CON ROSALÍA DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE MADRID
Rosalía Domínguez Díaz tiene 84 años, aunque, al ser preguntada por su edad, gira los números como si tuviese 48. «Mentalmente me cuadra más esa edad», bromea. Es historiadora y museóloga jubilada y el Ayuntamiento de Madrid la nombró cronista de la Villa en el Pleno de septiembre. Un reconocimiento a su labor por la capital y una responsabilidad como órgano de consulta del Consistorio para decisiones culturales. Ahora, vive en Boadilla del Monte, a la que se refiere como «una isla de retiro espiritual». Aunque ha sustituido los pasillos de los museos por los de la residencia, en la que la conocen como «el correcaminos», sigue escribiendo, leyendo y pensando en Madrid cada minuto del día. Tanto en castellano como en inglés.
¿Qué significa para usted haber sido nombrada Cronista de la Villa?Un premio por mi trabajo y amor por Madrid. Un premio estupendo. Federico Sainz de Robles, autor de Autobiografía de Madrid y mi ídolo literario fue el primer cronista y que me pongan a su altura es un sueño. Cuando me lo dijo mi hija pensé que me estaba tomando el pelo. Me preguntó si sabía qué era un cronista de la Villa, porque ahora era uno de ellos, y le dije que claro que lo sabía, pero que apostaba porque era una broma.
¿Cuáles son sus referentes?Tengo varios amores. El pictórico es Velázquez, sin duda, el literario es Lope de Vega y el histórico es Felipe IV, mecenas de Velázquez para el que estuvo trabajando 40 años. Este último es uno de los que más hizo por Madrid. La convirtió en una capital importantísima. Además, fundó una de las piezas fundamentales, el Parque del Retiro. Medía 27 millones de pies, unos 600.000 m2. O sea, una barbaridad. El parque actual es menos de la tercera parte de lo que fue.
Es valorada como la mujer que lo sabe todo de Madrid. ¿Por qué?Esa expresión viene de una de las conferencias que di en 2015. Yo ya estaba jubilada y vinieron unos periodistas para que hablase de la validez de los jubilados. Fui una mañana con ellos al Museo de Historia de Madrid y, al día siguiente, todos los titulares fueron «La mujer que lo sabe todo de Madrid». Desde entonces, se extendió entre la gente. Pero lo dicen los papeles, no yo.
¿Por qué ha seguido trabajando jubilada? ¿No quiere descansar?Ya descanso cuando escribo y leo. Por eso sigo publicando y estudiando. Sigo de guía y dando conferencias. Me retiraré cuando me muera o me dé un telele que imposibilite continuar. Mientras tanto, seguiré hablando de Madrid. Cuando muera quiero que me entierren con la Autobiografía de Madrid de Sainz de Robles. Me lo regaló mi marido por mis 18 años y lo he leído tanto… Aún lo consulto. Es mi libro favorito.
Volviendo a los inicios… ¿Cómo ha sido su recorrido profesional?Terminé el instituto con 14 años y no seguí estudiando. Fui autodidacta en la vida y obra de Velázquez. Pero mi sueño era hacer una carrera, así que, con 35 años, casada y con hijos, hice la prueba de acceso a la universidad y me matriculé en Geografía e Historia. Pero no dejé de trabajar. Era la secretaria en el Ministerio de Vivienda. Me quedé viuda un 10 de marzo, a un mes de mis primeros exámenes, pero eso me salvó de hundirme. Quería ser guía por el amor al arte, nunca mejor dicho, y me saqué la credencial.
¿Cuándo empezó a trabajar en museos?Hice el primer máster de museología de Madrid porque siempre quise ser conservadora de museos. Tenía que hacer un año de prácticas y elegí el Museo de Historia de Madrid. Aprendí mucho sobre cómo catalogar y cómo funciona un museo. Cuando se crearon las autonomías, me nombraron jefa de la sección de museos y exposiciones de la Comunidad de Madrid. Remodelé el Museo de la Casa Natal de Cervantes de Alcalá de Henares, el Museo Picasso de Buitrago de Lozoya, el Museo Taurino de la Plaza de las Ventas de Madrid, el Museo Ulpiano Checa y monté desde cero el Museo de Colmenar de Oreja.
¿Cuál es su museo favorito?Aparte del Prado, porque no tiene competencia, el Museo de Historia de Madrid. Otro que me gusta mucho más tras mi remodelación es el Museo Taurino. Le quité el morbo, los vestidos con sangre, las caretas de los muertos… Quité el traje de Manolete lleno de sangre y puse algunos de Juanita Cruz, una torera a la que no dejaban torear. Quería un museo para amantes y no amantes de los toros.
Ha estudiado muchas historias. ¿Cuál es su favorita?La de España en general. No es presumir, pero la conozco como el padre nuestro. Pero me chiflan los siglos XVII y XVIII de Madrid. Por bonitos y por interesantes. El Siglo de Oro es una maravilla y Carlos III convirtió Madrid en algo monumental. Antes de ser admirada por todos era una ciudad sucísima. Conocida por la basura en sus calles y su suciedad. Hasta tal punto que, en el XVII, Girolamo Magagnati hizo un poema absolutamente escatológico inspirado en Madrid que se titulaba La Merdeida.
Y sobre su historia… ¿De dónde nace su amor por la cultura de Madrid?Tenía ocho años cuando mi abuelo me hablaba de la historia de Madrid, del Alcázar y del reinado siniestro de Felipe II. Eso me introdujo a la historia. Luego, fue mi tío Rafael, que para mí ha sido mi padre. Me llevaba todos los domingos a misa y después al Museo del Prado. Primero Dios y luego el arte. Todos los domingos del invierno. Allí empecé a enamorarme de Velázquez.
Se hizo conocida por la televisión. ¿Cómo sucedió?Fui al programa «Las diez de últimas», que se emitía los viernes por la noche en el único canal que había en esa época. Los concursantes decidimos el tema sobre el que queríamos ser interrogados y yo elegí Velázquez. Contesté 65 preguntas, pero no me hice conocida por acertar, sino porque me hicieron cinco que estaban mal y las impugné. Por ejemplo, me preguntaron a quién se había vendido el cuadro «La cacería del tabladillo», pero ese cuadro no es de Velázquez, es de su yerno. Pues así con cinco. Toda España me apoyaba, me salieron hasta dobles. De hecho, mis dos jefes eran tremendos fans. No se perdían ni un programa.
¿Cuál ha sido la mejor y la peor época de su vida?Recuerdo muy bonita la época cuando fui a Inglaterra a trabajar. Estuve cuidando de dos niños y del abuelo. Para mí eran mi familia. Por eso hablo inglés perfecto, que no es habitual de una mujer de mi época. La peor etapa fue la pérdida de mi marido, que me partió la vida. Luché por mantener a mis hijos con uñas y dientes. Ahora, tengo unos hijos maravillosos, inteligentes y formados. Los estudios para mi siempre han sido una prioridad. Mi abuelo me repetía «estudia y no dependas de ningún tío». Eso son palabras textuales de un hombre nacido en 1870. Un adelantado a su tiempo.
¿Cree que hay algo empeorando en Madrid? ¿Y mejorando?
Desde que recuerdo, más o menos hace 80 años, el tráfico está muy mal. Pero es que el tráfico ha sido tremendo siempre. Ya en el siglo XVII había atascos de coches de caballos. Luego, algo que esté mejorando es sin duda los museos. Ahora, Madrid, es la ciudad de los museos. También los nuevos barrios como Sanchinarro, Las Tablas… Eso no existía, era una ciudad mucho más pequeña. Cuanta más gente, mejor.¿Crees que se valora la cultura presente en Madrid?
Creo que mucha gente sí. Sobre todo los nacidos aquí, los gatos. La llevamos en el alma y en la sangre. Además somos chulos, castizos, presumimos de ciudad. Podría promocionarse más, pero somos conscientes de lo que tenemos.¿Cuál es su escrito favorito sobre Madrid?
Tengo un verso sobre el nombre en árabe de Madrid, que es Mairit. «Tu nombre moro, Mairit, vena de agua cristalina caudalosa y abundante, indica tu procedencia. Pues tú te llamas así porque el agua está en tu esencia. Sobre una vena de agua caudalosa se fundó Madrid islámico y pequeño sobre una altiplanicie luminosa que acaricia el sutil aire guadarrameño. Sobre agua fuiste edificada, como indica tu escudo, y también tuviste unos muros de fuego rodeando tu noble corazón. Te cubrió y cubre un cielo maravilloso, irisado de un azul velazqueño, rico de ser bello de un Madrid que siempre cumple sueños. Todo aquel que en Madrid mora, queda hechizado por su gran encanto y lo lleva en el pecho como alegre canto fuerte y sentido anhelo.Desde la cuna a Madrid y desde Madrid al cielo».
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