POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Como mujer de su tiempo, encantadora e intrépida, se saltó todos los cánones de la corrección, Teresa, la mística y realista, emprendedora y librera, fundadora de conventos y con los pies en la tierra.
Volaba su alma al Carmelo, iba para misionera y se quedó entre las suyas cual Jesús con Magdalena.
Lo que tocaba, sanaba con gracia impar la avileña y luego se repartía entre Clamores y Eresma, los dos ríos de la vida que en Segovia descubriera, y desde allí a Andalucía y a La Mancha…; todo en ella era verdad y bondad, esencia y naturaleza, viva llama de amor puro y cristal de transparencia.
Enseñó a Papas y Reyes sin doblegar la cabeza. Bella por fuera y por dentro, ya es doctora de la Iglesia. En el cuarto centenario sigamos, pues, a sus huellas, y que el Bergoglio argentino, ay, por favor, venga a verla.