POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Hallándose a la vista del Cabo de Gata (Almería), el bergantín sueco ‘Felix’, al mando del capitán Nicolás Lofgren haciendo viaje de Argel a Falmouth (Inglaterra) con carga de cebada, recogió, en la madrugada del 31 de diciembre bajo un horroroso temporal, a tres marineros torrevejenses, únicos que se salvaron de los doce que componían la tripulación del laúd ‘Santa Isabel’, de la matrícula de Torrevieja, al mando del patrón Simón Mateo.
En el momento que los tres hombres se hallaron a bordo del barco sueco, el capitán los bajó a su cámara, colocándolos en su camarote, en del segundo y en el del piloto, prodigándolos toda clase de socorros para reanimarlos y volverles la vida que ya les iba faltando. Recobrados algún tanto los desgraciados náufragos, fueron detenidamente examinados por el citado capitán; y averiguando que faltaban nueve, maniobró inmediatamente en su busca, a pesar de lo fuerte del temporal, empleando en esta operación desde las cinco de la mañana hasta igual hora de la tarde, en que convencido ya de que eran inútiles cuantas gestiones practicase, determinó derivar treinta y cinco leguas y hacer rumbo al puerto de Alicante para dejar cerca de sus casas a esos seres desgraciados, lugar donde fondeó el 2 de enero de 1854.
Hizo llorar el oír la narración que los pobres torrevejenses hicieron del suceso, y especialmente de los extraordinarios elogios que prodigaban al capitán Lofgren y a toda su tripulación por el esmero con que los cuidaron, teniéndoles en su cámara, dándoles de comer en su mesa, vistiéndolos con sus ropas; en fin, haciendo por ellos cuanto habría hecho un padre por sus hijos.
Las autoridades del departamento dieron parte detallado de este suceso al Gobierno y recomendado al filantrópico marino sueco para que se le instituyera la Cruz del Valor para que la llevara en su pecho.
En la tarde del 14 de febrero de 1854 fondeó en la bahía de Torrevieja la goleta ‘Concepción’, matrícula de esta población, propiedad de Antonio Pérez, vecino de la villa, y mandada por su hijo, un joven de 22 años, que hacía muy poco que había concluido su carrera de piloto náutico.
La tripulación, compuesta por compuesta en su mayor parte de jóvenes solteros, todos de este vecindario, se fue a tierra, como era natural, tan rápido como se les dio entrada, dejando a bordo a dos hombres para cuidar del buque.
Pero el tiempo, que ya era frío y crudo con demasía, se fue cerrando a medida que la noche entraba, y a eso de las siete de la tarde comenzó a nevar de una manera nunca vista en esta templada población. El capitán Pérez reunió inmediatamente su tripulación y marchó a su buque con un pequeño bote, con ánimo de zarpar inmediatamente y buscar mejor abrigo en el inmediato puerto de Santa Pola.
Repentinamente saltó un viento de Nordeste, tan fuerte que parecía un huracán; el mar se conmovió horriblemente, y la cerrazón se completó de tal manera que veían los dedos de la mano. La noche continuó terrible, soplando siempre el viento con igual violencia, y creciendo las olas hasta su mayor término conocido, ennegreciendo este cuadro la confusión y lamentos en la playa y bahía.
Al amanecer del día 15, se notó la falta de algunas embarcaciones menores varadas en tierra, que a pesar de sus amarras habían sido arrastradas por las olas embravecidas.
Una fragata prusiana y dos buques menores habían naufragado sobre la costa ignorándose, el paradero de algunos otros buques nacionales y extranjeros que faltaban de la bahía.
La goleta ‘Concepción’ era uno de los pocos que con todas sus amarras en el agua resistían al temporal; pero las olas habían arrojado sobre la playa y en muy mal estado al pequeño bote en que saliera para bordo la tripulación de aquella, con algunos efectos que en mismo conducían; y sobre la cubierta del buque anclado sólo se distinguían los dos hombres que en él habían quedado la tarde anterior.
¿Qué había sido del capitán Pérez y demás tripulantes? La bravura del mar no permitía comunicación alguna. Pensad cuan sería la ansiedad de las familias.
A las tres de la tarde del mismo día 15 calmó algún tanto el temporal y, a pesar del peligro, pudo llegar a la goleta una lancha, volviendo luego con la desconsoladora noticia de haber aparecido por la goleta ni el capitán ni los que le acompañaban.
Todos perecieron ahogados, quedando entre sus familias únicamente la remota esperanza de que hubieran podido asirse a uno de los buques desamarrados por el temporal que se habían hecho a la vela.
En esa situación transcurrieron los días 16 y 17, en los que se fueron recibiendo las tristes noticias de otros muchos naufragios ocurridos en la costa; hasta que al despuntar el día 18 que se vio que regresaba la ‘Escuna’ de nacionalidad noruego, uno de los buques errantes, que fondeó a larga distancia de tierra.
En el momento acudió a la playa toda la población de Torrevieja, entre la que se encontraban los primeros los padres y parientes de los náufragos. Más tarde se vio venir una lancha con diez o doce hombres, distinguiéndose después que venían en ella marineros del país y noruegos.
Eran los náufragos ¡Pero, vinieron todos!
Allí estaban sus madres y hermanas, que sosteniéndose en el agua hasta el cuello y contenidas a duras penas por las circunstancias, los iban designando y reconociendo uno a uno con su mirada más penetrante que la del mejor anteojo.
Todos se salvaron y precedidos de una música militar, con repique general de campanas, y acompañados del vecindario, acudieron todos llorando en ese momento a tributar gracias a la Purísima Virgen de la Concepción, patrona indulgentísima de esta población.
¡Cuán sensible fue el ver correr las lágrimas un pueblo entero! Todos lloraron con tal espectáculo.
El 8 de marzo de 1856, a las 7 de la noche, el falucho guardacostas ‘Gabriel’ recogió, en las aguas de Calahonda (Motril-Granada), a unas tres millas a la mar, la lancha con la tripulación de la goleta ‘Emilia’, de la matrícula de Barcelona, que procedente de Torrevieja con una carga de sal se dirigía a Galicia.
A consecuencia de fuerte y gruesa marejada de contraste, se descosió por los trincaniles y se fue a pique a la vista de su tripulación y patrón, Esteban Linares, único dueño del buque perdido.
El 23 de abril de 1856, se publica un anuncio que hace referencia al naufragio en Torrevieja de la fragata inglesa ‘British Queen’ para la subasta de sus restos:
“Don Antonio H. Sánchez é hijos como representantes y consignatarios del capitan John Ysbisbr de su fragata inglesa, nombrada ‘British Queen’
Hacemos saber: “Que habiendo naufragado en la Playa de este distrito la espresada Fragata de porte de 497 toneladas á consecuencia del último temporal, se procede por disposicion del prenombrado Capitan, á la venta en pública licitacion del casco y palos machos de aquella, como tambien de sus pertenecientes velas y cabulleria, cadenas y anclas salvadas, bajo el pliego de condiciones que se halla en la Escribania de esta Villa. Para su remate se señala el día 9 de Mayo proximo y 10 horas de su mañana en la casa Aduana de este puerto. Lo que se anuncia al público para que concurra á hacer posturas que le parezca.
Dado en Torrevieja á 23 de Abril de 1856.- Antonio H. Sánchez é hijos.- P. S. M. Francisco Cartagena.”
¿Hay quién dé más?
Seguiré la próxima semana.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 10 de enero de 2015