CENSO DE CUEVAS EN ULEA Y SU UBICACIÓN

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Ya en el siglo XIX y, con certeza casi absoluta mucho antes, los agricultores y ganaderos uleanos horadaban en los montículos o pequeñas lomas aledañas a sus fincas; en donde pacían sus ganados. Sí, unas oquedades que les permitía pernoctar, protegerse del inclemente sol del verano, o resguardarse de fríos o lluvias imprevistas. También eran utilizadas para guardar los aperos de labranza. A dichas oquedades se les llamaba- y se les sigue llamando-«cuevas».

El-Castillo

A estas pequeñas covachas se les denominaba también «refugios» y, como tales, eran utilizados. Sin embargo, «con pico y pala» ensancharon dichos refugios o cavernas con la finalidad de acoger el ganado y protegerlo de las adversidades atmosféricas.

No obstante, tras comprobar que los terrenos eran propicios- gran parte de ellos- hicieron compartimentos estancos, en el interior de dichas cavernas, que hacían las veces de habitaciones individuales o multiusos.

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Como dichas ‘construcciones’ iban tomando auge en la población rural de Ulea, se empezó a cuidar la estética de su interior, protegiendo sus paredes y techos con enlucidos de yeso o cal las paredes y, de yesos encañizados los techos; de esa forma, además de adecentarlas se les daba más consistencia. En la gran mayoría de casos, quedaron convertidas en viviendas de verano, pero otros, las utilizaron como vivienda habitual y permanente de toda la familia, o parte de ella.

Es de tener en cuenta que, dichas cuevas o refugios eran templadas en invierno y frescas en verano, sobre todo las que estaban horadadas en terrenos laguenosos. Además, la situación económica era tan crítica, que apenas tenían otra opción: no podían elegir; era su única vivienda.

Dadas las circunstancias económicas y sociales de los uleanos, desde principios del siglo XX, hasta el año 1960 el número de cuevas en Ulea aumentó de forma significativa, hasta el punto de que, casi todos los labradores y ganaderos que tenían una colina o un pequeño montículo en sus fincas, efectuaron sus excavaciones para conseguir una cueva decente y operativa ya que la utilizaban como refugio puntual, para vivir durante temporadas o de forma permanente, así como para guardar los aperos de labranza.

En el año 1959, realicé un censo de cuevas en el término municipal de Ulea y, la ubicación de las mismas. De esta forma quedaron reflejadas:

Ladera del monte «El Castillo»…………………………………………5
Las Lomas (oeste)………………………………………………………………3
Zapatico…………………………………………………………………………. 2
Las Lomas (Barranco Sevilla)………………………………………….22
Paraje «El Gurugú y el Golgo»…………………………………………….3
El «Cabezo cortao»……………………………………………………………… 3
La «Sardina»……………………………………………………………………. 2
La «Morra»…………………………………………………………………….. 1
El «Parque»……………………………………………………………………… 1
Finca de «Parrales»…………………………………………………………3
Estribaciones de «La Rambla»……………………………………….6
Ficaria………………………………………………………………………….. 1
Cuesta de los «Arrieros»………………………………………………… 2
Cuesta «Blanca»……………………………………………………………… 2
Costera norte de Verdelena (los Tollos)…………………………10
Aledaños motor de riego «La Purísina»…………………………. 4
Colina Central (entre Verdelena y la Rambla)………………7
Zona de «Las Minas» (sin contar las 22 minas)………………3
Zona norte de Campotéjar………………………………………………… 2
Cinturón entre Estación de F. C. y la Sierra de la Pila……5
Los Pelegrines………………………………………………………………. 4
Corralón de Gregorio (en el campo)………………………………2
Almazara de Ortega……………………………………………………..1
Finca Doroteo……………………………………………………………….. 1
Finca de D. Diego……………………………………………………………4
Paraje de «La Losilla»……………………………………………….……3

En total, en el año 1959 se censaron 102 cuevas habitadas, siendo sus moradores habituales: La Tía Mercedes, «Caballero», «El Cacho», Jesús «El Guarda», «El Peñaranda», «El Cutillas», Ernesto Ríos, La Tía Clarisa, Antonio «El Segundino», El Tío Julio «Carrasco», El «Manco», Dolores «La Merendeta», El Miralles, «El Forcas», «El Pelegrín», Matea Garro,… No cito a más uleanos que vivieron en cuevas de forma permanente u ocasional durante el periodo estudiado, porque consultados sus familiares han rehusado ser citados en este censo particular que para Ulea y los uleanos, es histórico.

Quiero resaltar de nuevo, que muchas cuevas tenían construida una fachada de piedra enlucida con cal o yeso, y una pequeña antesala que daba paso a la zona de cueva habitable.

En segundo lugar, quiero hacer hincapié en el enclave del pueblo de Ulea, en la ladera del monte «El Castillo» y, como consecuencia, la mayoría de las casas edificadas desde la calle mayor hacia la montaña albergaban en su interior una cueva horadada en la propia montaña, en donde almacenaban sus «enredos» o eran utilizadas como «alacenas» en donde almacenaban- y conservaban- los alimentos.

La historia es muy generosa con el pueblo de Ulea, ya que la misma Iglesia Parroquial de San Bartolomé, que se construyó entre los años 1502 y 1507, sobre las paredes de una antigua Mezquita (que previamente era un almacén). Como digo, la Iglesia constaba de una nave central- tal como está en la actualidad-.

Al no estar dotada de una sacristía, al lado derecho del Altar Mayor, se excavó una pequeña cueva en el corazón de la propia montaña. Dicha cueva permaneció durante más de un siglo, fecha en que, al edificar las dos naves laterales y sus capillas desapareció dicha cueva y quedó la sala de Sacristía como se encuentra en la actualidad.

Aunque la infraestructura de las cuevas fue mejorando, las condiciones de salubridad eran muy precarias. Estos inconvenientes, unidos a su gran dispersión, hacían muy penosa la escolarización de los niños (yo, personalmente, desde los 4 a los 9 años tuve que caminar 4 kilómetros de ida y otros 4 de vuelta, desde la cueva en que vivía con mis abuelos en Verdelena, «Los Tollos» hasta la escuela pública de Ulea). Como consecuencia, el índice de analfabetismo era cada vez más alarmante.

Al ir teniendo conciencia de todos estos inconvenientes, y darse mejores condiciones económicas, sanitarias y sociales en el núcleo poblacional de Ulea, se fueron evacuando de forma progresiva dichas cuevas y, sus moradores se marcharon- en su mayoría- a residir al pueblo. Algunos, aprovecharon esa ocasión para «levantar el vuelo» y emigraron a otras ciudades en busca de mejor suerte. Unas pocas de las cuevas quedaron como guaridas en donde se almacenaban los aperos de labranza, pero, la mayoría, fueron abandonadas y, hoy en día, solamente quedan tres que han sido cuidadas y remodeladas; constituyendo un bonito recordatorio histórico de la existencia de las cuevas en Ulea.

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