POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ)
El pasado 15 de noviembre se acaban de cumplir 350 años de la llegada a nuestra ciudad del «Divino Indiano». Tal día como aquel, un comerciante vecino de Cádiz, cargador a Indias y benefactor del convento-monasterio de Jesús Nazareno, Julián Cortés, firmaba con las Madres Agustinas Recoletas, ante la madre Antonia de Jesús y toda la congregación reunidas en capitulo, la entrega de una talla –imagen y hechura– de un Nazareno arrodillado con la cruz a cuesta traído de Nueva España –México–, para convertirlo en su patrono. La talla está realizada en madera de quiote, tallo floral de maguey o pita, policromada y sellada con cera de Campeche. Representa a«Jesús Nazareno de la caída».
En el tomo manuscrito, «Libro que da Noticias de lo primitivo del Convento», se dice: «Por que las venideras no ignoren el principio y fundamento de la venida [venida] de Jesús Nazareno a este convento sepan estimar la santa imagen que tienen en el altar Mayor, referiré aquí algo de su venida y milagros. Estaba esta santa imagen (…) en Méjico en poder de un hombre poderoso, y por tener rentas del rei [rey] vino a que le embargasen toda la hacienda. En este tiempo fue don Julián Cortés vecino de Cádiz y bienhechor del convento, a Méjico y por tener conocimiento con la persona cuia [cuya] era la imagen, que era tío de su mujer (…) le fue a ver y entrando en el oratorio se aficionó de esta imagen y, considerando que podía pasar a poseedor que no escatimase como se merecía, solicitó el traérsela a España para traerla a su mujer esta prenda de santa estima que era de su tío y ponerla en su oratorio. Dio por rescatarla de la justicia 350 pesos.
Estando ya encajonada y gozosísimo de traer esta joya a su mujer, porque la amaba mucho, le dieron la nueva de que era muerta y en medio de su dolor, pareciendole que ya todo sobraba y que para su casa, estando solo, no era bien traer cosa de tanta estimación, ofreció a su Divina Majestad que pues le había quitado a su esposa que la traería a este convento».
En las escrituras de donación se añadía: «…para colocarlo en la iglesia y alta mayor de este convento, en donde ha de permanecer para siempre». Durante un tiempo estuvo en el coro bajo de la iglesia hasta que el domingo de Carnestolenda –Carnaval– 24 de febrero de 1675, se colocaba en el altar mayor de la iglesia del convento de las Madres Agustinas Recoletas. Milagrosa antes de llegar a Chiclana, y desde el mismo día que llegó aquí; a los hechos nos atenemos, según se relata en el citado libro del convento.
Durante la travesía del barco de Nueva España a Cádiz, donde se transportaba la imagen, se desató una gran borrasca en alta mar. Estando el buque a punto de naufragar, Cortés, sabiendo que se hallaba entre los pasajeros un sacerdote, fray Alonso de Luna –recién nombrado obispo de Almería– mandó desencajonar la imagen. Y en un improvisado altar, viajeros y tripulantes postrados ante el «Divino indiano», imploraron dirigidos por el obispo, que les protegiese en tan tremendo trance. Al cabo de unos minutos la tempestad fue cesando, volviendo el barco a su rumbo y salvándose personas y mercancías. Algunos marineros –añade José Guillermo Autrán– «vieron la efigie de Jesús caminando sobre las aguas». Fue su primer milagro camino de España.
Tan prodigioso hecho, al arribar la nave al muelle de Cádiz, fue comentado por los tripulantes y viajeros. Muchos gaditanos devotos y fervorosos de Dios, al conocer el milagro, pidieron a Julián Cortés que la dejase en una iglesia de la ciudad, pero él ya la había prometido al convento de Chiclana y se mantuvo firme en su decisión. La expectación provocada en Cádiz hizo que, cuando por el río llegaba la falúa con la talla del «Nazareno arrodillado» y su séquito a la villa, fuese recibida «entre la algarada de músicas y vítores entusiastas».
Ese mismo día, ya en tierra, tuvo lugar el segundo milagro. Lo «cuentan las crónicas –sigue diciendo Autrán– y lo atestigua un exvoto (…) que, al pasar la procesión por la calle del Convento, en una de cuyas casas había un hombre agonizante, los parientes del enfermo comenzaron á encomendar á Jesús, y al punto se incorporó el moribundo diciendo: “Jesús Nazareno de la caída es conmigo: dénme de comer que me siento bueno”».
Una talla tan importante en el sentir espiritual y religioso –además de cultural y artístico– forma parte de nuestra historia y patrimonio. En 2021 participó en la exposición del Museo del Prado, «Tornaviaje. Arte iberoamericano en España». La imagen del «Divino Indiano» se puede ver en la portada de mármol de Carrara de la iglesia conventual, donde se representa parte del altar mayor.
Publicado hoy en «El Periódico de Chiclana», pp. 20-21.
Bibliografía:-ANÓNIMO (1667-1713): «Libro que da noticias de lo primitivo del Convento». Manuscrito-AUTRÁN JIMÉNEZ, J. G. (1898): Monografía de Chiclana de la Frontera. Tipografía de Cabello y Lozón. Cádiz.