POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Ocupan las riberas de un lago cultural mirándose a la cara como se miran dos hermanas o dos buenos vecinos, pero las ha separado las emanaciones y fermentos de ese lago tan rico como misterioso de todo lo gestado en sus riberas.
Damos un salto de milenio y medio y nos vamos sin prisa a las riberas más occidentales de la península Ibérica, que por su privilegiadísima situación geográfica inicia la historia de la navegación costera precisamente a lo largo de las costas occidentales de África cercana, creando y manteniendo asentamientos, inicio de una auténtica colonización costera que marca ese largo itinerario que cruza el Índico y alcanza su antípoda. Estas aventuras de las naves portuguesas constituyen el preludio de las de Castilla que inicia la aventura del 3 de agosto y culmina el 12 de octubre de 1492 con el grito de «Tierra» de Rodrigo de Triana.
Este hecho va a desatar al cabo de algún tiempo una relación nueva entre los pueblos del norte de Europa y África, con el fenómeno de la esclavitud y la piratería de los viejos asentamientos portugueses de la costa atlántica africana y las lejanas Indias y miles de ellos quedan en el Atlántico a lo largo de casi tres siglos. Ingleses, alemanes, holandeses y franceses cubren como negreros la ruta de las Indias a la vez que cuidan, revisan y asaltan los galeones que regresan a España cargados. Este fenómeno se pone en práctica en las cercanías de las nuevas tierras y allí van creando estos piratas sus propios asentamientos, cuyos restos todavía tienen su propia geografía política. Estos pueblos nórdicos, llegada la Edad Contemporánea como consecuencia en gran parte de sus hábitos coloniales y teniendo tan cerca África se lanzan a su dominación, y se la reparten como nos lo acredita la propia historia.
Estos países, auténticos dominadores, han pasado casi dos siglos explotando de manera radical todas las posibilidades que la geografía les ofrecía sin llegar a constituir una sociedad ordenada para su supervivencia y desarrollo.
Pero agotados los períodos colonialistas, los nuevos países quedan sin recursos, sin estructuras y sin formación. Aquí llega el comienzo de esta última etapa que estamos viviendo con las pateras, los barcos cargados hasta los topes, intentando cruzar el mar cultural que los separa de sus saqueadores. Es África que vuelve a reclamar lo que se llevaron a lo largo de casi dos siglos dejándoles sin infraestructuras y sin recursos.
La vuelta de África a Europa es una aventura cargada de sangre, de dolor y de muerte, un triste saldo que deja una cuenta pendiente entre Europa y África.
Un África desolada y pobre a la que solo le quedan esos centros casi milagrosos que las misiones están desarrollando llevando la cultura, la paz y la auténtica fe que comienza con uno mismo y es capaz de levantarse sin odios, sin rencor y con el éxito como bandera. Muy duro y difícil, pero cierto.
El Domund es el mejor ejemplo.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/