POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Cuando el presente año está a punto de concluir es el momento para analizar un tiempo pasado que nunca volverá, aunque ha dejado su particular rastro que lo hace único e irrepetible. Un año donde las partidas han sido su triste seña de identidad. También los anhelos ciudadanos que unas veces se cumplen y otras veces suponen desilusión o desengaño. De todo ha habido en este año que se despide en pocos días
A lo lejos siguen sonando tambores de guerra que nos llegan desde Palestina o desde Ucrania, también desde otros lugares que nos reafirman en las miserias del ser humano, unas veces por egoísmo y otras por el ansia de poder de ególatras sin escrúpulos que alimentan las guerras que sufre la población más inocente. Nada nuevo para la historia, que no ha sabido desprenderse de aquellos que juegan a la guerra desde posiciones de dominio a pesar de la tragedia que ello produce. Esperemos que el 2025 sea un año para la paz y el progreso de los pueblos.
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