El monasterio de Santa María de la Vega, sobre cuyos cimientos se levantó la fábrica de armas de Oviedo a mitad del siglo XIX, ha sido una de las principales preocupaciones intelectuales del HISTORIADOR ANDRÉS MARTÍNEZ VEGA. CRONISTA OFICIAL DE PILOÑA y vicepresidente del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), ya dedicó su tesis a los muros de los que fueron expulsadas las monjas benedictinas en 1854, tras seis siglos de actividad monacal. Pero el lugar le sigue cautivando. Prueba es que hoy, muchos años después de ese proyecto de doctorado, sigue mirando en su pasado. Su último estudio le ha llevado a las cartas de la última abadesa de la comunidad. Una monja de nombre Antonia Palacio, que, según cuenta, «tenía una destacadísima formación. Daba mil vueltas a la de las autoridades a las que dirigía sus misivas, entre ellas las eclesiales». Relata MARTÍNEZ VEGA que su correspondencia pretendía primero evitar la expulsión del monasterio y una vez hecha efectiva hacer valer la identidad de la comunidad benedictina, frente al intento de fusionarla con la de las monjas pelayas, a cuyo claustro de Oviedo fueron enviadas.

El historiador, que esta tarde a partir de las 19.30 horas tratará de reconstruir en la sede del RIDEA la historia real del monasterio, recordando su ocaso a través de esa actividad epistolar, ha logrado analizar las cartas que remitía la abadesa, pero no ha hallado la mayoría de las respuestas a sus solicitudes. «En casos, por sus propias palabras tenemos conocimiento de contestaciones. Sabemos de la superioridad intelectual de la monja, frente a interlocutores, como el obispo, pero el saqueo de los archivos nos ha dejado sin ese legado».

No pasa lo mismo con las cartas que envía al entonces alcalde de Oviedo, del que se conservan las misivas de vuelta. «Una de ellas corresponde al mismo día del desalojo (30 de julio de 1854) y en ella el alcalde contesta a la abadesa (entonces presidenta, pues perdió el título al ser exclaustrada de Santa María de la Vega) que no hay marcha atrás, que deben abandonar el monasterio. Le conmina a hacerlo a las seis de la mañana, hora a la que dice les enviará un carruaje para que trasladen sus enseres». A esa misiva también da respuesta Antonia Palacio, que para entonces tiene 90 años y no deja de escribir hasta su muerte. Al hacerlo al mandatario ovetense le advierte que «no tiene autoridad para dar esa orden y que de marcharse», cosa que acaban haciendo sin remedio, «lo harán no de madrugada, sino a las once y media de la noche».

Fuente: http://www.elcomercio.es/ – Paché Merayo