POR RICARDO GUERRA SANCHO. CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (AVILA)

Nos ha dejado una buena amiga, una buena amiga de tantos, una amiga tan querida por todos, que nos encontramos sumidos en la tristeza más profunda. Víctima de una traidora enfermedad, nos ha dejado Matilde Delgado, “Matil” para los amigos. Su lucha valiente contra ese fantasma parecía que daría fruto e iba a poder con ella, pero en los últimos meses pensábamos en lo peor y no por esperado ha sido menos doloroso.

El templo parroquial de Santo Domingo de Silos se encontraba abarrotado de gentes que no queríamos faltar a esta última cita y muchas más personas a su entrada.

Había llegado la hora de estar junto a ella y rezar por ella. Aunque parezca un tópico, fue una realidad, pocas veces se ha celebrado en Arévalo un funeral con tanto gentío y tan emotivo, porque eran familias largas por ambos lados, por su parte y por la de su esposo. Tantos y tantos amigos, de Arévalo y llegados desde muchísimos sitios, Ávila, Madrid, Segovia, Medina y muchos pueblos comarcanos, porque Matilde era una mujer popular y conocida, tenía un carácter afable y de atractivo tal que no ha dejado más que amigos por donde iba y era muy querida por todos.

Ya hace unos años comencé mis habituales columnas en este Diario de Ávila con un recuerdo necrológico al maestro Fernando Chueca Goitia, arquitecto e historiador del arte y de nuestro mudéjar, y ya dije entonces que no quería que estas líneas fueran eso.

Pero a lo largo de las más de 450 columnas he tenido la necesidad de recordar a algunas personas en ellas, y es que hay momentos que no se podría escribir de otra cosa que de la que llena tus pensamientos, sentimientos y emociones. Unas veces por sus vínculos con mi ciudad y su historia, como el recuerdo que hice a Constancio Rodero, un arevalense de la cultura; o a Manuel Fernández Álvarez, insigne historiador muy conocedor de lo nuestro; o Adolfo Suárez, político también cercano a nosotros.

En otras ocasiones por mi cercanía personal, como el recuerdo a Madre Ana, la cisterciense y camarista que cuidó durante años la imagen de nuestra Patrona la Virgen de las Angustias; un recuerdo a Manuel Martín Ferrand, periodista y antaño compañero en la publicidad; o la buena amiga Aurora Hernández Luquero, aquella heredera de la cultura literaria de medio siglo arevalense de Don Nicasio; y Amparo López, la aragonesa que se avecindó con nosotros y con la que compartimos también tantas cosas. Realmente unos momentos y unas personas muy especiales para el que escribe estas líneas

Ahora el recuerdo de Matilde nos llena de vivencias y anécdotas, de recuerdos de una gran amistad, ella era el alma de nuestra panda, un grupo de amistad que la vida quiso unir durante estos más de 25 años, de intensa convivencia, aunque nos conocíamos de toda la vida. Ella era el motor que nos movía, que nos animaba y aglutinaba en su entorno.

¡Cuántos recuerdos! Muchas celebraciones con alegría contagiada, cumpleaños compartidos y felices, carnavales bullangueros y sus preparativos, la Coral que vivió desde el principio por amistad y como consorte de coralista, o las Ferias y Fiestas llenas de arevalensismo, las meriendas campestres en el Adaja… y tantas ocasiones en las que nos uníamos en la amistad. Y su boda, con emociones, junto a ella y al amigo Manuel, amigo mío y amigo nuestro. Matil, nos has dejado como huérfanos de tu cariño, de tu amistad, de tu sonrisa.

Seguro que velarás por tu familia y por tus amigos, desde allá, donde seguro que estas. Bien sabes que tu falta ha sido motivo de unión, cariño y recuerdos, nunca de desesperación. El vacío es muy grande, pero los recuerdos muy hermosos también.