POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Los médicos otorrinolaringólogos (qué palabra más complicada, cuando antiguamente se decía «especialista en garganta, nariz y oídos» y todo el mundo lo entendía), tienen en San Blas, cuya festividad se celebra el próximo 3 de febrero, a su santo patrono.
En Asturias veneran a este santo en muchas localidades, destacando especialmente Oviedo, donde las MM. Benedictinas del Monasterio de San Pelayo elaboran las clásicas rosquillas o bollinas del santo; y Gijón, donde en la parroquia de la Santa Cruz de Jove también siguen la tradición de las rosquillas benditas.
Fue San Blas un armenio nacido en Sebaste (actual Sivas), región de Capadocia, en el siglo III.
Educado en un ambiente cristiano, estudió medicina; profesión que ejerció en su juventud y le motivó en su ayuda a las gentes necesitadas de consuelo espiritual y alivio corporal.
Ordenado sacerdote y, después designado Obispo de Sebaste, alternó vida de eremita y vida de atención a sus diocesanos.
Durante la persecución de Agrícola, y debido a su fe cristiana, fue torturado y asesinado en el año 316.
Uno de sus milagros, que trascendió a la historia como demuestran las «Acta Santorum», de los bolandistas, fue el de salvar la vida a un niño que, por haberse clavado una espina en la garganta, estaba a punto de asfixia.
¿Cómo elaborar las rosquillas de San Blas?
Amasen muy bien unos 700 g de harina con 75 g. de azúcar, 10 huevos, 75 g. de mantequilla y medio vasito de aceite. Cuando la masa esté homogénea, compacta y semiblanda, déjenla en reposo durante una hora.
Con porciones de esta masa den forma a las rosquillas que han de cocer en horno fuerte hasta dorar.
Si lo desean, ya fuera del horno y frías, las cubren con un baño blanco y las dejan secar.
Y como final, les cuento una confidencia: en 2000 padecí una leve dolencia de garganta, que temí ser grave, y que gracias a Dios, a San Blas y al médico, todo se resolvió en un «santiamén».
Las rosquillas de San Blas, cada 3 de febrero, me motivan a rezarle una oración.
En latín, por supuesto, que soy cristiano viejo y viejo cristiano.
(Nota: La foto de estas rosquillas la espigué en Internet)