POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Cantaba Rocío Jurado aquello de que se le rompió el amor de tanto usarlo. Yo creo que el amor no se rompe tan fácil. Lo que pasa es que a cualquier cosa se llama amor, palabra que sirve para todo. Por eso está devaluada. Lo mismo pasa con la paz, que de usarla tan mal, suena a hueca. Me explico. Como ya acabó la Navidad, voy a empezar por la paz de los villancicos. A mi me encantaba de chica un villancico que empezaba con “noche de paz, noche de amor…”. Lo cantábamos en el Belén que nos montaba mi padre. ¡Aquello sí que era un Belén¡ Tenia de todo, hasta ritual previo: se empezaba recogiendo musgo -“tocinico” le llamábamos- cerca del río. Luego mi padre se las ingeniaba con cuatro chismes para poner luces, puentes, ríos, surtidores. Lo único que perduraban año a año eran las figuras, bellísimas. Creo que las fue comprando en Granada, poco a poco. Serían caras. También era un ritual fabricar la zambomba. Así empezaba la Navidad, oliendo a mantecados caseros y cantando a la Paz. Son acaso los recuerdos más hermosos de mi infancia. A veces pienso que si un niño nunca monta con su familia un Belén tan fantástico como el mío, jamás sabrá de veras qué es eso llamado “espíritu navideño”. Lo cual es una pena, porque la vida se encarga de que no creas en la Paz con mayúscula. De las otras, las de usar y tirar, hay muchas. Por ejemplo, están la paz de los hippys, los que pregonan que es mejor hacer el amor que la guerra. Y la paz conyugal, la que se gana a base aguante, para que la pareja sea eterna. Esa paz suele acabar en la paz del cementerio. Allí ya no discute nadie.
Aparte están los tratados de paz de la política. Como se firman después de una guerra, son paces teñidas de sangre. Con daños colaterales. De una de esas- la de los Pirineos en 1659- vino la alianza con Francia reinando Felipe IV. Entre otras minucias, pactaron la boda de la infanta María Teresa con Luis XIV, el” Rey Sol”. Su vida no fue un cuento de hadas. Compartir algo con un megalómano siempre es un infierno. La pobre mujer se murió sin saber que su sacrificio sirvió para traer a España en 1700 al primer Borbón, Felipe V. Éste fue otra víctima de la paz, en los tratados de Utrech. Porque el pobre Felipe, que no aspiraba a ser rey, desde que llegó a España se hundió en la depresión, acabando loco de atar. Encima la han echado el muerto de ser causante de independentismo catalán. Otra gran mentira, porque allí lo recibieron fenomenal al principio, hasta que sospecharon que otro candidato al trono podía ser más moldeable, el archiduque austriaco Carlos. Como éste se murió de repente, nunca sabremos si hubiera sido todo lo manipulable que esperaban aquellos catalanes. Ni si hubiera reinado la paz en España así, teniendo la boca cerrada y el monedero abierto. Ésa es la paz que le encanta a Artur Mas. Hoy todavía no cuela lo primero. Lo segundo, sí.
Podría seguir hablando de paz. Por ejemplo, la que los cristianos se dan en la Misa. Puro ceremonial, porque al salir ya ni te mira quién te dio esa paz ritual. Para terminar tenemos los premios Nobel de la paz, bastante devaluados. Basta con mirar la lista de galardonados. El pasado año creo que sí acertaron. Premiaron un joven indio por denunciar el trabajo infantil. Y la joven paquistaní Malala. Esta muchacha de 17 años se enfrentó a los barbaros que en nombre de Alá decapitan rehenes y tratan a las mujeres peor que a sus gatos. Los talibanes le pegaron un tiro en la cabeza porque quería ir a la escuela. Meses estuvo con el cerebro al aire, luchando por la vida. Cuando se recuperó volvió a ponerse al frente de los derechos de las niñas que maltrata algunos, de la misma religión en la que ella cree. Sí, este año en Dinamarca volvió a escribirse con mayúscula la palabra Paz. Gracias Malala. Gracias Satyanthi. Mi papelera y yo os deseamos Feliz Navidad y suerte.