POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
La alta sociedad celebraba grandes bailes de carnaval en los cuales destacaban de manera muy singular los disfraces y las máscaras, en el Teatro Ramos Carrión, que por aquellos entonces se conocía como el Teatro Nuevo y para lo cual se retiraban las butacas, lo cual nos dice de la importancia social que la fiesta tenía y representaba.
Pasada la guerra quedaron prohibidos los disfraces y de manera destacada las máscaras, por evitar revanchas y ajustes de cuentas. Esto, a lo largo de las dos décadas siguientes, hizo decaer de manera muy destacada el carnaval, pero siempre hay decididos pioneros, y en estas tierras nuestras hemos de citar de manera muy preferente a un pueblecito encantador, lleno de ese atractivos que comienza por su emplazamiento y paisaje para terminar con rincones de ensueño, Villanueva de Valrojo. Hasta su topónimo es un atractivo. Pues bien, en este pueblo desde tiempo inmemorial los carnavales constituyeron un destacadísimo acontecimiento, dentro y fuera de la comarca las fiestas nunca dejaron de celebrarse y han figurado siempre como referencia festiva en este campo del carnaval.
El segundo punto de reforma carnavalesca es nuestra ciudad de Toro. Este histórico baluarte tuvo la histórica habilidad de saltarse las prohibiciones y creó las Fiestas de Invierno con toda esa rica parafernalia del carnaval, pero sin citarlo nunca: disfraces, conjuntos, música y desfiles, sin olvidar concursos de disfraces a coplas, o sea un auténtico acontecimiento festivo cultural de primera categoría, tal y como corresponde a la ciudad de tradición y solera.
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