POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
En este periodo es indudable que los efectos de la guerra Europea se notaron en el pueblo de Torrevieja, donde el único medio de vida era la explotación de sal al extranjero. En el verano de 1914 se paralizó en gran medida este importantísimo tráfico aumentando considerablemente el número de obreros en paro, que al no conseguir trabajo estaban abocados, junto con sus familias, a vivir míseramente.
El 21 de septiembre de 1915, las barcas pesqueras encontraron en nuestras aguas barriles de vino, tablas y cajones. Otros pescadores encontraron a diez kilómetros de Guardamar cajas de diversas conservas, cestas y otras mercancías y objetos, que se creyó que pertenecían a buques franceses recientemente echados a pique en el Mediterráneo por submarinos alemanes.
El lado benefactor de este conflicto fue el gran aumento en el número de barcos de vela de matrícula de Torrevieja: goletas, bergantines, pailebotes, faluchos, bergantines-goleta. Construidos en una época en que los barcos con motor a vapor ya habían ganado la carrera a los de vela. El motivo: la escasez de carbón para alimentar sus calderas durante el conflicto bélico europeo, al estar dedicada su extracción a la industria de la guerra.
El aumento de estos barcos de vela incrementó las ganancias de los armadores torrevejenses que obtenían numerosos fletes, sobre todo a los puertos españoles y americanos. Los años de guerra hicieron que en Torrevieja fueran los que me atrevo a llamar “Los felices años diez”, ya que al empezar la segunda década de los veinte irremediablemente irían desapareciendo todos estos veleros o serían vendidos a armadores de fuera, adaptando sus nuevos propietarios a aquellos cascos un motor.
Las hazañas del vapor “Gibel”: el submarino y su presa
El “Gibel” era un barco no muy grande que desde que estalló la guerra no había cesado este barco de realizar viajes al puerto de Alicante, estando acechado siempre por un submarino alemán que conocía las rutas del buque y sabía las andanzas por el mar.
El paso que existe entre el cabo de Santa Pola y la isla Tabarca es peligrosísimo si no lo dirige un marino experto; pues el “Gibel” lo atravesaba cómo el más frecuentado y cómodo camino de los mares, sin temor a sus roquedades y bajos, que tantos siniestros han producido.
Hacía tiempo que un submarino alemán merodeaba estas costas. Se vio en las cercanías de Santa Pola y Torrevieja una tarde, evolucionando de un cabo a otro.
Hacía 1917, una tarde en que el “Gibel” debía hacerse a la mar. Se avisó del peligro que amenazaba al capitán, y el marino inglés sonrió y dijo:
-Dónde está el sumergible esta noche?
-En el paso entre el cabo de Santa Pola y la isla Tabarca se agazapa esperando el paso del buque.
-Pues lo iré a buscar –contestó el capitán.
La noche la pasó el sumergible en el paso. El “Gibel” salió del puerto de Alicante cuando supo que el submarino ya estaba agazapado entre Tabarca y Santa Pola. Pasó por allí y se detuvo, volvió atrás y tornó a pasar por el lugar peligroso en donde le acechaba la muerte.
El submarino quedó desconcertado ante aquel inaudito desafío. No salió a la superficie de las aguas, temeroso de un contratiempo, ya que no era presumible que un buque enorme hiciera todo aquello son causa justificada.
Los alemanes que lo tripulaban sospecharon que “Gibel” tramaba una agresión al submarino preparando una emboscada y… en el fondo del mar permanecieron toda una noche aguardando. El “”Gibel” siguió su ruta sin contratiempo.
Cuando se conoció lo ocurrido fue comentadísimo, con encendidos elogios para el capitán temerario del barco inglés y de guasa para los tripulantes del sumergible, que declararon guerra a muerte al “Gibel”, que siguió realizando sus viajes sin contratiempo. Siempre que venía partía del puerto de Alicante ese navío, un sumergible señalaba su presencia en nuestras aguas.
El sábado 26 de abril de 1917, debía llegar el “Gibel” al puerto de Alicante al anochecer. Ese mismo día, frente a Torrevieja, en dirección a Santa Pola. Precisamente esa hora tenía anunciado su paso frente a nuestra villa el barco inglés.
Una sorda trepidación se oyó en el mar, y en la costa se agolpó el vecindario. Toso los torrevejenses pudieron ver el paso del submarino, que llevaba un andar reposado y seguro hacia Levante, luciendo sobre el caparachón gris el castillete del periscopio. No llevaba bandera, y se veía desde tierra tan bien la nave porque caminaba a menos de media milla de la costa.
El “Gibel” burló al submarino, no llegó aquella noche al puerto de Alicante, arribó al día siguiente domingo, y el sumergible alemán se vio burlado una vez más por el pequeño barco inglés.
Pero el sumergible, que con ansiedad aguardaba el paso del buque británico durante toda la tarde del sábado en las horas en que debió haber pasado por la bahía que se extendía desde Torrevieja a Santa Pola, tuvo una equivocación lamentable, que hubiera podido tener resultados desagradables para España: confundió sin un barco nuestro con el inglés al que aguardaba, y lo cañoneó. No tuvo consecuencias tristes ese cañoneo.
Copiamos el siguiente párrafo de una carta escrita desde Torrevieja, por la misma persona que había telegrafiado a Alicante el sábado anunciando el paso frente a nuestra costa del submarino alemán:
“Supongo recibiría mi telegrama del sábado anunciándole el paso de un submarino por esta bahía; pasó a menos de media milla de la costa y todo el pueblo lo vio, y el ruido del motor lo oíamos perfectamente.
Este mismo submarino que á su paso por ésta no llevaba bandera, frente a Torre la Mata disparó cuatro cañonazos al vapor español ‘Lalen Mendi’ y le izó la bandera alemana.”
El “Gibel” burló la caza; fue a Alicante, realizó sus operaciones de carga y descarga y partió de nuevo.
El sumergible alemán confundió –queremos suponerlo así- al “Lanlen Mendi” con la embarcación inglesa, y lo cañoneo, sin que, por fortuna, tuviera en esta ocasión que lamentarse desdichas. Los alemanes dieron sus excusas a los marinos españoles.
Continuará
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 24 de agosto de 2013