POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID).
Parafraseando a Borges, mi madre era un ser extraordinario. Pero esto no es una rareza ni un hecho especial para cualquiera. Cuando un hijo observa con unos ojos silenciosos a una madre, a poco que se plantee su existencia, se convertirá en una mirada vidriosa y brillante al pensar que somos gracias a ellas. El 8 de diciembre se celebra el santo de mi madre y de mi abuela.
Pocos sabrán que en este día ocurrió el milagro de Empel. Ni por qué los soldados de los tercios encontraron aquella tabla flamenca de la Virgen rodeados de agua por el enemigo, que había anegado el río Mosa. Ni por qué habiéndose encomendado las tropas a ellas, esa noche sopló un frío gélido que congeló las aguas abriéndoles una vía de escape por donde atacaron por sorpresa a las tropas del almirante Holak, que exclamó, que Dios debería ser español para hacer tan alto milagro. Pero esto es historia. La vilipendiada historia que desconocen quienes la olvidan y no les interesa o que sólo la recuerdan para ver enemigos donde ya no los hay. EL 8 de diciembre se eligió como fiesta de la patrona de los Tercios y más tarde de la infantería. También de los farmacéuticos.
Guste o no guste, quien olvida ese pasado olvida su propio pasado y es prisionero de su presente.
Pero cada 8 de diciembre yo no olvidaré el mio.
Este día celebrarían su santo mi madre y mi abuela. Y yo… las felicito.
Fotografía, a la izquierda mi madre, a la derecha mi abuela.
@agustindelasheras
@cronistadevaldepielagos
@presidentecronistasmadrileños