POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ).
Desde el siglo XVII ya se conocían las propiedades terapéuticas que poseían las aguas de Fuente Amarga. A mediados de ese siglo, Esteban Alonso de Molina construyó, dentro de los olivares de su propiedad en la zona denominada «La Campera, vega de Fuente Amarga», una pileta para «la curación de los enfermos de esta villa y comarca». El paso del tiempo hizo que los vecinos pudiesen bañarse en ella. Sin embargo, no sería hasta 1803 cuando el administrador del conde del Pinar, Ramón González, mandase destruir una pileta construida por los vecinos para poderse bañar en aquella fuente rica en sales y gases que emanaba agua con un fuerte olor a «huevos podridos» (clorurado-sódicas sulfhídricas). Las protestas llegaron a oídos del presbítero y vicario de la ciudad Nicolás de Olmedo Morales que llevó las peticiones de los vecinos al Cabildo. Enterado el conde, mandó reconstruirla y el 17 de mayo de aquel mismo año comenzaron a utilizarse como baño medicinal «en favor de la humanidad doliente» como escribió José Guillermo Autrán en 1898.
Durante el siglo XIX, los baños minero-medicinales en Chiclana tomaron un importante auge. La calidad de las aguas de ambas –fuente y pozo– iban a ser su mejor carta de presentación ante una sociedad afanosa de tomar baños de aguas minero-medicinales, puestos de moda por las clases medias y acaudaladas. Chiclana, entre junio y octubre, se llenaba de forasteros que venían con la intención de tomar sus baños. Muchos vecinos alquilaban sus casas para hospedaje, abriéndose nuevas fondas y pensiones donde poder albergar a los visitantes. Por aquí pasaron hombres y mujeres conocidos de aquel periodo y de distinta condición: banqueros, políticos, militares, marquesas, directores de periódicos, industriales de diversos ramos, comerciantes, actrices, actores, familias más humildes… Faltaba la casa real.
Habrían de pasar muchos años para que el anuncio de la llegada de uno de sus miembros apareciese en los periódicos nacionales. El 15 de agosto de 1865, los diarios «La España» y «El contemporáneo», insertaban la noticia de la visita de la familia real a nuestra tierra: «El 15 del mismo [septiembre] saldrán SS. MM. para Andalucía. En Cádiz tomarán los baños de mar el príncipe de Asturias [futuro Alfonso XII] y la infanta doña Isabel las aguas medicinales de Chiclana. Después harán una escursion [excursión] a Málaga, Granada y algunos puntos más de esta provincia; concluida la cual, y si el tiempo lo permite, se embarcarán para visitar el arsenal de Cartagena. Este itinerario, aunque muy probable, no es todavía definitivo». Del mismo modo, «La Correspondencia de España» añadía: «En Sevilla visitarán su alcázar; la infanta Isabel irá a tomar los baños a Chiclana, que entretanto los reyes ocuparán por algunos días el palacio de los duques de Montpensier en Sanlúcar de Barrameda (…)».
El viaje estaba confirmado diez días más tarde. El Cabildo en vista de ello, proyectaba «formar un arrecife hasta la Fuente amarga y habilitar la casa de hospicio, excelente edificio hoy deshabitado, y que puede servir para alojamiento de S.A. la infanta, si como se dice, pasa allí el tiempo en que ha de tomar los baños», publicaba el diario «La Regeneración». Dos días después, el madrileño «La Época» añadió, tomado de un periódico de Cádiz, el recorrido desde Madrid hasta Cádiz, en donde se esperaba la llegada el primero de octubre, aunque «no sean provechosos los baños y, por lo tanto, cabe en lo posible que el viaje se haga sin detención hasta aquel puerto, y de regreso tenga lugar la visita á Sevilla y Córdoba: tampoco sería estraño [extraño] que se renunciara á los baños. Caso de que se adopte el pensamiento de que hablamos al principio, solo vendrá la reina á esta ciudad una vez. El regreso á Madrid no se verificará hasta el mes de noviembre».
Después de todos los preparativos y de tantas notificaciones, la infanta Isabel de Borbón y Borbón (1851-1931) no llegó a probar, inhalar o tomar las aguas de Chiclana. La infanta, que en dos periodos fue princesa de Asturias, le apodaban «La Chata». Tuvo una infancia feliz, pero fue desgraciada en su vida personal. Casó con Cayetano de Borbón Dos Sicilias y Habsburgo, duque de Girgenti. A los veinte años quedó viuda sin descendencia y no volvió a casarse. Apoyó a su hermano Alfonso XII en su corto reinado y fue, en el de su sobrino Alfonso XIII, «el sostén de las Instituciones». Sus acciones humanitarias y su cercanía al pueblo llano la convirtieron en «la quizá más carismática infanta de la historia». Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, le permitieron quedarse en España, pero ella por dignidad y coherencia familiar, partió hacia el exilio –enferma y en camilla– yendo a vivir a una residencia de monjas en París donde falleció, el 23 de abril de aquel año.
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana, pp. 20-21
Bibliografía:
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. Hemeroteca Digital. «La España». Año XV, nº 4916. Madrid, viernes 15 de agosto de 1862; -«La Regeneración», diario católico. Año VIII, nº 191. Madrid, martes de 26 de agosto de 1862; -«La Época». Año XIV, nº 4.485. Madrid, miércoles 27 de agosto de 1862)
BIBLIOTECA VIRTUAL DE PRENSA HISTÓRICA: «El Contemporáneo». Año III, nº 497. 15 de agosto de 1862);
-«La Correspondencia de España». Diario universal de noticias. Año XV. Nº. 1511. 15 de agosto de 1862.
-DICCIONARIO BIOGRÁFICO DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA: https://dbe.rah.es/…/maria-isabel-francisca-de-asis-de…