POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

En la época que yo estudiaba Bachillerato, la asignatura de inglés prácticamente ni existía. Todos, casi en un noventa por ciento, nos veíamos obligados a estudiar el idioma de la vecina Francia, aunque después de seis años lo único que nos quedaba eran algunas palabras de su vocabulario, sin saber mantener una conversación como Dios manda. Por eso, al carecer de conocimientos de inglés, cuando surgieron The Beatles y sus míticas canciones, tuvimos que echar mano de algún amigo, pocos, que tenían como idioma el de la Gran Bretaña para que nos dejaran un diccionario (ahora con internet lo tenemos a mano) para saber que yesterday significa ayer. E incluso al irrumpir Los Bravos nos enteramos que su ‘Black is black’ significaba ‘negro es negro’. Sin llegar a perfeccionarlo, pues eran palabras sueltas, en la marca de un conocido whisky, se calificaba a un caballo como ‘white’ o ‘blanco’, que no tenía nada que ver con la pieza del juego de ajedrez de esas características, ni con aquella persona que da dinero rápidamente para financiar una empresa de dudoso resultado.

Pero, entre ‘white’ o ‘black’, hoy nos vamos a quedar con este último no por su relación con la radiación visible, ni por el color de la piel de una raza, ni porque en algunos ritos se invoque a Lucifer, ni porque califique a obras literarias o cinematográficas en las que predomina la violencia y los crímenes; sino en su acepción dentro del ambiente crematístico de los caudales logrados clandestinamente o de manera ilegal.

El negro, o ‘black’ hoy está de moda. La prueba la encontramos, y nunca mejor dicho, en la ropa femenina de temporada de este invierno, en el que predomina dentro de los diseñadores. Sin embargo, hay otro negro o ‘black’ que nos ha llamado la atención desde hace muchos días. Me refiero a ese negro del dinero de plástico que ha alcanzado gran importancia en la sociedad dejando con sus atributos al aire a muchos personajes españoles. Y, nunca mejor calificadas estas tarjetas como ‘black’ por lo oscuro, por lo que ocultan y por su mal uso. Que de haber sido de otra manera deberían haberse calificado como ‘white’ si esos caudales hubieran sido destinados para sacar de la crisis a muchas familias.

Dinero y cuentas claras. Presupuestos transparentes y límpidos como aquél que se presentaba en septiembre de 1848 para el año siguiente en el Hospital de San Juan de Dios de nuestra ciudad, en el que el negro no aparecía y nos demostraba que, a pesar de las limitaciones económicas, se intentaba solucionar tanto los suministros para los necesitados acogidos en la institución hospitalaria como el salario del personal que los atendían.

Según el impreso de Beneficencia Pública, el establecimiento fue fundado el 15 de marzo de 1624 por el obispo fray Andrés Balaguer, dominico con objeto de «curar y asistir a los enfermos pobres de esta ciudad, antigua Gobernación y transeúntes». La dirección y administración del Hospital estaba a cargo de la Junta de Beneficencia, nombrando a tal efecto a un director. En esas fechas aparece firmando los distintos documentos Eugenio Teruel y se contaba como facultativos sanitarios al médico Roque Muñoz y al cirujano, Vicente Sánchez, los cuales percibían un salario de 400 reales vellón cada uno.

Los enfermos que se atendían diariamente eran del orden de treinta pobres, los cuales estaban auxiliados espiritualmente por el capellán Juan Requena, que además de sus 1.460 reales vellón disfrutaba de la manutención en el establecimiento. El equipo facultativo estaba compuesto también por el practicante Juan de Dios Teruel, el enfermero José María Alonso y la enfermera Isabel Salcedo. Otros dependientes que, al igual que estos últimos se beneficiaban de la manutención además del sueldo eran el recaudador Manuel Navarro, que cobraba 1.000 reales vellón; la cocinera María Valero y el portero, Francisco Alarcón.

El importe de los víveres y combustibles que se presupuestaba era de 14.363 reales vellón, siendo la partida más elevada la de carne con 4.223 reales vellón seguida del pan que importaba 3.810. A ello había que añadir otras cantidades por aceite, azúcar, arroz, garbanzos, especias, ajos, pimienta, fideos, leche, huevos, manteca, agua y carbón. Además había que incrementar 3.546 reales vellón de la manutención de la que como decíamos se beneficiaban los dependientes.

Se tenía en cuenta las posibles limosnas y legados que se pudieran recoger, los cuales se estimaban en 3.000 reales vellón y 2.000 por estancias. Por otro lado, el Hospital de San Juan de Dios poseía una hacienda de campo en el partido de Alcachofar y dos trozos de huerta, y tres casas en la ciudad, así como varias pensiones de censo, lo cual le reportaba algunos ingresos. Disfrutaba además de rentas propias por los arbitrios de sisa de vino y de puestos públicos, produciéndole un total de ingresos estos conceptos de 19.057 reales vellón.

Teniendo en cuenta otros gastos como las cargas que tenía por misas, funciones de iglesia, reparaciones de fincas, extraordinarios e imprevistos, el presupuesto para el año 1849 del Hospital de San Juan de Dios arrojaba un déficit de 9.764 reales vellón. Cantidad que era avalada por el corregidor José Maseres, el cual indicaba que los ingresos y gastos eran «legítimos y ciertos». Sin embargo, estimaba que, aunque no era conveniente gravar con mayores sumas los fondos públicos, apuntaba que esa diferencia se podría lograr a través de la caridad cristiana, estimando que «el déficit que figura en su presupuesto se haga efectivo sin ningún atraso».

Vemos que nuestros antepasados eran más transparentes que algunas personas de hoy. Entonces, al parecer predominaba lo ‘white’, y cuando faltaba se echaba mano de la solidaridad, que actualmente también se da. Sin embargo en estos momentos hay muchos que prefieren más que ser solidarios, vivir en un mundo ‘black’.

Fuente: http://www.laverdad.es/