POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Aunque a primera vista se nos antoja cosa trivial o pueril hablar de los tradicionales festejos de la Purísima en Torrevieja, con sus imprescindible repique de campanas, su solemne procesión y su bonito castillo de fuegos artificiales, hemos de convencernos de que esas aparentes trivialidades que tanto nos agradan cuando niños, aunque parezca mentira, son acaso la nota más importante de un pueblo.
Si le suprimiéramos a un pueblo esta clase de festejos le habremos suprimido su carácter, su expansión, su idiosincrasia; o algo así como si a una persona le suprimiéramos la facultad de llorar y reír.
Las fiestas parecen sólo para los niños, pero también para los jóvenes porque animan, y para los viejos porque recuerdan ¿Quién oirá voltear las campanas de su pueblo en un día de fiesta sin sentir una emoción inexplicable en el fondo del alma? Siempre tiene un eco dulce la voz de las campanas que pudiera llamarse la voz de nuestra madre patria; de nuestra madre patria chica que nos habla desde el campanario invitándonos a la alegría, al regocijo, a esos gozos espirituales, a esos encantos puros y sutiles que parecen estar en la tierra y en el cielo y en el aire cuando en un día solemne escuchamos las alegres campanas, los rancios acordes de la música, los truenos del castillo de fuegos de artificio. Y ese encanto dulcísimo no está en parte alguna; está sólo en nuestro corazón que siente ese día una caricia de la madre tierra en que vivimos y entonces venimos a darnos cuenta del amor que sentimos hacia el terruño.
Por eso en Torrevieja, siempre el 8 de diciembre será uno de esos días solemnes y memorables que no se confunden con ningún otro.
El esplendor, brillantez y el celo los vecinos de Torrevieja que siempre han puesto en las celebraciones y funciones religiosas en honor de la Inmaculada Concepción ya se ven reflejadas en la inusitada pompa de lo acontecido en el lejano año de 1883. Sorprendentes árboles de fuegos artificiales, vacas corridas por las calles, músicas, etcétera. Por cierto que, al correr la vaca uno de esos días, el animal se encontró a su paso a una anciana que pasaba por la calle, la volteó varias veces y la pisoteó hasta dejarla muerta.
Hubo graves problemas, pues la autoridad no había solicitado permiso para aquella fiesta y porque para comprar la vaca la comisión de festejos del Ayuntamiento comprometió a los pobres jornaleros de las salinas a dejar algunas cantidades de su jornal. Lo que hizo que el gobernador civil restringiera la concesión de su autorización para celebración de algunos festejos patronales.
Y, en diciembre de 1893, se estrenó un nuevo estandarte de la Inmaculada Concepción.
Las señoritas Luisa Castell, Teresa Sala, Concepción y Pepita Galiana, María Galiana, Concepción García, María Moreno, Concepción Boracino, Francisca Sala, Concepción Torres, Concepción Mateo, María Sánchez, Dolores Barón, Carmen Sánchez, Isidora Sánchez, Filomena Rebagliato, Magdalena Pérez, Susana Quesada, Ángeles y Josefa Mínguez, Carmen Canales, María Canales, María Blanco, Manuela Aracil, Luisa y Josefa Llanos y Pepita Canales, de la buena sociedad torrevejense, obsequiaron a la Excelsa Patrona de Torrevieja, la Inmaculada Concepción con un hermoso estandarte delicada y primorosamente ejecutado, que por el buen gusto que en él se observaban, las bellezas que en él se admiraban y el conjunto agradabilísimo que presentaba, era una verdadera obra de arte.
En fondo de nítida blancura, aparecía el retrato de la Inmaculada, perfectamente sacado en fotografía sobre riquísima seda por el excelente fotógrafo Darblade.
La imagen de la Virgen iba orlada por guirnaldas volubles de hermosísimas flores, cordadas en finísimas sedas de variados matices, con una delicadeza, una maestría, un gusto tan exquisito y un conocimiento tan exacto de la belleza que admiró a cuantos lo vieron. Al borde del lienzo iba adherido un fleco de finísimo oro con borlas del mismo metal, que formaba como el marco de tan hermoso cuadro. El resto de la obra lo componían el palo dorado que lo sostenía, rematado con la corona y las iniciales de María, y muchas cintas y lazos azules y blancos, colores elegidos para representar la pureza de la Reina de los Cielos. El dibujo, que era muy bello, fue obra del sacerdote señor Irles.
Es el 8 de diciembre de 1893, cuando el periódico local “El Eco del Distrito” publica un escrito del entonces joven abogado Joaquín Chapaprieta Torregrosa dedicado a nuestra Purísima Concepción. Dice así:
“¡Qué hermoso día, es este! ¡Qué grandioso es, el espectáculo de Torrevieja, hoy ofrece! Contempla, Inmaculada María, al pueblo de Torrevieja, que compacto y olvidando las miserias que en esta vida á los corazones agitan, ante tus Pies se postra, son fervor sin límites.
¡Qué grandes aparecen los pueblos cuando así se les considera! ¡Qué pequeños se nos muestran cuando olvidando el amor que Te deben se arrojan en fratricidas luchas, en temerarias contiendas, en las que la materia prevalece, y las malas pasiones reinan! ¡Cuán insensatos, somos á veces!
Al hincar la rodilla, ante vuestra preciosísima Imagen, os ruego, madre querida, que vuestra augusta y alta protección no falte nunca a este vecindario, y que vos que unís hoy, á todos los hijos de este pueblo, con los delicados al par que fuertes lazos de cariño inmenso que os profesamos, conservéis por siempre para la gloria vuestra y bien de Torrevieja, este tan dulce vínculo.”
Generalmente las fiestas continuaban invariables año tras año. Con muchos esfuerzos financieros por parte del Ayuntamiento en 1909, las fiestas estuvieron amenizadas por la Banda de Música de Rojales y la oración sagrada estuvo a cargo del elocuente orador D. Agustín Cavero, algunos fuegos artificiales, repique general de campanas y procesión de la imagen de la Purísima.
En el año 1911, noche de la víspera del día de la Patrona, el cielo pareció llorar; pero tal vez llorara de alegría, y llovieron unas cuantas gotas sobre la muchedumbre que animaba la Plaza de la Constitución resultando muy alegre la celebración de la verbena.
El día de la Purísima fue verdaderamente primaveral. Por la mañana se celebró en el templo la solemne y magna función religiosa a la que asistió el Ayuntamiento en pleno presidido por el alcalde Pedro Ballester. Las naves estuvieron totalmente ocupadas por los fieles.
Ocupó la sagrada cátedra el elocuente orador D. Pedro Isidro Garra, cura de la Daya Nueva que, aunque venía precedido de gran fama, supero con mucho a cuanto podía esperarse, por su elocuencia e inspiración.
Por la tarde se celebró la procesión, a la que asistieron también las autoridades, resultando el acto lleno de esplendor.
Por la noche se celebró una verbena animadísima en la que estuvieron presentes bellas mujeres torrevejenses que ese día lucieron sus galas a la vez sus beldades.
En resumen un día, como todos los años en el Día de la Purísima, feliz, pues todo fue encanto y alegría.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 6 de diciembre de 2014