POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Si hay en Carabanchel un momento cumbre que concita a miles de personas, es sin duda la Pradera que el día de San Isidro acoge a una multitud de gentes llegadas de cualquier lugar de Madrid. Allí, en sus inmediaciones y junto al Cementerio del mismo nombre, se encuentra la pequeña Ermita de San Isidro y a su lado, la fuente milagrosa junto a la que hacen cola miles y miles de personas para llenar sus recipientes con esta agua milagrosa. A estas aguas se le atribuye la curación del hijo de la reina Isabel de Portugal, el futuro rey Felipe II.
La ermita se ubica en las tierras propiedad de Iván de Vargas, familia a la que prestaba sus servicios Isidro como pocero y labrador. La primera obra data del año 1528, precisamente por iniciativa de Isabel de Portugal como agradecimiento por la curación de su hijo. La construcción actual se fecha en 1725.
Se trata de un templo con planta de salón con una sola nave cubierta por bóvedas de cañón con coro y pórtico a los pies. La planta de la ermita es rectangular, en el centro se alza una cúpula sobre pechinas y sin tambor. Destaca el púlpito que se encuentra al lado del Evangelio. Las bóvedas son de cañón y se encuentran sujetas por arcos fajones. El retablo mayor representa un relieve de San Isidro en el momento del milagro de la fuente. Junto a él se encuentra su amo Juan de Vargas arrodillado. Junto al retablo las tallas en madera de San Isidro y Santa María de la Cabeza. El conjunto está firmado por Enrique Cuartero Huerta en 1941. El exterior de la ermita es sencillo con fachada a modo de espadaña-campanario rematada con frontón triangular.
Su silueta pronto se convirtió en el fondo ideal madrileñista inmortalizado por Francisco de Goya, quien solía acudir a este entorno carabanchelero para plasmar en sus lienzos las escenas costumbristas y tradicionales del pueblo. Carabanchel es historia, tradición y vanguardia.