POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Ya dice el refrán, “por los Reyes, lo conocen los bueyes y…” ¿Qué conocen? Pues la pizca de tiempo de luz, que una vez pasada la noche más larga, poco a poco el tiempo de luz comienza a alargarse. También influye la climatología, porque, aunque el tiempo es preciso, la existencia de luz también depende del tiempo climatológico.
Hace unos días, con esas nieblas tan densas y persistentes, las que aquí llamamos “nieblas meonas” por la humedad que desprenden, pues no había luz casi ni durante el día. Eso sí, cuando las nieblas abren y se despejan dejan un medio día esplendido. Se dice también, “mañana de niebla, tarde de paseo…”.
Luego han llegado estos días de heladas, fríos pero claros y la cosa ha cambiado. La luminosidad de este infinito cielo de la meseta se deja notar. Y también las noches, con el cielo tapizado de estrellas, ese mismo cielo extenso lleno de miles de estrellas, un cielo que no tiene esquinas, como dice mi amigo y compañero Cronista Oficial de Manises (Valencia) José Luis de Tomás.
Verán, aún no había llegado la mágica noche de Reyes y me vi viajando, por necesidad, una de esas noches heladoras, había -5º en esta sufrida meseta y en la soledad de esa noche solitarias por la hora avanzada, escarchada y de brillos poco corrientes, pude trocar algunos pensamientos por esas sensaciones de soledad iluminada por una incipiente luna creciente, por esas estrellas rutilantes que destacan del resto, y me pareció sentir algo parecido a lo que aquellos Reyes Magos de Oriente debieron sentir en aquellas noches en busca de Belén, siguiendo las estrellas y especialmente aquella que brillaba más que ninguna de las otras… las noches llevan su ritmo lento y cadencioso, que a veces se hacen muy largas, pero realizan su ciclo entre parpadeos y ojos brillantes asombrados por tanta naturaleza y belleza nocturna.
Al fondo, como despertándome de aquel ensimismamiento, apenas un leve resplandor en el horizonte, un resplandor acaramelado que nos está indicando la situación de alguna ciudad algo mayor, que los pueblos menudos en la lejanía, apenas nos aportan alguna luz rutilante y aislada.
Estaba llegando a mi destino que ya se presentaba abundante de luces para despertarme de aquella visión extraordinariamente sugerente. Me dejé guiar por una de aquellas estrellas, la que brillaba más y de nuevo pensé en los tres Reyes Magos. Ya están aquí, cuando mis lectores lean estas líneas, la gente más menuda ya estará reaccionando con alegría ante los regalos recibidos.
Anoche, para no perder ni la tradición, ni la ilusión, salí a la calle a ver esa cabalgata que acompaña a los Reyes Magos, tantos acompañantes para que sus majestades se sientan a gusto entre los niños de Arévalo y de muchos pueblos de su comarca, que esta noche mágica que no nos la podemos perder.
¡Qué caras ponen! Entre alegría, asombro, una pizca de sorpresa y otra de incredulidad. Centenares de personas que han salido a recibirlos y a disfrutar de este acontecimiento que cada año recordamos ilusionados. Luego viene el saludo y los niños pasaron ante los Reyes para poderlos saludar en persona, de cerca… ¡que ojitos de sorpresa!
Esas caras y esas miradas infantiles son lo más hermoso de días como este. Yo he visto a los Reyes Magos y quiero pedirles unas cosillas, no tanto para mí sino para mis gentes, que son días para compartir.
Pido sobre todo salud para las personas que más la necesitan. Pido por la paz, la de los pueblos de la tierra y la paz más íntima, la de quienes nos rodean. Les pido para mi ciudad algo de alegría, de actividad, de turismo, de trabajo y todo eso que se desea. Pido por su patrimonio, el histórico, el artístico el inmaterial y el humano…