POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES)
La Primera Guerra Carlista (1833-1840) estalló tras el fallecimiento del último monarca absolutista español: Fernando VII. De nuevo, una cruenta guerra civil que dirimió no solo una cuestión sucesoria, Carlos María Isidro de Borbón-Isabel II (hermano e hija, respectivamente del monarca fallecido), sino que también pugnaron dos modelos políticos completamente antagónicos, absolutismo-liberalismo; o lo que es lo mismo, Antiguo Régimen frente a Nuevo Régimen.
Aunque el conflicto en Extremadura no tuvo el grado de intensidad de otras zonas españolas como el País Vasco, Navarra, Cataluña, o Valencia, la guerra mantuvo en permanente tensión a toda la región extremeña a lo largo de los siete años que duró, y particularmente a la ciudad de Cáceres y sus pueblos limítrofes como fue el caso de Arroyo del Puerco.
Arroyo, al igual que toda la región, se mantuvo durante los años de hostilidades a favor de la causa isabelina frente a la opción absolutista del carlismo. No obstante, diversos avatares del conflicto provocaron que entre los últimos días de octubre de 1836 y los primeros de noviembre de ese mismo año a nuestra localidad se le recomendara por la autoridad provincial, entre otras incidencias, la total evacuación de la villa, ante la inminencia de una ocupación militar por parte de las tropas del pretendiente carlista.
En consecuencia, varios son los episodios que Arroyo del Puerco conoció durante aquel conflicto, aunque los más significativos se vivieron en 1836 y coincidiendo con una de las expediciones más importantes que el carlismo puso en marcha aquel año, la incursión del general carlista Miguel Gómez Damas. Efectivamente, este militar de origen andaluz puso en marcha una expedición que partiendo desde Amurrio (Álava) en junio de 1836, y con un fuerte contingente de unos 3.000 efectivos, fue ocupando una serie de plazas por diversas regiones españolas hasta llegar a Extremadura en los últimos días de octubre de ese mismo año.
El primer asunto en relación con la guerra el que se vio envuelto Arroyo del Puerco fue cuando una orden del Ejército de Extremadura, y firmada en Badajoz el 5 de octubre de 1836 puso en conocimiento del Ayuntamiento arroyano que procedentes desde Burgos, y con destino final en Badajoz eran trasladados 393 prisioneros carlistas. Antes de arribar a la capital pacense, señalaba el escrito, debían «hacer tránsito por dicha villa, según ruta marcada a la columna». En Arroyo, por consiguiente debían pernoctar por lo que las autoridades locales debían auxiliar a la columna con las «raciones de pan» a todos los individuos que la componían por el «buen servicio de Su Majestad la Reina Isabel II».
El Ayuntamiento se reunió en sesión plenaria del 10 de octubre y se acordó sacar del «posito» de la villa 12 fanegas de trigo para que fuese amasado la víspera de la llegada de la columna con los prisioneros. El problema principal que tuvo en ese instante el pueblo fue dónde albergar a tal cantidad de reos. Después de un cierto debate se decidió que fuese el convento de San Francisco el lugar más idóneo para encerrar a los presos, «por no haber otro más a propósito ni suficiente», un edificio que ya entonces había extinguido su función primitiva debido al proceso desamortizador de hacía pocos años.
El siguiente paso fue informar al cura párroco de la villa para que ordenara el traslado a la Iglesia parroquial de la Asunción de las principales imágenes que aún conservaba el edificio conventual. Situación que se produjo en la jornada siguiente. De la misma forma, se realizaron a marchas forzadas varios arreglos para la seguridad en la custodia de los prisioneros y se dispuso de «utensilios de luces, leña para la guardia nocturna y demás necesidades» en el servicio de vigilancia de los presos carlistas.
Coincidiendo con la marcha de la columna de prisioneros hasta Badajoz el Jefe Político de la Provincia (nombre que luego se sustituiría por el de Gobernador Civil), ordenó al pueblo la constitución de una Comisión de Protección y Seguridad integrada por tres regidores que tendría la tarea de coordinar los asuntos de la guerra en la localidad por la inminente llegada del ejército carlista del general Miguel Gómez Damas a la región, y en este caso no como prisioneros, sino como ejército de ocupación.
Efectivamente, y después de cuatro meses de correrías por gran parte del país, el general carlista penetra en Extremadura tomando Guadalupe el 27 de octubre. Desde aquí emprendió su marcha en dirección a Cáceres capital. Un día después ocupó Cañamero y Logrosán; el 29 estaba ya en Trujillo y el día 31 de octubre a las tres de la tarde y en «medio de aclamaciones de la población», irrumpió en la localidad de Cáceres.
En atención a esta marcha triunfante por la provincia de las fuerzas carlistas, el 28 de octubre se reunió la Comisión de Protección de Arroyo, y teniendo en cuenta lo que había dispuesto el Gobierno en una instrucción del día 25 de ese mismo mes, y al no poder organizar una defensa mínima de la población arroyana acordaron «evacuarlo» completamente de todo elemento civil y nombrar a varias personas para que quedaran encargadas del mando y así evitar que se produjera cualquier «desorden» o rapiña en las casas abandonadas. El problema estribó en que nadie quería hacerse responsable de ese cometido y a los que se nombraron se «excusaron con frívolos pretextos» ya que su intención era también abandonar la villa más pronto que tarde vaticinando su caída como todas las anteriormente nombradas.
La autoridad municipal no estaba dispuesta a quedar completamente abandonado el pueblo por lo que hizo entrega de un oficio personal firmado por el secretario del Ayuntamiento en el que se les hizo saber a los elegidos no solo de su nombramiento, sino también previniéndoles que «serían responsables de no acatarlos, respondiendo con sus personas y sus bienes, y advirtiendo que no servirá de excusa ni pretexto el ausentarse del pueblo».
En consecuencia, poco y de escaso ardor guerrero fue la oposición que los arroyanos estuvieron dispuestos a plantear ante un ejército carlista bien pertrechado. Y más teniendo en cuenta que el comandante de la Guardia Nacional (Milicia Nacional de civiles armados, solteros y viudos sin hijos de entre 18 y 40 años), únicamente disponía de «un quintal de pólvora suelta» y una ausencia absoluta de «caudales por haberse invertido anteriormente en la movilización de la Guardia Nacional y de la Compañía de Tiradores».
De cualquier manera los malos presagios no llegaron a cumplirse, aunque a punto estuvo de ocuparse el pueblo. El día 1 de noviembre una avanzadilla del ejército carlista tomó el Puente de Alcántara, un día después el grueso del ejército del general Damas inició la expedición para invadir primero Arroyo del Puerco y luego la localidad de Alcántara. Recién iniciada la marcha en dirección a nuestra localidad los 3.000 hombres del contingente se dieron la vuelta hasta la capital después de confirmar los movimientos de tropa del ejército isabelino que llegaba a la región a marchas forzadas.
El ejército absolutista decidió abandonar Extremadura. El día 7 de noviembre se encontraba ya en la provincia de Sevilla. El peligro para Arroyo había pasado. El Ayuntamiento, cuatro días más tarde, publicó un bando «en la plaza y en los sitios de costumbre de la villa» por el que se obligaba a los vecinos a entregar todo el vestuario militar y «armamento de fusil, bayonetas, carabinas, pistolas, sables, espadas o lanzas» en las Casas Capitulares en el plazo de doce horas, y en caso de no hacerlo sería «castigado con las penas que un consejo de guerra dictamine».
Fuente: http://www.hoyarroyodelaluz.es/