LA RESPONSABLE DEL PROYECTO, MARÍA JOSEFA SANZ FUENTES, CRONISTA OFICIAL DE AVILÉS Y MIEMBRO DE NÚMERO DEL RIDEA, MOSTRÓ SU SATISFACCIÓN POR EL RESULTADO DE «UN TRABAJO DE PACIENCIA Y MÉTODO»

La sociedad asturiana de mediados del siglo XVIII y la de mediados del siglo XX (antes de ayer, como quien dice) no eran tan diferentes. Esta es una de las principales conclusiones a las que han llegado los investigadores Patricia Suárez Álvarez y Roberto Antuña Castro tras editar los datos del Catastro de Ensenada relativos a cinco concejos asturianos: Cangas de Onís, Cangas del Narcea, Caso, Caravia y Candamo. Su trabajo ha visto la luz en forma de publicación «Las respuestas generales del Catastro de Ensenada en el Principado de Asturias II», que edita el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) en el marco de la serie «Fuentes y Estudios de Historia de Asturias». Las publicaciones siguen un orden alfabético de los concejos y el primer tomo se editó hace cuatro años.

La responsable del proyecto, María Josefa Sanz Fuentes, cronista oficial de Avilés y miembro de número del Ridea, mostró su satisfacción por el resultado de «un trabajo de paciencia y método» realizado gracias a las becas de las que dispone el Instituto para contratar personal que pueda sacar adelante el proyecto. También elogió la publicación el director del Ridea, Ramón Rodríguez, quien destacó su importancia para el estudio de la historia de Asturias. «El Ridea cuenta con obras y fuentes fundamentales de la historia de Asturias. Y esta publicación contribuye a que la aportación siga creciendo», indicó.

Sobre el trabajo realizado hablaron Patricia Suárez y Roberto Antuña. «El trabajo nos ha permitido conocer aspectos de la Asturias de mediados del siglo XVIII, que no era tan diferente a la de mediados del siglo pasado», explicó Suárez. «Los datos reflejan que en los concejos había una gran diversidad de profesiones. Alguna nos sigue resultando familiar: en Candamo había fresas, conservas en Carreño y arrieros en Caso», indicó a modo de ejemplo.

Por su parte, Roberto Antuña explicó la parte técnica del proceso de edición, indicando la dificultad que supuso, en algún caso, la transcripción del original. «Tuvimos dificultades de lectura porque nos encontramos más de una vez con que la tinta había traspasado el papel», manifestó. Además, agradeció la ayuda prestada por María Josefa Sanz a la hora de situar «algunos topónimos que se nos resistían» en sus parroquias actuales.

El Catastro de Ensenada que se han dedicado a editar comenzó a realizarse en 1749 en los 15.000 lugares con que contaba entonces la Corona de Castilla. Se trata de una investigación sobre los habitantes, propiedades, oficios, rentas y censos, que ayudan a comprender la sociedad de la época. Fue ordenado por el rey Fernando VI a propuesta de su ministro el marqués de la Ensenada, de ahí el nombre de Catastro de Ensenada.

Fuente: http://www.lne.es/ – Marta Pérez