POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Sucedió esto durante el reinado de Alfonso VIII, el de la batalla de Las Navas, en los inicios del siglo XIII.
El rey, para atender a la intendencia de sus tropas con sede en Toledo, obligó a la ciudad al pago de un tributo en especies, pagadero en «huevos de gallina».
El entonces alcaide (así se decía antiguamente) de la ciudad, don Esteban de Illán, se opuso tajantemente a tal orden, cosa que extrañó al monarca pues entendía que se trataba de un impuesto más bien exiguo.
Ante la extrañeza regia el alcaide razonó de este modo: «Majestad, la ciudad de Toledo está dispuesta a contribuir voluntariamente al sostenimiento de sus soldados; pero nunca lo hará por «imposición legal».
Y terminó su discurso con esta frase lapidaria: MAJESTAD, NO ES POR EL HUEVO; ¡ES POR EL FUERO!
Fue Fray Luis de León quien, después de sufrir prisión a causa de un proceso inquisitorial, al retomar su cátedra salmantina comenzó así su lección magistral: «Dicebamus hesterna die…» (Decíamos ayer…).
Hoy nosotros repetimos la frase del buen fraile.
Decíamos ayer que los huevos son el gran recurso de la cocina: van con todo, complementan con todo, sirven para todo. Y como dentro de nada nos vendrá la primavera con su verdor y su inocencia, pues hoy les presentaré unos HUEVOS A LA CASITA DE LOS ENANITOS DE BLANCANIEVES.
Cuezan los huevos y abriéndolos por un extremo extraigan las yemas.
Las mezclarán, aplastando con un tenedor, con bonito en aceite y un poco de salsa de tomate.
Con este relleno completarán el «hueco» de los huevos y los colocarán verticalmente en un plato sobre un entorno de guisantes cocidos y rehogados con un toque de cebolla y jamón.
En la parte superior del huevo se dispone un trozo de tomate salpicado de unas motitas de la clara sobrante del huevo (véase la foto).
Seguro que sus hijos/ o nietos/as quedarán encantados con este plato tan «infantil».