suposiciones ni fallos de información como el que tu tienes al escribir que en dicha carta no se indica en que lugar tuvo el pretendido abrazo.

4. LA RECONCILIACIÓN. Me lo pones muy fácil. Nunca he escrito ni he dicho que con el abrazo de José Antonio comenzase la reconciliación nacional. Quod scripsi, scripsi. Ahí está mi frase al final del párrafo de cinco líneas, en sintonía con los momentos estelares de la humanidad.

Ahí está mi artículo “¿Quién se ha reconciliado conmigo?” (“La Razón”, 10 de febrero de 2003)

Eso es todo, querido Sigfredo. Y, por mí, se acabó, como yo me estoy acabando. Lo demás, harina de otros costales.

Fuente: http://elmunicipio.es/

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