POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Amigos lectores, hace bastante tiempo que tenía ganas de decir unas cosas sobre una experiencia muy reconfortante. Este pasado lunes ha sido el último día que he podido sentir esa gran satisfacción, la de poder compartir arevalensismo con un nutrido grupo de personas que tan atentamente me han arropado siempre, el grupo de personas que vienen a ser “mis queridos alumnos” por una tarde de este curso, los maduros alumnos de la que llamamos Universidad de la Experiencia.
Verán amigos lectores, desde que en nuestra ciudad se implantaron las enseñanzas de mayores, en las diferentes vertientes, ha sido y es una gratísima experiencia poder compartir tiempo y experiencias.
Primero fueron aquellas clases de adultos que buscaban aquel título que por causas diversas de la vida no habían adquirido en la época normal de escuela, el graduado escolar. Luego ha sido la denominada Universidad de la Experiencia, nombre popular y amistoso de las enseñanzas del Programa Interuniversitario de la Experiencia, que en
Arévalo depende de la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila. Ambos casos muy gratificantes por poder compartir conocimientos y vivencias. También porque en ambos casos requirió un repaso general de los temas a tratar, un reciclaje y puesta a punto particular, antes de compartir, para que el resultado final fuera satisfactorio.
Eso lo han de decir quienes te escuchan. En el primer caso, con mis amigos y compañeros de aventura editorial, cuando publicamos aquel entrañable libro “Arévalo y su Tierra”, con Oviedo y Ungría, fueron unas clases compartidas y también preparadas conjuntamente, con repartos de tiempo y de temas. Aquello se repitió para hablar de arte e historia de Arévalo en la Fundación Cultural Santa Teresa, ya hace algunos años. En este caso actual y en solitario, ya siendo Cronista Oficial que es mi único título que pueda avalar esta actividad, con la misma ilusión de compartir conocimientos sobre mi ciudad, de poder despertar el amor por lo nuestro y sus cosas, su historia y su arte, en el apartado de historia local.
Una primera época de 20 horas lectivas, y una segunda de conferencias de dos horas, aisladas y puntuales, como en el caso actual que me ha movido a recordar y contar esta magnífica experiencia. Pero todas ellas han sido experiencias fuertemente sentidas.
Porque no se trataba de una conferencia aislada, de tema más o menos atractivo, había que preparar los temas, distribuirlos en los tiempos disponibles y documentarlos debidamente. Siempre bajo una constante, defender y divulgar la nueva historiografía en tantos temas importantes de esta ciudad de tan profundas raíces históricas, protagonista en tantas aventuras de la historia. Una experiencia educativa que, para quienes no somos docentes, son doble experiencia. Por el recibimiento amable y cariñoso que desde luego me agrada y porque me incentiva a reciclarme para poder ofrecer siempre algo nuevo, y así, esa experiencia seguro que resultará recíproca.
Me he sentido muy bien rodeado. Precisamente en esta última ocasión, también, y una pizca de orgullo cuando Francisco Trullén, el responsable de esta derivación universitaria para mayores, me presentaba como un hombre de casa “que seguro ustedes conocen mejor que yo…”. Efectivamente, es mi gente, que me siguen y me dicen con cariño que me reciben, siempre con los brazos abiertos y receptivos.
Con mis respetos y cariño a Rosario, nuestra Rectora, amiga y comarcana, que en tantas ocasiones hemos coincidido, también en la clausura de estos cursos, quiero decir que me enorgullece poder colaborar en esta empresa tan hermosa y de la que estoy tan cerca, por amistad, por convencimiento y también por la cercanía de edad…